La calle de la Paz es ese pequeño tramo que va desde el semáforo de Paseo Sagasta hasta el semáforo del Camino de las Torres.
Instalaciones recientemente restauradas y modernas se dan la mano con el pasado. Las viviendas modernistas nos salen al paso, con sus balcones de forja que sobresalen a la construcción misma, los techos de tejas o los bellos vitrales, típicos del decorado de las viviendas burguesas de principios del siglo XX.
En el número 1 se encuentra Llima, un gastrobar en el que las recetas tradicionales con un fuerte sello valenciano son la esencia. Este nuevo establecimiento se caracteriza por aires frescos, naturales, cítricos y mediterráneos, como su nombre sugiere.
‘Los arroces son nuestro fuerte: la paella, al horno, del señoret, negro…’, enumera Carlos Mariner, quien dirige el negocio y sintió un ‘flechazo’ al ver el local. ‘Hacemos la paella valenciana tradicional, con pollo, conejo, garrofón, alcachofas de temporada y, por supuesto, una rama de romero,’ revela Mariner, con una década de trayectoria en cocinas. ‘Y al horno, con su morcilla, garbanzos, cebolla y patata’.
En el número 7 se encuentra el Zeppelin Café. La tortilla de patatas no es una artesanía exacta; puede variar en sabor, aunque en este establecimiento siempre resulta satisfactoria. Su tortilla desborda jugo, tiene patata tierna y un delicioso sabor salado (sin cebolla). Por un precio muy asequible, acompañada de una impecable flauta de pan con tomate, es un placer para todos.
Casi al final de la calle se sitúa Boca Boca (número 21). Este bar, todo de madera y acogedor, es el invento del cubano Boris Adrián Hernández y de la venezolana Fiamma Petrocelli. Él, ocupándose de los fogones Ella, y ella, atendiendo la barra.
Boca Boca es una hamburguesería/bocatería con aire caribeño. ¿Se puede innovar en la tierra quemada de la hamburguesa? Quizás no, pero que sigan abriendo si aportan tanta personalidad propia y saber hacer como la Boca Boca.
Tan solo hay que acercarse a la carta para comprobarlo. La contundencia venezolana y el sabor caribeño se juntan con una carne buena, buena. El concepto es sencillo, pero llevado a cabo con talento y personalidad.
Más adelante, en el número 27, encontramos la pizzería Metrópolis. El triunfo mundial de la cocina italiana tiene un componente sentimental: autenticidad, producto, tradición. Y este establecimiento es un ejemplo redondo.
Aquí elaboran una masa excelente –48 horas de fermentación, verás el ‘pizzaiolo’ en la entrada amasando– que es muy fina, con borde crujiente y alveolada (¡buena señal!).
La Calle de la Paz es esa otra parte de Zaragoza de la cual no hablan generalmente las guías turísticas, pero igual llena de vida y gente.