Visitar Zaragoza y no pasear por El Coso, sería como visitar París y no ver la Torre Eiffel. Es una calle que nos invita a adentrarnos en la parte antigua de la ciudad y a conocer muchos de sus secretos, mientras propone un sugerente diálogo con el presente.
El Coso es una de las calles más antiguas y populares de Zaragoza. Tiene más de 2.000 años de historia, ya que su trazado se corresponde con el antiguo ‘Cursus’, recorrido que rodeaba la muralla en época romana, y del cual deriva su nombre.
A veces uno no se dirige precisamente al Coso, a veces uno va para otro lado, a otra plaza, a otra gestión, a veces por ahí se hace más lejos pero igual uno toma el Coso, como si fuera un recorrido obligatorio o una suerte de apremio por llenarse de la vida que recorre esa calle de un extremo a otro.
Cronistas nacionales y extranjeros de todas las épocas han descrito el Coso desde su surgimiento como «una de las calles más animadas de Zaragoza». El constante ir y venir bullicioso de la gente ha estado justificado por su cercanía al centro y la presencia de farmacias, casas de modas, sastrerías, pastelerías, cafés, bares, bazares, billares, librerías, joyerías y tiendas de toda índole.
Su posicionamiento como corredor comercial le llevó a ser pionera en el alumbrado público de la ciudad y albergó el primer estudio fotográfico de Zaragoza.
La calle está repleta de casas que en su momento sirvieron como residencia a las principales familias de la burguesía zaragozana.
Las fachadas y soportales arcados que la circundan son, gracias al poderío de estas familias, un gran muestrario de los estilos constructivos de cada época.
Los balcones se asoman a la calle, como queriendo ser parte de todo cuanto ocurre y, dividiéndolos, están los guardavecinos, esas rejas con los más caprichosos diseños que tipifican los barrios y marcan los pequeños límites perimetrales entre viviendas contiguas. El ir y venir de la gente y los autos, forma parte del entorno visual y acústico.
Es uno de los sitios arquitectónicamente más eclécticos de Zaragoza, donde el Barroco convive en armonía y complementariedad al lado del Modernismo inspirado en Antoni Gaudí.
En el siglo XVI, la nobleza aragonesa eligió esta vía para levantar sus espectaculares palacios y mostrar su poderío en la capital del reino.
Varios siglos después, apenas quedan restos de aquellos palacios esplendorosos que mostraban la riqueza de la capital aragonesa. Pero el Coso todavía conserva parte de esa riqueza, especialmente en el tramo del Coso Alto.
A finales del siglo XIX y principios del XX la calle vio la adición de edificios de viviendas y comerciales más altos, que desafortunadamente no mantuvieron la coherencia arquitectónica original.
Esta calle bimilenaria reúne un buen número de edificios y otros elementos catalogados, 47 nada menos. A nadie sorprende entonces que encierre infinidad de historias y secretos.
Comienza en el cruce de las avenidas César Augusto y Conde de Aranda, a la altura del Palacio de los Luna (actual sede del Tribunal Superior de Justicia de Aragón). En ella desembocan la calle Alfonso I y la calle Don Jaime I tras pasar la plaza de España.
El extremo noroeste del ‘Cursus’ no se ha considerado incluido tradicionalmente en esta vía por su uso comercial (mercado) y por el crecimiento urbano de la zona que desdibujó pronto su recorrido (calle Cerdán).
A lo largo de sus 1.200 metros de longitud encontramos edificios destacados como el palacio de los Condes de Sástago (hoy sala de exposiciones), el palacio de la Diputación de Zaragoza, el mercado gastronómico Puerta Cinegia y el Real Seminario de San Carlos (antigua Sinagoga Mayor).
En diferentes épocas, ha sido calle de periódicos –aquí tuvieron su sede el ‘Diario de Zaragoza’, ‘Diario de Avisos’, ‘El Noticiero’ y ‘Heraldo de Aragón’, bancos (de Aragón, Zaragozano, de España, Santander, Bilbao…), hoteles (Oriente, Alfonso I…), cafeterías y restaurantes como el París, Habana, Las Vegas 2 o el Savoy, comercios (Bazar X, librería Universal, pastelería Zorraquino, la droguería José Alfonso o la mercería Larraz), casinos – de Zaragoza y Mercantil-, cines y teatros -el cine Coso, el Ena Victoria y el Principal-.
Subirla o bajarla, recorrerla en toda su extensión nos hace viajar entre estilos arquitectónicos, escultóricos y ambientales de alto valor cultural y patrimonial.
Al principio de la calle, en el número 1, se sitúa el Palacio de los Luna. Lo mandó construir entre 1551 y 1553 don Pedro Martínez de Luna, por entonces Virrey de Aragón. Para su construcción, se utilizaron sillares de la muralla romana, y en su fachada, destacan dos grandes esculturas de Hércules y Gerión, a los que popularmente se les conoce como los gigantes del Coso.
En el número 5, se encuentra José Alfonso, una tienda familiar con más de 140 años de historia a sus espaldas especializada en artículos de ferretería, jardinería, hierros y metales, artículos de limpieza, de cocina y regalo. Ocupa los bajos de un precioso edificio de aires modernistas proyectado a principios del siglo XX por el arquitecto Julio Bravo.
Muy cerca, en el número 34, se levanta uno de los edificios más espectaculares de la ciudad: La Adriática. Fue proyectado en 1948 por los arquitectos Joaquín Muro Antón y Trinidad Solesio González para la italiana Compañía Adriática de Seguros, y está considerado el primer «rascacielos» de la ciudad.
Nuestra próxima parada es la Iglesia de Mantería, lo único que se conserva del que fuera Convento de Santo Tomás de Villanueva. La fachada de la iglesia, flanqueada por dos torreoncillos, forma uno de los lados de la Plaza de San Roque, antiguamente llamada Plaza de la Mantería.
Su exterior es austero y pasa desapercibido al viandante, que no puede imaginar el tesoro que se esconde en su interior: una de las obras maestras de Claudio Coello, pintor del rey Carlos II y uno de los máximos exponentes del barroco final español.
La cúpula y las paredes de la iglesia están cubiertas de frescos que representan personajes y arquitecturas fingidas, realizadas por Claudio Coello y su discípulo Sebastián Muñoz, que se trasladaron a Zaragoza durante dos años, entre 1683 y 1685, para finalizar el encargo.
Un poco más adelante aparece el edificio del antiguo Banco de Aragón, proyectado en 1913 por el arquitecto cubano de origen asturiano Manuel del Busto Delgado.
Ocupa una parcela privilegiada del Coso zaragozano al situarse en el eje visual de la calle Alfonso I, la mayor arteria comercial y turística de la ciudad.
Inaugurado en 1917, destaca por su elegancia y por los dos atlantes que guardan la puerta principal.
Justo al lado, en los números 36-40 y esquina con la calle Teniente Coronel Valenzuela, se decidió en 1943 construir una nueva sede del Banco de Aragón.
Un edificio monumental proyectado por el arquitecto madrileño Julián Laguna Serrano, en el que destacan las columnas de su imponente fachada, o el torreón con reloj culminado con un templete.
En este tramo del Coso también destaca el Hotel Oriente –el más antiguo de la ciudad–. Se construyó al albor de la Exposición Hispano Francesa de 1908, aunque la fachada que podemos contemplar hoy se produjo en 1924 de la mano de la reforma proyectada por Pascual Bravo Sanfeliu.
En la primera planta del hotel está ubicado el restaurante Absinthium. En los fogones reina Roberto Alfaro y, en la sala, Jesús Solanas. Ofrecen platos de una imaginación y precisión tremenda, como por ejemplo la Ostra Rockefeller, le sot-l’y-laisse, la bottarga di Muggine o los pescados salvajes. Aquí viviréis una bacanal los sentidos ejecutada a una velocidad perfecta.
Un poco más adelante, nos encontramos con el Hotel Alfonso, un hotel del Grupo Palafox que fue reformado por los arquitectos Pemán y Franco, y que fue decorado por el interiorista Pascua Ortega.
Enfrente se encuentra el Palacio de Sástago (Coso 44), mandado construir en 1570 por don Artal de Alagón, Conde de Sástago y Virrey de Aragón. A lo largo de su historia ha sufrido importantes modificaciones fruto de su azarosa existencia, en la que en múltiples ocasiones fue el centro de muchos de los acontecimientos que se desarrollaron en Zaragoza.
El palacio de Sástago sirvió de residencia de los reyes cuando éstos visitaban la ciudad: hospedó a Felipe II en 1585, a Carlos IV y Mª Luisa de Parma en 1802, y a Fernando VII en 1815.
Justo enfrentese sitúa el Starbucks Coso (Coso 15). Ocupa una superficie total de 105 m2, dispone de 39 plazas de asiento y cuenta con una plantilla de 17 personas, todos ellos baristas, formados para preparar de forma artesanal y al momento hasta 86.000 variedades de bebidas diferentes y personalizadas.
En ellas, los clientes pueden elegir la leche, los siropes, o incluso el tipo de café, y disfrutar al gusto del famoso Latte o Cappuccino elaborado con el mejor espresso 100% arábica y la leche perfectamente batida para crear la mejor crema.
En esa misma acera está Rodilla, un referente en la elaboración de bocadillos y sándwiches recién hechos desde hace más de 76 años.
En la intersección con la calle Alfonso I se halla la Casa Molins, una joya del Art Noveau en clave local construida a principios del siglo XX.
Más adelante se halla el FNAC Plaza España (Coso 25), una de las librerías de cabecera de literatos y lectores a la búsqueda de las últimas novedades literarias, de ámbito nacional e internacional. Su fondo se completa con referencias bibliográficas de filosofía, historia y ciencias sociales, arte y arquitectura. Cinéfilos y melómanos también encontrarán algo que los satisfaga.
Nuestra próxima parada es el antiguo Casino Mercantil (Coso 29), obra de Francisco Albiñana. Albiñana es uno de los nombres más representativos del modernismo aragonés de principios del siglo XX, un momento en el que la arquitectura se convirtió en símbolo de poderío y status social.
Es gracias a este hecho que a día de hoy encontramos extraordinarios ejemplos donde las expectativas y las vanidades de los burgueses quedaban reflejadas en forma de edificio, y el antiguo Casino Mercantil es uno de los mejores.
Los promotores del Casino decidieron comenzar a construirlo por su fachada y que ésta fuese testimonio de su prosperidad, Entre 1912 y 1914, Francisco Albiñana diseñó y construyó una nueva fachada, en un estilo modernista tardío.
Justo enfrente, la Bombonera Oro (Coso 48) es una de las pastelerías con mas tradición y reputación de la ciudad. Los productos nacidos en su obrador son artesanales y exploran diferentes formatos; podéis engullirlos en forma de láminas, en tableta de sabores diversos o, para los más convencionales, en forma de bombón.
Un poco más adelante aparece la Plaza de España, la puerta de entrada al centro histórico de Zaragoza y a la emblemática zona del Tubo.
Ejerce de intersección del Coso con el Paseo Independencia, ofreciendo una ruta agradable por las grandes arterias de la ciudad. A su alrededor se encuentran algunos de los edificios más representativos de Zaragoza: el Palacio de la Diputación; el antiguo edificio del Banco Zaragozano; el Banco de España; y, por último, el mercado gourmet Puerta Cinegia.
En el límite entre la plaza y la calle Cinegio se encontraba la Puerta Cinegia, la puerta sur de la Caesaraugusta romana.
La Real Sociedad Económica de Amigos del País acordó en 1904 levantar por suscripción pública el monumento “a los mártires de la religión y de la patria”, en el lugar de la antiquísima y venerada Cruz del Coso. La obra fue producto de la colaboración entre dos profesionales muy importantes tanto en el ámbito local como en el nacional: el arquitecto Ricardo Magdalena y el escultor Agustín Querol. Para los zaragozanos de la época su significado cobijaba también a los miles de fallecidos en la recientes guerras de Cuba y Filipinas, finalizadas en 1898.
Con el número 57 encontramos el Teatro Principal. Fue construido en su actual emplazamiento por el arquitecto Agustín Sanz (el mismo que diseñó la Puerta del Carmen) e inaugurado el 25 de agosto de 1799.
Un poco más adelante, nos encontramos con la antigua sede del Banco Aragonés de Crédito, un edificio construido por Teodoro Ríos Balaguer en 1940. El edificio, de carácter historicista, destaca por sus balaustradas, hornacinas, jarrones, o por el chaflán curvo rematado por el escudo de Aragón.
Justo enfrente, en el número 66 se sitúa la Cafetería La Bendita, uno de los cafés más concurridos (e ‘instagramizados’) de la ciudad. Posee unos amplios ventanales que inundan de luz el espacio y el total de sus piezas de mobiliario son restauradas.
Es un café de espíritu vintage, que atrae a mucha gente joven y no tan joven para charlar a media tarde o para tomarse la primera copa alrededor de una mesa, sin agobios, y con la buena disposición de sus camareros.
En el mismo número se ubica Larraz, una de las mercerias más antiguas de España y la mayor tienda de Aragón de manualidades textiles, mercería y manualidades creativas.
Se desconoce la fecha y localización exacta de su fundación, pero consta que, entre 1866 y 1883, Miguel García Lito y Vicente Larraz Gil solicitaron al Ayuntamiento de Zaragoza un permiso de obras para reformar el escaparate de su mercería en el antiguo Coso 34, lugar donde actualmente está la calle Valenzuela.
A finales de los años 90 Larraz se convirtió en la primera empresa española que creó una tienda online del sector de banderas, mástiles y bordados. Y ya en el siglo XXI, Larraz también se especializó en el ocio, introduciendo nuevos productos de manualidades, con productos como el Decoupage, la Goma Eva, o la papelería creativa, entre otros muchos artículos.
A pocos metros se encuentra Re-Read (Coso 97), lugar de peregrinaje de los cazadores de gangas. Y es que en esta librería lowcost se pueden comprar libros de segunda mano a precios sorprendentes. Un libro por 3 euros, dos libros por 5, y cinco libros por 10. Todo en un local funcional y moderno.
En la acera de enfrente, destacan dos hoteles. El primero, el Hotel Silken Reino de Aragón, se sitúa en el Coso 80. Y fue proyectado por José Manuel Pérez Latorre en 1998.
En el numero 86, se encuentra el Hotel Vincci Zaragoza Zentro. El edificio fue construido en 1927 por Francisco Albiñana, es conocido como la ‘Casa del Labrador’ ya que fue encargado por la Asociación de Labradores (y de hecho, el edificio iba a a ser rematado por la escultura de un labrador, aunque nunca fue instalado).
En el número 100 del Coso se encontraba la redacción y los talleres del Diario de Avisos de Zaragoza. Fundado por Calixto Ariño en 1870, era uno de los dos periódicos más importantes de la Zaragoza a finales del siglo XIX, el otro era el conservador Diario de Zaragoza que dirigió Mariano Peiró y luego su hijo, el escritor costumbrista Agustín Peiró.
Fueron redactores y colaboradores del Diario Calixto Ariño, su director, y otras relevantes figuras aragonesas como Mariano de Cavia, Luis Montestruc Rubio, Antonio Motos y Gregorio García-Arista. Muchos de sus periodistas y colaboradores pasaron a formar parte del Heraldo de Aragón tras su fundación en 1895, aunque siguieron publicando en el Diario de Avisos al ser adquirido por aquél en 1911.
En el número 97 hay otro edificio que llama la atención: un edificio de viviendas proyectado por Teodoro Ríos Balaguer en 1915 en el que destaca la fachada de ladrillo rojo, la rejería o los preciosos motivos cerámicos que lo adornan.
Al llegar a la calle Espartero y la plaza de San Miguel, el Coso da un giro de 90 grados, pasa junto a la plaza de la Magdalena y desciende hasta el río Ebro y el puente del Pilar (puente de Hierro).
El solar del número 101, donde tuerce la vía, era conocido antiguamente como ‘las Piedras del Coso‘. Desde principios del siglo XIX, una placa recordaba que allí se acababa Zaragoza: «Esta piedra del antiguo muro indica que aquí está el término de la ciudad». En 2005, la placa desapareció del hueco que llevaba 200 años ocupando.
Este punto de la vía contiene antiguos vestigios de la muralla que rodeaba la Zaragoza romana y sirvió como cantera para la construcción de nuevos edificios aprovechando restos de la vieja muralla, junto a la antigua judería. La judería zaragozana se situaba dentro del recinto de la antigua ciudad romana y se extendía entre la iglesia de San Gil, calle de San Jorge, plaza Magdalena y junto al Coso, frente a la plaza de San Miguel.
En el siglo XV, el barrio judío creció fuera del recinto amurallado, abriendo nuevas calles entre el Coso y la calle de San Miguel. De el aún se conservan algunos restos, como los baños judíos, en el sótano de los número 126-132.
Camino del Coso bajo encontramos huellas del pasado como el Real Seminario de San Carlos Borromeo, cuya iglesia fue construida sobre el solar de la antigua sinagoga mayor de Zaragoza.
El jesuita aragonés Baltasar Gracián, figura de especial significación en el panorama de las letras barrocas, dio clases en sus aulas, desde su cátedra de Sagradas Escrituras, y escribió aquí algunas de sus principales obras.
En la esquina con la Calle Heroísmo está Sin huella, una tienda que apuesta por el movimiento ‘Cero Waste’ (cero residuos). Si queréis sacar el plástico de vuestras vidas (en la medida que se pueda), Sin huella es el primer paso para desintoxicarte de la plástico-adicción.
La localizaréis deprisa por su ‘extraña’ apariencia, llena de botes redondos con cientos de referencias de productos de alimentación. Destaca la gran variedad de semillas, cereales, frutos secos, especias y hierbas aromáticas y las pastas. También tienen otros productos de proximidad y kilómetro 0, como vinos, zumos, mermeladas artesanales y miel.
La familia Goya vivió entre 1763 y 1766 en una casa situada en el número 132 del Coso, una de sus estancias más prolongadas en un mismo edificio. Francisco de Goya pudo verla años después después en ruinas. Voló en la explosión de un almacén de pólvora en junio de 1808.
Mientras fue vecino de Zaragoza, la última casa en la que habitó Goya, en 1774, estaba de nuevo en el Coso, en concreto en el número 128. De allí salió hacia Madrid con su mujer y su hijo, que había nacido en ella.
A escasas manzanas de distancia está la plaza de la Magdalena, dónde se encontraba la Puerta de Valencia, la puerta este de la muralla romana.
En principio fue la Porta Romana, la puerta más importante de la ciudad porque marcaba el camino para ir y volver a Roma, capital del Imperio.
La Puerta estaba situada en el extremo este del Decumano Máximo (actuales calles Manifestación, Espoz y Mina y Mayor), a 886 metros de distancia de la occidental o Puerta de Toledo. En 1867, ante la necesidad de ampliar la plaza, se aprobó su derribo.
En el centro de la plaza se encuentra una de las iglesias más hermosas de Zaragoza: la de la Magdalena.
El perfil de la torre mudéjar de la Magdalena se recorta sobre la calle Mayor, en uno de los ángulos más fotografiados de Zaragoza desde el Casco Histórico.
En 1587 se construyó el primer edificio de la Universidad de Zaragoza en la Plaza de la Magdalena, de planta rectangular y alrededor de un patio central. A través de él se accedía a la capilla de Pedro Cerbuna, a la biblioteca, a las aulas, al ‘Teatro de la Escuela’ o a la casa del bedel.
Los Sitios de Zaragoza dejaron su huella en el inmueble. El general Palafox ordenó la militarización del edificio de la Universidad, así se convirtió en maestranza del arma de ingenieros. Las voladuras de los franceses destruyeron sus dos fachadas principales y el edificio quedó casi en ruinas.
Con la construcción de la Facultad de Medicina y Ciencias en la actual Plaza Basilio Paraíso en 1893, la Universidad de la Plaza de la Magdalena se convirtió en la Universidad Literaria, alojando los estudios de Humanidades.
Se decidió intervenir a mediados del siglo XIX, llevando a cabo la reforma más importante. Por ejemplo, se cambió la distribución de las fachadas del edificio. En un principio la entrada principal se encontraba en el Coso Bajo y después en la plaza de la Magdalena.
Ricardo Magdalena diseñó la última actuación. Caracterizó al edificio de un estilo clasicista, con arcos de medio punto y rematado con motivos vegetales. Magdalena no pudo culminar sus trabajos, así que Luis de la Figuera cogió el relevo. El resultado final, en 1912, fue un complejo de ladrillo con revestimientos de estuco, como marcan las tradiciones aragonesas del Renacimiento y del Mudéjar.
En 1956 se trasladaron los principales fondos de la biblioteca universitaria a la nueva Facultad de Filosofía y Letras del Campus de San Francisco. Eran tiempos de dictadura pero el Heraldo de Aragón ya hablaba de pérdidas importantes de libros, que en el traslado nunca llegaban a la nueva Filosofía y Letras.
En 1968 el Ministerio de Educación aprobó el derribo del edificio de la Universidad de la Magdalena, salvo la Capilla de Cerbuna, sede de la Biblioteca.
En 1973 se hundió la Capilla de Cerbuna, en la que todavía quedaban fondos bibliográficos, que quedaron expuestos a la intemperie, entre las ruinas, y al saqueo, sin que nadie lo impidiera.
En el año 2013 todavía algunas personas de buena fe entregaban ejemplares de aquella biblioteca a las autoridades. Los restos del edificio fueron piqueteados. En el solar se levantó el anodino Instituto Pedro de Luna.
A la altura del número 182, nos encontramos con uno de los murales que el artista urbano ROA creó para el Festival Asalto de 2010. Tan importantes se han convertido sus pinturas en Zaragoza que han modificado el nombre natural de los espacios. En este caso, el solar que alberga este mural, en el barrio de la Magdalena, ha pasado a denominarse popularmente “el Solar del Conejo”.
En la parte más cercana a la ribera del Ebro, junto a la plaza Tenerías, se encontraba la puerta del Sol, una de las doce puertas que tuvo Zaragoza.
Eso (y muchísimo más) es El Coso: un lugar donde es fácil perderse y sentirte dentro de una aventura, una locura y un remanso de paz, todo depende de donde estés y del momento del día.
Todo el conjunto arquitectónico y humano es impresionante, y el paseo por la principal arteria comercial y turística de Zaragoza se hace totalmente ineludible, tanto para los viajeros que llegan por primera vez a la capital maña como para aquellos que la conocen como la palma de su mano.