El pasado del barrio de Casablanca está estrechamente ligado con el Canal Imperial de Aragón. Con la llegada de agua al sur de Zaragoza, comenzaron a surgir torres y casas rodeadas de campos de cultivo.
Entre todas estas edificaciones, la más destacada fue la Almenara de San Carlos. Esta casa de servicio del canal, situada junto a las impresionantes esclusas que permiten a las aguas salvar el desnivel del terreno, sigue maravillando hoy en día por su perfección y efectividad. A finales del siglo XVIII, estas esclusas causaban un gran impacto. El viajero inglés Joseph Townsend las describió en su periplo de 1786-1787 con estas palabras:
«Cuando cruzamos este canal cerca de Zaragoza, en nuestro camino hacia Madrid, nos detuvimos a examinar las obras; y debo confesar que nunca he visto nada tan bello o tan perfecto en su clase como las esclusas y embarcaderos».
Para gobernar estas esclusas se construyeron las almenaras, casonas con estancias para la maquinaria y viviendas para los operarios. Las esclusas de Casablanca eran la entrada principal de agua a la ciudad, por lo que se construyó una gran balsa para regular los niveles de agua.
Esta balsa acumulaba una gran cantidad de agua, convirtiéndose en una fuente de energía muy significativa. Junto a la almenara, se construyó una gran casa para albergar molinos que aprovechaban la fuerza hidráulica.
Esta edificación sobresalía en el paisaje de campos y torres agrícolas, ganándose rápidamente el nombre popular de Casa Blanca. El barrio le debe su nombre a esta icónica estructura.
Hoy, la fuerza hidráulica se utiliza para una pequeña central hidroeléctrica, y el edificio mantiene su blanco intenso, que servía de referencia para los visitantes, ya fueran caminando o navegando.
Además, el antiguo molino de la Casablanca alberga el Espacio HIDRO-lógico, un centro impulsado por la Confederación Hidrográfica del Ebro que tiene como objetivo la divulgación de la gestión del agua.
Justo al lado se encuentra la Fuente de los Incrédulos. La culminación de las obras del Canal Imperial de Aragón en 1784 fueron conmemoradas con la construcción de esta fuente en 1786 para desengañar a quienes no creyeron en la viabilidad del proyecto, a lo que alude con meridiana claridad la placa inscrita en el frontal:
«Incredulorum convictioni et viatorum commodo. Anno MDCCLXXXVI (Para convencimiento de incrédulos y alivio de caminantes. Año 1786)».
Fue el propio Ramón Pignatelli, promotor del Canal Imperial, quien encargó esta fuente, que es tanto un monumento como una aleccionadora muestra del ‘querer es poder’.
En origen, el Canal era una importante vía navegable por la que llegaban barcazas cargadas de trigo y otros productos agrícolas. El embarcadero de la Casa Blanca se convirtió en un puerto estratégico donde las mercancías se descargaban en carros que luego las distribuían por toda la ciudad.
En la Guerra de la Independencia, el embarcadero de Casablanca se transformó en un nodo logístico crucial. El Canal Imperial era una parte fundamental de las principales rutas de abastecimiento del ejército francés ocupante. Estas rutas logísticas entraban en la península por Navarra y, al llegar a Tudela, utilizaban el canal para abastecer sus operaciones en Aragón y Cataluña.
Durante el segundo sitio de la ciudad, el embarcadero de Casablanca fue esencial para el ejército napoleónico, sirviendo como cuartel general por el mariscal Lannes.
En este lugar se certificó un documento clave en la historia de la ciudad el 20 de febrero de 1809. Una placa de azulejos, que comparte pared blanca con grafitis, recuerda: «En este lugar se firmó la capitulación de Zaragoza, trágico epílogo de la gesta histórica de los Sitios en la Guerra de la Independencia española».
A lo largo de muchas décadas, el barrio se mantuvo apartado del centro urbano y fue considerado rural hasta principios del siglo XXI. No fue hasta los años 70 que se pavimentaron sus calles internas.
A pesar de esto, el barrio experimentó un constante crecimiento y desarrollo. Mientras otras zonas del sur de la ciudad, como Valdespartera o Rosales del Canal, vivieron un boom constructivo, Casablanca se desarrolló de forma más moderada.
Hoy en día, Casablanca mantiene una atmósfera de comunidad donde casi todos se conocen. Quienes han vivido allí mucho tiempo, sienten que dejar el barrio sería difícil por ser un lugar cómodo para vivir.
Casablanca carece de ciertos servicios, como un colegio público o un pabellón deportivo público, aunque cuenta con instalaciones de dos clubes renombrados: El Olivar y el Stadium Casablanca.
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