Sarrión, situado a los pies de la Sierra de Javalambre en la comarca de Gúdar-Javalambre, en Teruel, se ha consolidado como un referente en el mundo de la trufa negra. Este pequeño municipio, a una altitud de casi 1.000 metros, posee unas condiciones climáticas y un tipo de suelo ideales para el cultivo de la Tuber melanosporum, la codiciada trufa negra de invierno. Estas características, junto con la abundancia de carrascas (encinas), crean el entorno perfecto para el desarrollo de este hongo tan apreciado.
El renombre de Sarrión en el ámbito trufero no es casual. Desde hace más de dos décadas, cada diciembre, se celebra aquí la Feria Internacional de la Trufa (FITRUF), un evento que reúne a expertos, cultivadores, y amantes de la trufa de todo el mundo. FITRUF no solo es una feria comercial, sino también un punto de encuentro para compartir conocimientos y disfrutar de la cultura de la trufa.
Sarrión produce una gran parte de la trufa negra que se consume en todo el mundo, lo que le ha valido el título de «Capital Mundial de la Trufa Negra». Esta actividad ha tenido un impacto notable en la economía local, impulsando negocios relacionados con la truficultura y la gastronomía.
Además de su fama trufera, Sarrión cuenta con un interesante patrimonio histórico. Al adentrarse en el casco urbano, uno puede observar restos de las antiguas murallas medievales que protegían la localidad, de las cuales la Puerta de Teruel es la mejor conservada. Este acceso, flanqueado por dos torres, nos invita a recorrer un laberinto de callejas estrechas donde se esconden algunos de los monumentos más destacados de la villa.
Entre ellos, destaca la iglesia de San Pedro, originalmente llamada Santa María de Mediavilla, una construcción principalmente barroca que contrasta con la sencillez de su exterior. También merece la pena visitar la ermita de la Sangre de Cristo, encajada en el entramado urbano, así como la Casa Consistorial en la plaza Mayor y varios palacios señoriales, como el Palacio de Monterde y el más antiguo, el Palacio de Ventivilla.
Sarrión no solo es conocido por su patrimonio histórico y sus trufas, sino también por su entorno natural. La región está rodeada por montañas como el Cerro de la Creventada y el Cerro de la Muela, que superan los 1.400 metros de altura. En el área, se pueden encontrar extensas áreas de encinares y sabinares en buen estado de conservación, destacando los parajes del Mas Royo y de Babor a orillas del río Mijares, que son de una belleza natural impresionante.
La trufa negra o de invierno, con su nombre científico Tuber melanosporum, es uno de los hongos más preciados del mundo. Su valor en el mercado responde a su escasez y a la complejidad de su recolección, que se realiza con la ayuda de perros especialmente entrenados para olfatear las trufas enterradas bajo la tierra. Aunque en el pasado también se utilizaron cerdos para esta labor, los perros resultan ser compañeros más fiables, ya que no intentan devorar las trufas una vez localizadas.
Una vez recolectada, la trufa pasa por un proceso de limpieza meticuloso y puede ser consumida fresca, cortada en finas láminas, o conservada para su uso posterior. En la cocina, su uso es delicado: la trufa se añade cruda en el último momento para potenciar el sabor de los platos, desde carnes y pescados hasta pastas y arroces. Incluso los postres, como un flan, pueden elevarse a un nivel superior con la sutileza aromática de una trufa rallada.
Para los visitantes interesados en la historia militar, Sarrión también ofrece la Ruta de las Posiciones Defensivas, que permite explorar las huellas de la Guerra Civil Española con sus trincheras, búnkeres y nidos de ametralladoras, complementada con una visita al Centro de Interpretación de la Batalla de Sarrión.
En definitiva, Sarrión es mucho más que su renombrada feria de la trufa. Es un destino lleno de historia, belleza natural, y delicias culinarias, que invita a descubrir y disfrutar. La próxima vez que te acerques a este rincón de Teruel, no dejes de explorar sus muchos encantos.