Santiago Ramón y Cajal, un genio internacional a la altura de Galileo, Newton, Darwin o Einstein que ganó el Premio Nobel en 1906 por descubrir las neuronas del cerebro vivió en un discreto inmueble de tres alturas en el número 13 de la calle Méndez Núñez.
Una placa lo recuerda desde el 26 de febrero de 2009. Al parecer, ocupaba el piso principal para vivienda, y el inmediatamente superior como laboratorio.
Lo descubrieron los propios vecinos, tras meses de labores de investigación y búsqueda de documentación que justificase el paso del premio Nobel de Medicina por el edificio.
‘Un vecino encontró una antigua escritura a nombre de la hermana de Santiago Ramón y Cajal. Pero como era de fuera y se marchó a su tierra, fui yo quien recogió el testigo de la información y empecé a buscar en las bibliotecas y los archivos municipales. La única pista que teníamos era la declaración de un doctor, que decía que había vivido en ese punto’, explicaba Pablo Ruiz, uno de los propietarios, en una entrevista publicada hace unos años en el Periódico de Aragón.
La curiosidad le azuzó y acabó estudiando todos los libros disponibles sobre la vida de Ramón y Cajal. Así descubrió que había escrito un libro que vendía en su propia casa, en la calle Méndez Núñez 13. ‘Busqué en los archivos de la Universidad de Zaragoza, también en los del Ayuntamiento de Zaragoza, pero no encontrábamos la confirmación que buscábamos. Y así fue como acabamos dirigiéndonos al Instituto Cajal‘. Le respondieron al día siguiente de haber llamado diciéndole que habían encontrado la publicación: ‘Observaciones microscópicas sobre las terminaciones nerviosas en los músculos voluntarios’, fechado en 1881.
Y en la última página del libro, la alusión a la venta en el domicilio del médico: ‘Los pedidos a su autor, calle de Méndez Nuñez, número 13, principal’.
Cajal residió en Zaragoza 15 años, pero siempre estuvo muy vinculado a la ciudad.
En realidad, fue en Zaragoza donde comenzó todo, la capital aragonesa le acogió con 17 años, le vio llegar al Arrabal, y mudarse después a Méndez Núñez y San Jorge, fue en esta ciudad donde abrió os ojos a la ciencia.
Su familia tenía orígenes en Larrés, localidad oscense desde donde su padre se desplazó a Barcelona para estudiar Medicina, por lo que durante su infancia y adolescencia, la familia siguió los traslados profesionales del padre en diversas localidades aragonesas.
Ramón y Cajal recaló en Zaragoza en 1869, se licenció en Medicina en junio de 1873 y ejerció de profesor en la Universidad de Zaragoza.
Entró en el Hospital Provincial de Zaragoza en 1870 como aprendiz interino en el equipo de disecciones de Anatomía de su padre, Justo Ramón.
En este mismo centro continuó su formación como practicante, médico docente e investigador.
Fueron 15 años claves en su trayectoria profesional y vital hasta que en 1883 ganó por oposición la cátedra de Anatomía Descriptiva de la Facultad de Medicina de Valencia.
En el pequeño jardín que da acceso al Hospital Provincial de Zaragoza, a la sombra de palmeras y ceibas, se sitúa un elegante busto de Santiago Ramón y Cajal. En el pasillo de la entrada del Hospital hay instalada una exposición permanente sobre el centro y el premio Nobel.
En Zaragoza conocíó a su esposa y tuvo sus primeros hijos. Cajal se jubiló en 1922 y la Universidad de Zaragoza, para homenajearle, encargó a Mariano Benlliure la estatua que ahora destaca en la escalinata principal del Paraninfo.
Cajal escribió en 1922 : ‘Zaragoza es algo mío, muy íntimo, que llevo embebido en mi corazón y en mi espíritu y palpita en mi carácter y en mis actos‘.
Aquella experiencia militar marcó su vida y su patriotismo regeneracionista. ‘¡Asombra e indigna reconocer la ofuscación y terquedad de nuestros generales y gobernantes, y la increíble insensibilidad con que en todas las épocas se ha derrochado la sangre del pueblo!’, lamentaba.
Tras la pérdida de Cuba y Filipinas en el Desastre del 98, Santiago Ramón y Cajal hizo un llamamiento a todos los profesores de España el 20 de diciembre de 1899. ‘Junto al microscopio, poned la bandera nacional que os recuerde constantemente vuestra condición de guerreros (porque función de guerra, y hermosísima y patriótica, es arrancar secretos a la naturaleza con la mira de defender y honrar a la patria)’, proclamó el investigador.
Siete años después, Cajal ganó el Nobel de Medicina por revelar la individualidad de las neuronas, ‘las mariposas del alma’. Sus descubrimientos abrieron la puerta de uno de los últimos territorios de la ciencia que quedaban por explorar: el cerebro y el sistema nervioso.
Los sabios de la época, como el británico Charles Sherrington, tuvieron que aprender español para leer sus asombrosos descubrimientos.
Igual que el explorador Américo Vespucio dio nombre a América, Cajal pudo dar su apellido a la neurona. ‘No se le ha hecho la justicia de darle su nombre’, reconoció Sherrington, ganador del Nobel de Medicina en 1932.
Ramón y Cajal sacó de su estancamiento a la ciencia española y la inscribió en el siglo XX.
Dirección: Calle Méndez Núñez nº 13, Zaragoza