Miguel de Cervantes (1547-1616) llevó una vida tan fascinante como los personajes de sus obras. Participó en la batalla de Lepanto, fue capturado por piratas berberiscos, encarcelado en España y viajó extensamente por el país, desempeñando distintos roles, entre ellos el de recaudador de tributos. Durante estos viajes, llegó a Aragón.
En su juventud, Cervantes visitó la Comarca Ribera Alta del Ebro, y aunque en el futuro hablaremos con más detalle sobre sus visitas, sabemos que se hospedó en el Palacio de los Duques de Villahermosa en Pedrola, desde donde exploró la región.
En uno de esos viajes, probablemente durante una de las crecidas del río Ebro, se acercó a Alcalá de Ebro, un lugar que en ese entonces podría haber parecido una ínsula, un término antiguo que describe una especie de isla.
Esa impresión de los paisajes ribereños quedó grabada en su memoria, y años después, cuando ya era un hombre mayor, la evocó en la segunda parte de «Don Quijote», publicada en 1615, solo un año antes de su muerte.
En la obra, Cervantes presenta la famosa Ínsula Barataria, y aunque nunca especificó su ubicación exacta, se acepta ampliamente que se refiere a Alcalá de Ebro en la provincia de Zaragoza. Cervantes describió este lugar como “una ínsula hecha y derecha, redonda y bien proporcionada, y sobremanera fértil y abundosa”.
En la ficción, los duques conceden a Sancho Panza una villa con alrededor de mil habitantes, como recompensa por su lealtad a Don Quijote. Este regalo representa el cumplimiento de su sueño de convertirse en gobernador de sus propias tierras. Sin embargo, esta promesa era una broma de los duques, que se burlaron de Sancho al hacerle creer que gobernaría un territorio prometedor mientras en realidad se encontraba en una situación cómica y engañosa.
Eventualmente, Sancho se cansó de las travesuras que le hicieron y decidió abandonar la ínsula. Aunque la historia de la Ínsula Barataria no acabó bien para Sancho, Alcalá de Ebro sigue honrando a su célebre visitante. Te invitamos a descubrir este encantador rincón de la Ribera Alta del Ebro y experimentar su atmósfera por ti mismo.
Al llegar, cerca del río, encontraréis una escultura de bronce de Sancho Panza, que lo representa contemplando sus dominios en una actitud pensativa.
Esta obra, realizada en 1989 por el escultor zaragozano Carlos Pérez de Albéniz, se suma a otras destacadas obras del artista en Zaragoza, como el Monumento a los Niños en el Parque de la Esperanza y la Puerta de la Luz, en el barrio de Valdespartera.
Esta figura marca el inicio perfecto para explorar Alcalá de Ebro, y sin duda es un lugar ideal para tomar una foto. Pero tras rendir homenaje al icónico personaje, hay mucho más por descubrir. Una parada obligatoria es la iglesia barroca de la Santísima Trinidad. Si tienes la suerte de encontrarla abierta, no pierdas la oportunidad de adentrarte y apreciar su interior.
Dentro, te esperan dos retablos de gran interés. El primero es el retablo mayor, de estilo churrigueresco, adornado con el escudo de los Duques de Villahermosa. El segundo retablo, dedicado a San Antonio, data de finales del siglo XVI, precediendo a la construcción de la actual iglesia.
Toda la información sobre la ruta está disponible en la página web de Turismo de la Comarca Ribera Alta del Ebro. En Alcalá de Ebro encontraremos diferentes empresas de turismo activo, servicios de alojamiento y restauración y un centro de interpretación que nos pueden ser de gran utilidad.