Zaragoza es una ciudad con una rica historia de más de 2000 años. Para conocer sus orígenes nos tenemos que remontar al año 14 antes de cristo, cuando el emperador César Augusto decidió fundar una nueva ciudad en la confluencia de los ríos Ebro, Gállego y Huerva, enclave privilegiado donde ya existía el asentamiento íbero de Salduie.
Acababan de terminar las Guerras Cántabras y el poder de Roma había conseguido tras casi dos siglos someter bajo su dominio a toda Hispania.
Pero en ese momento en el que no se sabía lo que podía pasar en el futuro y en el que se esperaba una posible rebelión de cántabros y astures que nunca se llegó a producir, la idea era seguir romanizando el territorio para hacer ver a los indígenas que Roma había llegado para quedarse.
Además, también se buscaban nuevos asentamientos donde situar a las legiones veteranas de la guerra para cumplir esa doble función de romanizar y a la vez que los veteranos de guerra aseguraran uno de los accesos hacia la Cornisa cantábrica como es el valle del Ebro.
Así se fundó la única ciudad de todo el imperio que llevó el nombre completo del emperador y cuya organización le fue encomendada a uno de sus colaboradores más estrechos: Marco Vipsanio Agripa.
Así nació Caesaraugusta, en la que se asentaron esos veteranos de las legiones IV Macedónica, VI Victrix y X Gemina.
Es casi imposible determinar el día exacto de la fundación de Zaragoza, pero varios expertos coinciden en indicar el 23 de diciembre del 14 antes de cristo, fecha del quincuagésimo cumpleaños del emperador (recordemos que Caesaraugusta, la actual Zaragoza, es una de las pocas ciudades romanas que tuvo el privilegio de llevar el nombre de César Augusto, el primer emperador de Roma).
Los estudios arqueológicos y numismáticos parecen corroborar esa fecha.
Según el rito fundacional romano un novillo y una ternera marcaban con un arado los límites de la nueva urbe guiados por un sacerdote con la cabeza cubierta y tras ellos marchaba una comitiva de nuevos pobladores. La nueva colonia ocupaba una superficie de 44 hectáreas.
Al igual que otras colonias fundadas por Roma en los territorios conquistados, Caesaraugusta seguía el característico urbanismo romano, que todavía se puede distinguir en sus arterias principales, el Cardo (que cruzaba la ciudad con dirección norte-sur) y el Decumano (con dirección este-oeste). El primero sigue el trazado de la actual Calle Don Jaime I, mientras que el segundo se prolonga por las calles Mayor, Espoz y Mina y Manifestación.
La Zaragoza romana estaba amurallada, y llegó a alcanzar los 20.000 habitantes.
Otra hipótesis sugiere que la ciudad se fundó el 21 de diciembre del 14 antes de cristo, coincidiendo con el solsticio de invierno, el período más oscuro del año, cuando el sol sale más tarde y se pone más pronto.
Trazar las ciudades como espejos del firmamento, para tener los mejores augurios, era costumbre en muchas civilizaciones antiguas. Además, durante el solsticio de invierno los romanos celebraban las Saturnales, fiestas paganas en honor a Saturno, el dios de la agricultura y la cosecha.
Según esta teoría, los romanos utilizaron la línea trazada por el sol al amanecer del solsticio de invierno para dibujar lo que sería una de las arterias principales de la ciudad, el Decumano. También proyectaron, cruzando perpendicularmente con el Decumano, exactamente a 90 grados, el Cardo, la otra calle principal de la ciudad.
Si queréis disfrutar del solsticio de invierno podéis situaros en la intersección de las calles Don Jaime y Mayor a la hora del amanecer. Este fenómeno de la naturaleza ocurre solo durante el 21 de diciembre y los días aledaños, siempre que no esté muy nublado. Es un momento fascinante, en el que los rayos recorren toda la calle Mayor desde la Magdalena y siguen casi en línea recta por Espoz y Mina y Manifestación.
Zaragoza está repleta de restos de la antigua colonia romana de Caesaraugusta, te invitamos a descubrirlos a través de un paseo por el casco antiguo de la ciudad.
Nuestra ruta comienza en el tramo de la Muralla Romana, de unos 80 metros de longitud, que se conserva al lado de la Plaza del Pilar y del Torreón de la Zuda.
La muralla romana de Zaragoza, que ha marcado la configuración de la ciudad durante siglos, fue declarada Monumento Nacional en 1933, por lo que actualmente es Bien de Interés Cultural. Construida en el siglo I, la muralla romana de Zaragoza protegía un perímetro de 3.000 metros con unos 120 torreones defensivos, levantados a intervalos de entre 14 y 16 metros de distancia, y recorría la Avenida César Augusto, el Coso (de ahí el nombre de esta vía, el Cursum, era el foso existente delante de la muralla) y la Calle Echegaray y Caballero.
Hoy están desaparecidos los pisos superiores de madera que refugiaban a los vigilantes.
Tampoco se han conservado las escaleras originales empotradas en la parte interior del muro para acceder a la parte superior de este, aunque los arqueólogos creen que cada una de las 120 torres originales tenía una.
La muralla se abría por cuatro puertas, situadas en el extremo de sus ejes principales, la de Toledo (Oeste) y la de Valencia (Este), en los extremos del Decumanus (calles Mayor, Espoz y Mina y Manifestación); y la del Ángel (Norte) y la de Puerta Cinegia o del Arco Cinegio (Sur), en los del Cardo (Calle Don Jaime I).
Las puertas fueron un instrumento muy útil para cobrar el peaje de quienes querían entrar al corazón de la ciudad y refugiarse durante la noche, cuando la villa romana se cerraba hasta el amanecer para evitar en lo posible la delincuencia.
Sus muros tenían un considerable grosor, siendo la parte exterior de sillares de alabastro y caliza, y la interior de una argamasa de gran dureza (opus caementicium u hormigón romano). Sus torres eran semicirculares o ultrasemicirculares y tenían un diámetro entre los 8 y los 13 metros.
La mayor parte de aquella magnífica defensa fue destruida o permanece sepultada bajo las modernas calles, pero hoy en día todavía quedan en pie algunos lienzos y torreones de la muralla, aprovechados en casas y otras edificaciones.
Además del tramo en el que nos encontramos, también se conserva otro, que actualmente forma parte de los muros exteriores del Convento del Santo Sepulcro, en el Coso llegando casi al Ebro, justo al lado del Puente de Hierro.
La mayor parte de aquella magnífica defensa fue destruida o permanece sepultada bajo las modernas calles, pero hoy en día todavía quedan en pie algunos lienzos y torreones de la muralla (algo más del 5% del perímetro original del recinto), aprovechados en casas y otras edificaciones.
Los trabajos arqueológicos realizados en los últimos años han arrojado luz sobre los distintos sistemas defensivos que se fueron levantando durante la época romana.
Gracias a ellos sabemos que existió un muro o vallum correspondiente al campamento que levantaron aquí las legiones IV Macedonica, VI Victrix y X Gemina (las legiones fundadoras de la colonia).
Tal empalizada se ve probada al haberse hallado los fosos que se situaban al pie de la misma, cuyo fin era aumentar el sistema defensivo. Posiblemente nunca aparezcan hallazgos de tal cerca, no sólo por su construcción con materiales perecederos, sino también por situarse en el espacio que luego ocuparía la muralla de piedra.
Junto a la Muralla Romana y el Torreón de la Zuda, se encuentra la estatua de César Augusto, el fundador de la ciudad. La escultura representa a Augusto, gobernante con el que acabó la República y comenzó el Imperio en Roma. La decisión de fundar Zaragoza vino de él, y de ahí su nombre: Caesaraugusta.
La escultura original apareció en Roma en 1863, cuando se excavaba un palacio que había pertenecido a la esposa de Augusto, en los alrededores de una zona conocida como Prima Porta. La réplica en bronce que podemos ver al lado de las murallas romanas fue un regalo de Mussolini, hecho en el año 1940 a varias ciudades fundadas por Augusto o que habían tenido una relación especial con él.
El Torreon de la Zuda era la sede de los gobernadores musulmanes de Zaragoza y fue construido aprovechando uno de los torreones de la muralla romana. Hoy en día se utiliza como oficina de turismo y puede visitarse.Al entrar al torreón, gracias al suelo de cristal, podrás ver los restos de la torre romana original. Durante el horario de la oficina turística se pueden subir los cuatro pisos del torreon (no hay ascensor) y disfrutar de una de las mejores vistas de la ciudad de Zaragoza.
El río Ebro era navegable en época romana, y por él se desarrollaba un intenso comercio. A través de él, llegaban mercancías desde el Mediterráneo.
Los puertos principales eran Vareia (la actual Logroño), Dertosa (Tortosa), y Caesaraugusta (Zaragoza), el más importante enclave redistribuidor de mercancías en el centro del valle.
Los productos importados remontaban el río desde Dertosa, puerto mixto marítimo y fluvial, libre en esa época del delta del Ebro. Así ascendían cerámicas, mármoles, ánforas de vino y salazones, joyas, vidrios, etc.
Los productos del valle descendían por el río: se transportaba lana, pieles, hierro, lino, sal, trigo y madera.
A través de las monedas emitidas por Dertosa, conocemos imágenes de los barcos que surcaban el Ebro en época romana. En ellas se aprecia el timón y las velas cuadradas que los impulsaban.
Situadas en el ángulo nordeste del foro, las instalaciones portuarias de Caesaraugusta se extendían por la orilla derecha del río, aprovechando el carácter tranquilo de las aguas en esta zona.
Estas instalaciones contaban con un gran edificio, probablemente destinado a funciones de almacenaje entre otras, que se abría al río por una bella fachada de arquerías. Desde esta arquería se accedía a un vestíbulo que a través de una escalinata comunicaba las instalaciones portuarias con el recinto del foro.
En el Museo del Puerto Fluvial (Plaza San Bruno) es posible ver los restos del puerto que los romanos construyeron sobre el Ebro y parte del ángulo que formaba el foro con el río.
Situado al otro lado de la Plaza del Pilar, el Foro Romano era el centro económico, social, religioso y político de la ciudad y el Museo del Foro Romano (Plaza de la Seo 2, se accede desde el cubo de placas de ónice situado en dicha plaza) nos ofrece una visión de su vida cotidiana.
El foro de Zaragoza era muy especial, ya que no se encontraba en el cruce de las dos vías principales de la ciudad (el cardo y el decumano), como era característico urbanismo romano, sino muy cerca del río Ebro.
Esto se debe a la importancia que este río tenía para los habitantes, ya que a través de él llegaban y salían mercancías. Como la zona cercana al Ebro estaba llena de vida y ajetreo, los romanos decidieron desplazar el foro allí.
El foro se distribuía a partir de un gran espacio abierto, pavimentado con grandes losas y rodeado de varios pórticos circundantes, en torno a los cuales se ubicaban los edificios más importantes: la Curia (edificio de carácter político), la Basílica (carácter jurídico y administrativo) y el Templo (carácter religioso).
Junto a ellos estaban las tabernas, locales dedicados a usos comerciales, y otros edificios relacionados con la administración.
El templo del foro era el principal de la ciudad. Estaba dedicado a la Pietas Augusta –Piedad de Augusto- y era un templo hexástilo –de seis columnas en el frente- con columnas de orden corintio, con tres gradas de acceso al podium, con las bases áticas y un frontón sencillo.
Una vez implantado el cristianismo en la ciudad, este templo se transformó en la catedral de San Vicente.
Cuando los musulmanes tomaron Zaragoza ordenaron demoler la catedral de San Vicente para permitir la erección de una mezquita, como símbolo del nuevo poder en contraposición del viejo régimen cristiano expulsado del gobierno.
La Seo fue levantada en estilo románico sobre la mezquita mayor de Zaragoza, tras la conquista de la ciudad por Alfonso I el Batallador en 1118 y se consagró con la advocación de San Salvador en 1121.
Los restos arqueológicos que se han conservado del foro pertenecen al mercado de la época del emperador Augusto y al Foro de la ciudad, construído en la época de Tiberio. Fueron descubiertos por casualidad en 1988 durante la remodelación de la Plaza de La Seo.
Además, se exhiben en vitrinas varios objetos arqueológicos hallados durante la excavación, tales como vidrios, monedas y cerámica. Un moderno prisma de placas de ónice en la Plaza de La Seo es la entrada del Museo.
El Teatro Romano de Zaragoza fue uno de los mayores de toda la Hispania Romana. Sus 7.000 metros cuadrados y su capacidad para 6.000 espectadores en una urbe de unos 20.000 habitantes nos indica la importancia que los espectáculos tuvieron en el mundo romano.
El teatro fue edificado en época de Tiberio (14-37 D.C.) y finalizado en época de Claudio (41-54 D.C.), siguiendo el modelo del Teatro Marcelo de Roma.
Destaca por ser el único teatro hispanorromano con una fosa bajo el escenario que permitía el acceso de los actores en ciertos momentos de la obra.
Conserva buena parte de sus estructuras, como la cavea, la orchestra, el balteus, hyposcenium, la cripta y los espacios entre los muros radiales de la cavea, a pesar de haber sido reutilizado por diversas culturas posteriormente.
Durante sus más de 200 años de funcionamiento fue lugar de encuentro y esparcimiento de la sociedad zaragozana, ejerciendo un papel muy importante como transmisor de los valores culturales, políticos y religiosos del Imperio Romano.
Una vez abandonado el edificio fue utilizado por visigodos, musulmanes y aragoneses como cantera para construir sus viviendas.
Los restos del teatro romano de Caesaraugusta quedaron sepultados bajo viviendas en el siglo XVIII y fueron descubiertos fortuitamente al iniciarse unas obras en la calle Verónica en 1972.
En el año 2003 se inauguró el Museo del Teatro Romano de Caesaraugusta, aprovechando un antiguo palacio colindante. El teatro es visitable, bajo una estructura que nos da una idea de la envergadura que pudo tener en la época en la que fue uno de los monumentos más importantes y populares de Caesaraugusta.
Al lado del Teatro Romano, en el Hotel Vincci Zaragoza Zentro (Coso, 86), se encuentran los restos de una cloaca romana que se puede admirar a través de grandes cristales en la entrada del hotel o desde el garaje. Se trata de una cloaca construida en el siglo siglo I d. C con la técnica arquitéctónica ‘opus caementicium’.
El solar del número 101 del Coso, donde tuerce la vía, era conocido antiguamente como ‘las Piedras del Coso‘. Desde principios del siglo XIX, una placa recordaba que allí se acababa Zaragoza: «Esta piedra del antiguo muro indica que aquí está el término de la ciudad». En 2005, la placa desapareció del hueco que llevaba 200 años ocupando. Este punto de la vía contiene antiguos vestigios de la muralla que rodeaba la Zaragoza romana y sirvió como cantera para la construcción de nuevos edificios aprovechando restos de la vieja muralla, junto a la antigua judería.
En la actual Plaza de la Magdalena, al final de la calle Mayor, se encontraba la puerta este de la muralla romana.
En principio fue la Porta Romana, la puerta más importante de la ciudad porque marcaba el camino para ir y volver a Roma, capital del Imperio.
En 1867, ante la necesidad de ampliar la plaza de la conocida como parroquia del Gallo, la Iglesia de Santa María Magdalena, se aprobó su derribo -en aquel entonces era conocida como la Puerta de Valencia-.
Se conservaron algunos sillares con inscripciones en latín, que pueden verse en el Museo de Zaragoza. En la misma plaza, todavía permanecen visibles varios sillares perfectamente labrados y adosados en el muro de una casa, además del recuerdo de la puerta desaparecida en una pintura mural de un edificio anexo.
También se conservan otros restos de la muralla en el lado nordeste de la ciudad, justo al lado del Puente de Hierro, que actualmente forman parte del Convento del Santo Sepulcro. Este monasterio, cuya fundación se remonta al siglo XIII, es el único ejemplo de arquitectura conventual mudéjar que ha sobrevivido en la ciudad hasta nuestros días.
El Ayuntamiento de Zaragoza firmó en el año 2022 un convenio de colaboración con las Canonesas del Santo Sepulcro, en virtud del cual la ciudad colabora en la conservación y difusión del patrimonio existente en el monasterio de la Resurrección
Para ello, los sábados a las 18,00 horas y los domingos a las 12,00 horas, se realiza un visita guiada, de una hora de duración. El acceso a la misma es a través de la pasarela metálica ubicada en Coso 175.
La visita lleva por título ‘Muralla interior. Los pasetes del monasterio y las murallas‘ porque en una antigua visita pastoral de un obispo se describían los ‘pasetes’ del monasterio, entonces ocupados por una serie de celdas individuales para las canonesas.
El recorrido arranca en la Caesaragusta romana y la construcción de la muralla, pasa por época musulmana, el medievo, la fundación del propio monasterio y la época moderna hasta la Guerra de la Independencia.
El paseo continúa en la iglesia de Santa Engracia, construida en los siglos XV y XVI sobre los terrenos de la antigua necrópolis cristiano-romana.
A la derecha, en el segundo tramo de la nave, está la entrada a la gran escalera que nos conduce a la cripta. En la parte inferior y en el centro podemos ver la gran escultura de Santa Engracia del escultor Carlos Palao.
Bajo ella los hallazgos arqueológicos del baptisterio y la pila bautismal del siglo IV descubiertos en el año 2008.
En la cabecera de la cripta vemos el grupo escultórico de los mártires, la mesa de altar, bajo la que se encuentra la urna con los restos de Santa Engracia y San Lupercio; detrás del altar, el sarcófago romano de brocatel de Tortosa, y flanqueando a éste último, hoy en día podemos admirar los dos magníficos sarcófagos paleocristianos del siglo IV, verdaderas joyas que hacen de esta cripta, un lugar sagrado desde muy antiguo.
En las excavaciones llevadas a cabo en el año 2008 se descubrió el pavimento original de la cripta (formada por una nave central y dos laterales); y, en la entrada a la cripta, el baptisterio (situado en el lado occidental).
Durante las excavaciones salió a la luz un tercio de la superficie que ocupaba este baptisterio. Tenía planta hexagonal (único conocido en España con esa estructura) a la que se accedía a través de una rampa, en vez de escalones, por la que bajaban los que iban a ser bautizados por inmersión, en él fueron bautizados todos los neófitos de Caesaraugusta desde el siglo IV al VII. Una vez que eran bautizados, vestidos de blanco accedían al templo, ubicado al este, donde recibían la comunión y la confirmación, ya que en aquella época los tres sacramentos se recibían a la vez.
Actualmente el baptisterio se puede contemplar, ya que tras la restauración se cubrió con suelo transitable de cristal para poder visionar los restos del mismo antes de entrar a la cripta.
Y mientras Zaragoza mira al cielo y levanta grandes torres, en su subsuelo hay localizada una treintena de restos de cloacas romanas del siglo I.
Aunque apenas son visitables, son más de 30 los restos de cloacas del siglo I catalogados en la ciudad.
Las hay en el Foro Romano, bajo viviendas particulares (en las calles de San Lorenzo, Estébanes o Jusepe Martínez), pero también arañando los cimientos del palacio de los Morlanes o de la Casa de la Mujer.
En este caso, tras una puerta semiescondida del auditorio y bajando una docena de escalones de hierro, se accede a un tesoro oculto, incluso para algunas de las trabajadoras de la Casa. El tramo de cloaca está en perfecto estado, es de suponer que comunicaba con las cercanas de las Termas y el Foro, y forma parte de un extenso catálogo, cuyo estudio más completo es el de los arqueólogos municipales Pilar Galve y Francisco Escudero que va a cumplir ya veinte años.
En este texto se explican los trucos para la excelente conservación de estas infraestructuras, muchos de los cuales pasan por su resistente material: el hormigón romano (opus caementicium) y el encofrado con árbol de sabina. Muchos de estos túneles estuvieron en servicio hasta la época medieval, cuando se reconvirtieron en bodegas porque la humedad dentro es tan palpable como en el Puerto Fluvial o en otras construcciones de la época de Tiberio.
Las termas eran uno de los lugares de esparcimiento, y de punto de encuentro social, en la Zaragoza Romana.
En los años 1982 y 1983 con motivo de unas obras en la calle San Juan y San Pedro (junto a la Plaza San Pedro Nolasco), se descubrieron los restos de una gran piscina termal porticada de la época romana.
En el Museo de las Termas Públicas de Caesaraugusta (inaugurado en el año 1999) se conservan los únicos restos visibles de lo que debieron ser las termas públicas más extensas de la ciudad.
Las termas públicas fueron construidas en el siglo I d. C., en la época del inicio de la dinastía Julio-Claudia (con Calígula o Claudio), y se utilizarón hasta el siglo IV de nuestra era.
Sus instalaciones contaban con vestuario, salas calientes, templadas y frías, gimnasio y otras zonas de recreo y descanso como el jardín.
No es este el único resto de instalaciones termales de Caesaraugusta del que quedan testimonios, pues se han descubierto canales de desagüe pertenecientes a instalaciones privadas termales en la calle Prudencio y restos de un caldarium y un frigidarium de una villa suburbana situada en la actual calle Santiago.
El barrio alfarero de Caesaraugusta se encontraba extramuros de la ciudad, como aconsejaba la normativa romana para evitar incendio y humos, dentro de su suburbio occidental de carácter artesanal (en el entorno de la actual Calle Predicadores). Estaba bien comunicado, además de ser atravesado por la prolongación del Decumano.
Las producciones que se hacían en este barrio recorrieron todo el Imperio. Los vestigios de la potente industria alfarera nos han llegado a través de la arqueología urbana. Las excavaciones han puesto al descubierto hornos y testares con abundante material de desecho que con frecuencia se encuentra mezclado con capas de vertidos de basura procedentes de la ciudad.
La presencia de varios fragmentos de molde nos indica que en este barrio también se llegó a fabricar terra sigillata, a la que se unió una elaboración de lucernas, así como también de objetos de vidrio.
Tras admirar los principales tesoros romanos de la ciudad, nos dirigirnos hacia la Plaza del Pilar, para recordar unos restos que fueron borrados en unas obras poco afortunadas.
En 1990, en el transcurso de las obras de la remodelación de la Plaza del Pilar, apareció la cimentación y parte del podium de un gran templo romano del siglo I, situado frente al Ayuntamiento de Zaragoza, bastante alejado del único foro conocido, lo cual unido a que tenía una orientación eje E-O (entrada por el este), haría pensar en la existencia de dos foros conectados.
Posiblemente se trataba del templo tetrástilo de columnas corintias con acanaladuras que aparece en numerosas monedas acuñadas en Caesaraugusta.
Desafortunadamente, de forma paralela a la renovación de la Plaza del Pilar se estaba construyendo un aparcamiento subterráneo. Era necesaria la desaparición del templo para poder excavar el aparcamiento, por ello, las autoridades ocultaron a la ciudadanía el hallazgo y destruyeron las ruinas.
Dos años después, un informe del arqueólogo José Delgado hizo pública la aparición de restos romanos en las obras del aparcamiento.
El historiador y profesor universitario Guillermo Fatás calificó los hallazgos como de ‘sumamente valiosos’, ya que ‘ofrecían una información muy importante para conocer el urbanismo de la época imperial, y sobre la posible existencia de un segundo foro’.