La calle Rufas es ese pequeño tramo que va desde el semáforo del Coso hasta el semáforo de la calle San Miguel. Su corto recorrido, de norte a sur, tiene aproximadamente 300 metros.
Es uno de esos sitios donde parece que el tiempo se haya detenido años atrás, cuando todo era más sencillo y la gente no tenía tanta prisa.
Hoy, la calle Rufas es exclusiva para peatones; pero las obras de restauración a la que ha sido sometida la convierten en una réplica de lo que fue hace más de dos siglos atrás. Un recorrido por el trazado no está exento de sorpresas, a la vez que constituye una oportunidad excepcional para conocer mejor los ecos de la historia de la ciudad.
Las edificaciones no tienen más de tres o cuatro alturas, las suficientes para resguardar de la luz del sol a casi cualquier hora del día.
Distinguen por sus altos puntales y los balcones que sobresalen sobre la acera. Por lo general, carecen de portales y llenan casi todo el espacio alrededor de la vía, en marcado reflejo de la arquitectura ecléctica y la gran densidad poblacional de la zona. A ratos, algún pequeño árbol acompaña nuestro trayecto.
Los balcones se asoman a la calle, como queriendo ser parte de todo cuanto ocurre y, dividiéndolos, están los guardavecinos, esas rejas con los más caprichosos diseños que tipifican los barrios y marcan los pequeños límites perimetrales entre viviendas contiguas. El ir y venir de la gente y los autos, forma parte del entorno visual y acústico.
Las primeras noticias sobre la calle Rufas se remontan a mediados del siglo XIII, cuando Jaime I permitió que los judíos se instalaran también en la zona contigua fuera de la muralla, en lo que se llamaría la judería nueva o de los callizos.
La nueva judería se ubicaba entre el Coso y la calle San Miguel, en el lugar de las actuales calles Rufas, Mateo Flandro, Hermanos Ibarra, Urrea y Juan Porcell.
La historia de los judíos en Zaragoza es larga y antigua, tanto que se remonta hasta tiempos romanos. Siglo tras siglo, su presencia se fue configurando fecunda y arraigada hasta la llegada de dos nefastas fechas: 1391 cuando comienzan las revueltas antijudías y 1492 cuando son expulsados definitivamente de España.
Rufas todavía conservan algunos vestigios de su pasado judío. Aunque todos los edificios han desaparecido, lo más destacado de esta calles es la conservación del trazado urbano, sin apenas modificaciones en todos estos siglos.
No solo se mantiene el diseño de las calles, sino también la distribución de fachadas, que se corresponde todavía con la del medievo.
Instalaciones recientemente restauradas y modernas se dan la mano con el pasado. Las viviendas historicistas nos salen al paso, con sus balcones de forja que sobresalen a la construcción misma, los techos de tejas o los bellos vitrales, típicos del decorado de las viviendas burguesas de principios del siglo XX.
Eso (y muchísimo más) es la calle Rufas: un lugar donde es fácil perderse y sentirte dentro de una aventura, una locura y un remanso de paz, todo depende de donde estés y del momento del día.