El Palacio de Fuenclara, ubicado en el Casco Histórico de Zaragoza, es un tesoro arquitectónico que refleja la riqueza y el esplendor de la ciudad en el siglo XVI. Esta imponente construcción renacentista fue encargada por Antonio Agustín, padre del famoso arzobispo de Tarragona y destacado canonista, quien compró varias casas en la plaza de San Felipe para formar una gran residencia familiar. En esta zona de Zaragoza, rica en edificaciones nobiliarias, el Palacio de Fuenclara se consolidó como uno de los edificios más representativos de la ciudad.
Con una fachada de ladrillo en estilo renacentista y una clara influencia horizontal, el palacio mantiene aún su estructura original a pesar de las numerosas reformas y ampliaciones. La planta baja, hoy ocupada por locales comerciales cerrados, antaño permitía la entrada a través de un arco de medio punto. La edificación fue elevada en el siglo XVII, cuando la casa inicial fue transformada en un palacio acorde con la categoría de los Condes de Fuenclara, que se convirtieron en sus propietarios y dieron su nombre definitivo a la residencia.
El palacio cuenta con un hermoso patio central, característico de la arquitectura de la época, alrededor del cual se organizan las diferentes plantas. Este patio presenta una elegante ornamentación con columnas toscanas que descansan sobre bases y plintos, sostenidas por zapatas de madera que cierran las crujías del edificio. Las paredes de la planta baja están decoradas con un arrimadero de cerámica de Muel, una alfarería tradicional aragonesa que añade un toque distintivo al conjunto.
A lo largo de los siglos, el Palacio de Fuenclara ha tenido numerosos usos y propietarios. En el siglo XIX, Manuel Dronda Lausín lo donó al arzobispo de Zaragoza para que se destinase a la Sociedad Protectora de Jóvenes Obreros y Comerciantes. A finales de ese siglo, pasó a albergar el Círculo Católico de Obreros. Durante el siglo XX, el palacio sufrió varias modificaciones; una de las más notables fue el establecimiento de la Librería Libros en sus bajos, proyecto realizado en 1939 por José de Yarza.
El Palacio de Fuenclara ha sido escenario de actividades comerciales y culturales que lo integraron en la vida cotidiana de Zaragoza. A mediados del siglo XX, su salón principal albergó el Cine Arlequín, conocido por su estrecha sala y su atmósfera única. Más tarde, el edificio se utilizó como sede de negocios históricos, como Gráficas Minerva, aunque en la actualidad los locales comerciales se encuentran cerrados, acentuando la sensación de abandono.
Desde el año 2003, el Ayuntamiento de Zaragoza es el propietario del palacio, y aunque fue declarado Bien de Interés Cultural, no se ha logrado rehabilitarlo en su totalidad debido a los altos costes de restauración. Se calcula que una rehabilitación integral requeriría una inversión de 8 a 9 millones de euros, una cifra que se ha encarecido con el tiempo. A pesar de las profundas modificaciones que ha sufrido, el palacio conserva elementos arquitectónicos de gran valor, como el gran alero de madera que corona la fachada y los detalles barrocos de su monumental escalera interior.
La deteriorada fachada y el abandono del edificio, con ventanas rotas y grafitis, contrastan con el esplendor que debió tener en su época de apogeo. Aún hoy, este palacio renacentista sigue siendo una de las obras arquitectónicas más importantes de Zaragoza y un testigo silencioso de la historia de la ciudad. Las dos calles que flanquean el palacio, la calle del Desengaño y la calle de las Torres Secas, añaden un toque de misterio y carácter. La calle del Desengaño, por ejemplo, que sirve de salida trasera del hotel Alfonso, es conocida por los seguidores de la serie Aquí no hay quien viva, mientras que la calle de las Torres Secas, con su mítico cartel azul de José Alfonso, fue uno de los escenarios del rodaje de la película Las Niñas, de Pilar Palomero. En este lugar se realizó una de las fotografías emblemáticas del cartel del filme premiado.
Entre las propuestas para devolverle al Palacio de Fuenclara su antigua relevancia, se ha planteado la creación de un Museo de la Semana Santa de Zaragoza, dada su proximidad con otros monumentos religiosos y su amplio espacio. Otros han sugerido que el edificio podría convertirse en un centro LGTBI de Zaragoza, en respuesta a la demanda de un espacio amplio y accesible en la ciudad. Sin embargo, estos proyectos nunca llegaron a materializarse.
Hoy, el Palacio de Fuenclara es una de las “espinitas” de la administración local, que no ha podido hacer frente al coste de su rehabilitación, a pesar de numerosos estudios y evaluaciones. Mientras tanto, el edificio sigue esperando su oportunidad de renacer como un espacio cultural y comunitario, capaz de rendir homenaje a su gloriosa historia y de integrarse de nuevo en la vida de Zaragoza.
Dirección: Calle Fuenclara, 2, entre la Plaza de San Felipe y la Calle Alfonso