El paso por Zaragoza de un samurái japonés, a la altura del año 1615, es un hecho que pocos conocen.
El veterano luchador de las guerras en Corea debía conducir una embajada diplomática de su país a las cortes españolas y a la Santa Sede. Pero la ubicación geográfica de Zaragoza, propició que la caravana en la que se transportaba hiciera una parada de descanso.
La travesía liderada por Hasekura Tsunenaga o también llamado «Rokuemon» —por su disciplina, sagacidad y dotes de buen negociador— abriría las puertas del nuevo horizonte para el futuro comercial del Japón y, al mismo tiempo, perseguiría lograr la entrada en el archipiélago asiático de una mayor cantidad de misioneros del cristianismo.
El samurái que se convirtió en el primer japonés en pisar tierra aragonesa había sido enviado en tan importante propósito por el fundador de la ciudad de Sendai, Date Masamune, un estadista de gran visión política y considerado entre los más hábiles guerreros de la época.
Su comitiva —integrada por los frailes Luis de Sotelo, Diego Ibáñez e Ignacio de Jesús, así como otros 30 españoles y 150 japoneses— había zarpado de la bahía de Tsukinoura el 28 de octubre de 1613, en el galeón San Juan Bautista.
Hasekura llegó a Zaragoza el 30 de agosto de 1615 y tras una noche de sueño reparador, partió hacia Roma para cumplir su cometido como embajador de buena voluntad ante el Sumo Pontífice Pablo V.
Según cuenta la historiografía, Hasekura escribió con meticulosidad un diario de su importante periplo. Igualmente, el Archivo de Indias y la Biblioteca del Vaticano conservan algunas referencias sobre tan singular personaje, mientras que el Museo de Sendai atesora los regalos que llevó el samurai a Date Masamune tras regresar a su patria.