La Exposición Hispano-Francesa se celebró en Zaragoza de mayo a diciembre de 1908 para conmemorar el Primer Centenario de los Sitios de Zaragoza.
En 1902 la ciudad de Zaragoza decidió celebrar el Primer Centenario de los Sitios, celebración que se iba a mantener en un marco regular, formando la Junta Conmemorativa de los Sitios. La realización de una exposición industrial fue planteada, sin embargo su magnitud estaba en duda por falta de fondos.
En 1906 el gobierno nacional decidió entregar dos millones y medio de pesetas para financiar la exposición, con lo que se creó el comité ejecutivo de la Exposición a cuya cabeza se colocó a Basilio Paraíso, un empresario local.
Paraíso organizó la conmemoración del Centenario y la Exposición, encargando a Ricardo Magdalena la planificación.
La Exposición se planteó como un acontecimiento moderno, para demostrar el empuje cultural y económico de la ciudad y de Aragón, a la vez que serviría para estrechar lazos y restañar heridas con los vecinos franceses tras los acontecimientos de las Guerras Napoleónicas del siglo anterior.
Los terrenos de la Exposición fueron los de la llamada Huerta de Santa Engracia, alrededor de lo que actualmente es la Plaza de los Sitios.
Más de 36.000 obreros se encargaron de levantar los proyectos de Ricardo Magdalena y otros.
Magdalena diseñó los edificios más importantes, entre los que se encuentra el actual Museo de Zaragoza, un enorme palacio neorrenacentista inspirado en los palacios del siglo XVI aragoneses, o el Gran Casino, un edificio modernista que se mantuvo hasta 1930.
Arquitectos más jóvenes se encargaron de los demás edificios. Félix Navarro realizó el edificio de la Escuela de Artes y Oficios que se encuentra todavía en la Plaza de los Sitios.
En el centro de la Plaza de los Sitios se levantó el Monumento a los Sitios de Agustín Querol, escultor catalán que lo realizó en estilo modernista; aún se puede contemplar en la actualidad.
La mayoría de las construcciones eran modernistas y de carácter provisional, realizados en materiales baratos como la madera, el yeso y el adobe y fueron desmontados tras la exposición. Entre ellos el Teatro, la Puerta de Entrada, el Pabellón de la Alimentación, el Pabellón Mariano, el Pabellón Central o el Pabellón Francés en estilo neorrococó y que maravilló a los visitantes con una sección dedicada a la industria automovilística francesa.
Participaron más de 5.000 expositores, los más visitados los de agricultura, alimentación, industrias mecánicas y productos manufacturados. Además se podían visitar expositores de artesanía artística, sanidad y productos químicos y farmacéuticos, etc. Entre los expositores hubo tanto instituciones como el Gobierno francés o el Ministerio de Fomento, como empresas privadas, como Altos Hornos de Vizcaya que tenía su propio pabellón. También fue importante la participación de Cataluña.
La Exposición coincidió con varios congresos, entre los que cabe destacar el del Progreso de las Ciencias, el Agrícola Nacional, Cámaras de Comercio, Exportación, Sociedades Económicas y Turismo. Además también se realizó una gran Exposición Artística de arte contemporáneo, y también exposiciones de «arte retrospectivo».
El éxito de público, con más de medio millón de visitantes, llevó a prolongar el acontecimiento dos meses. Entre los visitantes hay que destacar al rey Alfonso XIII, que visitó la Exposición en diversas ocasiones.