Hay calles hechas para el silencio, así como hay calles hechas para la vida, para el trasiego, como es el caso de Conde Aranda, vía dedicada al noble Pedro Pablo Abarca de Bolea, que une César Augusto y el Coso con el Paseo de María Agustín y la Avenida de Madrid.
Conde de Aranda tiene su ritmo y eso todo el mundo lo sabe, todo el mundo lo siente. Por lo general, es lento, sobre todo al amanecer cuando la calle se estira como un gato perezoso y nocturno que le protesta al sol por adelantado.