La céntrica plaza Paraíso no evoca el Edén, sino al empresario, político y escritor Basilio Paraíso, que a inicios del pasado siglo tanto influyó en el desarrollo de la ciudad.
Aquí confluyen el paseo de las Damas, con su bullicio comercial; el de Sagasta, con algunas de las mejores casas art-decó; el paseo Independencia, que nos devuelve al centro histórico.
La plaza se abrió en 1908 con motivo de la Exposición Hispano-Francesa. En 1935 se instaló un monumento alegórico a Zaragoza (un león) y en homenaje a Basilio Paraíso (se le representa de medio cuerpo). Pocos años después se trasladó al Parque José Antonio Labordeta debido a que la escultura estorbaba la visibilidad al tráfico rodado.
Entre 1940 y 1950 la plaza también acogió la escultura del fundador de la ciudad, actualmente presente en la avenida de César Augusto, justo al lado de las murallas romanas.

En la década de los 60 se colocó una fuente decorativa de gran tamaño. En 2011, durante las obras de la segunda fase del tranvía, el Ayuntamiento de Zaragoza decidió desmontar la fuente, «que no tenía ningún valor histórico».
En ese mismo año la plaza Paraíso se peatonalizó y desde entonces une el Paseo Independencia con Gran Vía.
Una escultura de bronce con la imagen de Basilio Paraíso preside desde enero de 2013 la plaza que lleva su nombre.

La plaza Paraiso no podría tener mejores escuderos. A un lado, el Paraninfo de la Universidad, obra de Ricardo Magdalena y un hito para la institución académica.
Al otro, el edificio Eliseos, catalogado por su especial valor arquitectónico. Se construyó sobre los terrenos del antiguo velódromo, y fue proyectado por el arquitecto Teodoro Ríos Balaguer en 1945 bajo encargo de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Zaragoza, Aragón y Rioja. Las obras concluyeron un año después y dejaron una impronta monumental y clásica al gusto de la burguesía de la época.

En lo alto del inmueble destaca el conjunto escultórico en bronce del artista Félix Burriel, que firmó como Monumento al Ahorro, junto al escudo de Aragón.

Por debajo de la plaza, oculto bajo tierra y olvidado por la mayoría de la ciudadanía, discurre el río Huerva. En 1925 el cauce del Huerva fue transformado en un canal que posteriormente sería cubierto.

La mayoría de los zaragozanos de esa época no consideraban el Huerva como un recurso ecológico o histórico, sino simplemente como un río inoportuno, una molestia para el desarrollo y modernización de la ciudad que debía ser ocultada. La actuación permitió el ensanche de la ciudad y conseguir gran superficie de terreno urbano a precios baratos.
Sobre el curso del Huerva se diseñaron amplios espacios peatonales, como la Gran Vía, el Paseo de la Constitución o la propia Plaza Paraiso.
