La cuarta ciudad de Aragón, centro de una rica huerta, posee una situación privilegiada a camino entre Zaragoza y Madrid, mostrando orgullosa su dinamismo y pujanza económica.
Los romanos ya se dieron cuenta de su ventajosa situación y fundaron Bílbilis, de la que todavía se conservan importantes vestigios en su yacimiento, situado a cinco kilómetros del casco urbano, o en el Museo Arqueológico.

De la época islámica es el castillo de Ayub, del que deriva su nombre. A sus pies desciende el barrio de la morería, constituido por estrechas y retorcidas calles.
Fruto de la larga presencia de los musulmanes en la ciudad, Calatayud muestra orgullosa sus huellas mudéjares, Patrimonio de la Humanidad: la torre, el ábside y el claustro de la magnífica Colegiata de Santa María; la iglesia y torre de San Pedro de los Francos; o la iglesia y torre de San Andrés.

Tienes que entrar a la iglesia de San Juan el Real para admirar las pechinas de su cúpula, pintadas por un joven Francisco de Goya.

Además, podrás ver alguna de las puertas que daban acceso a la ciudad, como la Puerta de Terrer, con su Fuente de los Ocho Caños, o la Puerta de Zaragoza. No te vayas sin dar un paseo por la antigua judería y acercarte hasta la plaza de España.
En la Hospedería del Mesón de la Dolores y en su museo podrás conocer de primera mano todo sobre este legendario personaje, objeto de películas, zarzuelas y obras literarias.

Y en cuanto a fiestas, si tienes la oportunidad, no te pierdas Las Alfonsadas, una fiesta que recrea la reconquista de Calatayud por Alfonso I. Las de San Roque, que se celebran en torno al 15 de agosto, hacen estallar de alegría las calles bilbilitanas. Ambas fiestas están declaradas de Interés Turístico de Aragón.