La calle Pabostria, continuación de la calle del Deán, nos conduce por una de las zonas más pintorescas de Zaragoza. Desemboca en la calle Dormer, frente a la Casa de Miguel Don Lope o de la Maestranza.
Se llama de la Pabostria porque en ella vivía el Pabostre (‘prebost’, ‘prepósito’ o ‘preboste’), responsable de los bienes temporales (administración económica) de la Comunidad de Canónigos Regulares de San Salvador de Zaragoza, residentes en la Catedral o Seo de San Salvador.
Es uno de esos sitios donde parece que el tiempo se haya detenido años atrás, cuando todo era más sencillo y la gente no tenía tanta prisa.
Las edificaciones no tienen más de tres o cuatro alturas, las suficientes para resguardar de la luz del sol a casi cualquier hora del día.
Distinguen por sus altos puntales y los balcones que sobresalen sobre la acera.
Por lo general, carecen de portales y llenan casi todo el espacio alrededor de la vía, en marcado reflejo de la arquitectura ecléctica y la gran densidad poblacional de la zona. A ratos, algún pequeño árbol acompaña nuestro trayecto.
Los balcones se asoman a la calle, como queriendo ser parte de todo cuanto ocurre y, dividiéndolos, están los guardavecinos, esas rejas con los más caprichosos diseños que tipifican los barrios y marcan los pequeños límites perimetrales entre viviendas contiguas.
El Casco Histórico de Zaragoza se explora mucho mejor si va caminando, para disfrutarla a su ritmo. Lo cierto es que envuelve con sus encantos.
Podrás sentir los latidos de la pasión con que se vive y ver lo genuino de sus distintos rostros. En ocasiones matizada por fachadas coloridas o pálidas y demacradas. Rostros presentes en una misma ciudad donde siempre resalta lo perdurable.