Llegó el momento. Tras varios días de fiesta a ritmo de jotas, conciertos y pasacalles, por fin es 12 de octubre y se celebra la Ofrenda de Flores a la Virgen del Pilar, el acto central de las Fiestas del Pilar, el más concurrido y el que los zaragozanos y visitantes sienten con mayor intensidad.
A los pies de la imponente basílica, la imagen de la Virgen del Pilar se eleva sobre una gran estructura metálica en el centro de la plaza. Desde primeras horas de la mañana, miles de ciudadanos —aragoneses, visitantes de otras comunidades y de todo el mundo—, ataviados con trajes regionales o prendas distintivas de sus lugares de origen (único requisito para participar), desfilan ante la Virgen para depositar a sus pies millones de flores como homenaje a la patrona de los aragoneses y de la comunidad hispana.
Durante todo el día se respira en el ambiente la alegría de quienes acuden a rendir su pequeño tributo, en forma de flor, a la Virgen del Pilar. Como enamorados que buscan conquistarla, colocan sus ramos en las faldas de la imagen, creando un majestuoso manto floral que va desde los tonos blancos más puros hasta el rojo más vibrante. No hay imagen más emblemática en Zaragoza que ver a su patrona erguida sobre una montaña de flores en el corazón de la Plaza del Pilar, rodeada de la devoción de su gente.
Tal vez podrías pensar que la Ofrenda de Flores ha existido siempre. Sin embargo, no fue así. De hecho, el día del Pilar no se empezó a celebrar hasta 1723, cuando el 12 de octubre fue reconocido como la Festividad de Nuestra Señora del Pilar, convirtiéndola en patrona del país. En esa época, ni siquiera la Basílica tenía el aspecto que hoy conocemos, y aún no existía la Santa Capilla de la Virgen del Pilar. Fue unas décadas después cuando se construyó, creándose también el Camarín de la Virgen, donde, años más tarde, comenzaría una tradición clave en la historia de la ofrenda.
A lo largo del siglo XIX, algunos zaragozanos empezaron a ofrecer flores de manera espontánea en dos fechas concretas: el 12 de octubre y el 2 de enero, día en que, según la tradición, la Virgen apareció en Zaragoza en el año 40. Poco a poco, esta costumbre fue creciendo, con los fieles depositando flores ante el Camarín de la Virgen en esas fechas.
Este gesto devocional fue en aumento hasta que el Ayuntamiento decidió convertirlo en un acto popular en el exterior del templo. Durante la alcaldía de Luis Gómez Laguna, se promovió la creación de una Ofrenda Floral. Aunque hay que reconocer que la idea no era del todo original, ya que se inspiró en una tradición similar de Valencia, donde se celebra una ofrenda a la Virgen de los Desamparados.
Así, en 1958, se celebró la primera Ofrenda de Flores a la Virgen del Pilar. Fue un acto sencillo: se colocó una réplica de la Virgen frente a la fachada de la basílica y, durante dos horas, unas 2.000 personas ofrecieron claveles, comprados por el Ayuntamiento, a la Virgen. Aunque en su primera edición el acto fue modesto, el éxito fue inmediato. Tanto es así que, en 1960, ya se consideraba una tradición arraigada en las fiestas, con mayor participación y notoriedad cada año.
El domingo 12 de octubre de 1958 tuvo lugar la primera Ofrenda de Flores a la Virgen del Pilar. En aquella ocasión, unas 2.000 personas desfilaron durante dos horas. El Ayuntamiento adquirió varios miles de claveles en Tortosa para adornar una réplica de la Virgen colocada en la fachada del templo. El éxito de esa primera Ofrenda fue tal que, en 1965, las Fiestas del Pilar fueron declaradas Fiestas de Interés Turístico Nacional.
Con la llegada de los Ayuntamientos democráticos, la Ofrenda de Flores, que ya era un símbolo de las fiestas, se consolidó como un acto de reafirmación de la identidad aragonesa. Este compromiso con la tradición llevó a que en 1980, más de 50.000 ciudadanos participaran en ella.
Por otro lado, el Rosario de Cristal, una de las procesiones más emblemáticas, fue creado por la Real Cofradía del Santísimo Rosario de Nuestra Señora del Pilar en 1891 y está patrocinado por el Cabildo Metropolitano. Este acto complementa la devoción y el fervor de las celebraciones en honor a la Virgen del Pilar.
El relieve marmóreo que hoy adorna la fachada de la basílica, obra de Pablo Serrano, aún no existía entonces, pero se convertiría en un fondo icónico para la Ofrenda de Flores, sobre el cual los fieles iban construyendo el manto floral de la Virgen, ya costeando ellos mismos los ramos.
Con el tiempo, el acto se consolidó y comenzó a atraer a más participantes, requiriendo una mayor organización. En 1965, las Fiestas del Pilar fueron declaradas Fiestas de Interés Turístico Nacional, y la Ofrenda se convirtió en su evento central. Además, a este acto se sumó la Ofrenda de Frutos el 13 de octubre, donde diferentes casas regionales de toda España presentan productos de sus tierras como ofrenda a la Virgen.
Con la llegada de los Ayuntamientos democráticos, la Ofrenda no solo se consolidó, sino que también adquirió un carácter de reafirmación de la identidad aragonesa. La participación ciudadana creció enormemente, llegando a cifras impresionantes como las de 1980, cuando más de 50.000 personas participaron.
En 1998, el cineasta catalán Bigas Luna, muy ligado a Zaragoza y su cultura, propuso un cambio radical en la escenificación de la Ofrenda. Su idea consistió en trasladar la imagen de la Virgen desde la fachada de la basílica al centro de la Plaza del Pilar y situarla sobre una gran estructura piramidal que permitiera crear un manto floral más visible y majestuoso. Este cambio no solo aumentó la espectacularidad del acto, sino que también incrementó la capacidad para recibir más flores. La pirámide tuvo que ser ampliada para albergar el creciente número de ofrendas, que ya alcanzaba dimensiones asombrosas.
Hoy en día, la Ofrenda de Flores no ha dejado de crecer. De las 2.000 personas que participaron en 1958, ahora se congregan 25.000 oferentes por hora a lo largo de un maratónico desfile que dura más de ocho horas, con más de siete millones de flores depositadas a los pies de la Virgen. La propuesta de Bigas Luna ha dejado una huella imborrable, transformando la Ofrenda en un evento monumental que sigue siendo el corazón de las Fiestas del Pilar.