No debería ser ningún secreto que el Casco Viejo de Zaragoza se estructura en torno a sus plazas, cada una con su abanico de atractivos.
En un paseo por el centro histórico de la ciudad surgen a cada esquina palacetes cargados de enjundia. Aunque nada comparable a lo que hubo en los siglos XVI y XVII. Entonces era la Florencia española, por los muchos inmuebles aristocráticos que plasmaban la riqueza de los más pudientes, tanto que en la literatura viajera se le llamaba Zaragoza La Harta.