A finales del siglo XIX, Zaragoza contaba con un espacio de ocio y recreo que evocaba el espíritu de los míticos Campos Elíseos. Inspirados en la mitología grecorromana, estos jardines privados ofrecían un oasis de esparcimiento donde la burguesía zaragozana podía disfrutar de un ambiente exclusivo.
Previo pago de entrada, los visitantes accedían a un entorno que combinaba zonas ajardinadas, paseos, salones de baile, restaurantes y hasta un teatro que acogía zarzuelas, conciertos y representaciones teatrales.
En 1896, en estos terrenos se inauguró el primer velódromo de Zaragoza, proyectado por Luis Montesino y patrocinado por la Sociedad Velocipédica Zaragozana.
Su apertura, el 3 de mayo de ese año, fue un acontecimiento social de primer nivel. Con capacidad para 3.000 espectadores sentados, atrajo a multitudes que presenciaron carreras locales, regionales e internacionales. Parte de los beneficios se destinó a los soldados aragoneses heridos en Cuba, lo que reforzó su impacto social.
La instalación evolucionó con el tiempo, incorporando mejoras como iluminación eléctrica en el circuito, que permitió la celebración de eventos nocturnos. Sin embargo, el uso ciclista fue cediendo protagonismo, y en 1923 el velódromo se transformó para acoger bailes, conciertos y sesiones de cine al aire libre. Durante la década de 1930, incluso se utilizó como campo de fútbol, adaptándose a las demandas de cada época.
Sobre los terrenos del antiguo velódromo, en 1944 se levantó el imponente Edificio Elíseos, diseñado por el arquitecto Teodoro Ríos Balaguer a petición de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Zaragoza, Aragón y Rioja. Concebido en un estilo monumental y clásico, el edificio refleja el gusto de la burguesía zaragozana de mediados del siglo XX.
La fachada se organiza en tres secciones: un basamento compuesto por la planta baja y la entreplanta, un cuerpo central ornamentado con pilastras de orden gigante y miradores volados, y un doble ático coronado por un esbelto torreón. En el centro del chaflán curvo destaca el grupo escultórico «Monumento al Ahorro», obra de Félix Burriel, que se integra como un símbolo de la estabilidad financiera de la época.
El 22 de diciembre de 1944, los bajos del edificio albergaron la inauguración del icónico Cine Elíseos, que durante casi 70 años fue un referente cultural de Zaragoza. Con su estilo clasicista y una atmósfera elegante, el cine se convirtió en un templo para los amantes del séptimo arte. A lo largo de su historia, proyectó miles de películas y acogió a generaciones de cinéfilos.
Sin embargo, en 2014, el cine cerró sus puertas definitivamente tras su última proyección, «Marsella» de Belén Macías. Aunque inicialmente se anunció su clausura como una medida temporal para adaptarse a las nuevas tecnologías digitales, nunca volvió a abrir.
En 2021, el local fue cuidadosamente restaurado y transformado en un McDonald’s, un cambio que, aunque controvertido, ha permitido preservar la estructura histórica del edificio. A pesar de la polémica por la modificación del uso del espacio, la reconocida «M» amarilla ahora forma parte de la fachada histórica, continuando la tradición del lugar como punto de encuentro y actividad social.
Dirección: Confluencia del Paseo de Sagasta con la Gran Vía