La Calle Bolonia es ese pequeño tramo que une el semáforo del Paseo Sagasta con el del Camino de las Torres, un rincón discreto pero lleno de encanto en Zaragoza.
Entre instalaciones modernas y edificios recientemente restaurados, la calle conserva un aire del pasado. Las viviendas modernistas llaman la atención con sus balcones de forja, techos de tejas y bellos vitrales que evocan las casas burguesas de principios del siglo XX.
En el número 11 se encuentra Il Panettone, una cafetería conocida por ofrecer la mejor relación calidad-precio de la zona. Tanto en su agradable terraza como en el interior se sirven tostadas, hamburguesas, bocadillos, sándwiches, ensaladas y otros platos sencillos y sabrosos.

Un poco más adelante, en el número 7, se ubica La Huerta Clandestina, un minimarket que cuida tanto la calidad de sus productos como su presentación. Su responsable, José Miguel Fuentes (Chemi), madrileño afincado en Zaragoza desde hace una década, se ha ganado la confianza de vecinos y visitantes con una oferta que incluye frutas, verduras, conservas, vinos, quesos artesanos y mucho más.

También ofrecen servicio a domicilio, ideal para quienes buscan productos frescos sin salir de casa.
Casi al final de la calle, en el número 26, se encuentra Gamberro, uno de los restaurantes imprescindibles de Zaragoza, Aragón y España. Su menú degustación es un placer que todos deberían concederse al menos una vez en la vida, o repetir siempre que sea posible. Los chefs Franchesko Vera y Flor García imprimen en cada plato su personalidad arrolladora, combinada con elegancia e imaginación, creando una experiencia gastronómica única.

La Calle Bolonia es esa otra cara de Zaragoza que pocas guías turísticas mencionan, pero que está llena de vida, sabor y rincones que invitan a ser descubiertos.