Desde el siglo XII, existía en Zaragoza una escuela superior, creada y dotada por la iglesia local; en ella se enseñaba Gramática y Filosofía y se concedía título de bachiller.
En 1474 a solicitud del entonces príncipe, Fernando el Católico se elevó a la categoría de ‘universitas magistrorum’, al estilo de la Universidad de París. Este Estudio General zaragozano estaba autorizado para conferir grados de bachiller, licenciado y maestro en artes. Sus promotores fueron el cabildo eclesiástico de Zaragoza y los jurados de la ciudad.
En 1542 Pedro Cerbuna logró que Carlos I concediera a la ciudad de Zaragoza el privilegio fundacional de su Universidad. Por eso no es casual que la calle que hoy da el acceso principal al Campus desde la plaza de San Francisco lleve su nombre.
En 1587 se construyó el primer edificio de la Universidad de Zaragoza en la Plaza de la Magdalena, siguiendo el ordenamiento típico de colegio-universidad clásico de las primeras universidades españolas -Salamanca, Valladolid, Alcalá de Henares, etc-.

Con la construcción en 1893 del magnífico y emblemático edificio del Paraninfo, se descongestionaron temporalmente las aulas de la Magdalena al trasladarse los estudios de Ciencias allí.
Durante el primer tercio del siglo XX se volverían a quedar pequeñas las dos facultades.
En consecuencia, a partir de 1929 las autoridades universitarias zaragozanas comenzaron a realizar las gestiones oportunas para la construcción del Campus de San Francisco.


El Campus estaba destinado a ser uno de los hitos del ensanche de Zaragoza hacia el sur. En la década de los 30 la disposición de los terrenos en el entorno del Cuartel Palafox, Gran Vía y la Plaza San Francisco suponía cerrar la ciudad por el sur y abrir un nuevo espacio urbanizable hasta ese límite urbano, además de revalorizar los terrenos circundantes.
El hecho de que la Universidad de Zaragoza no tuviese autonomía para gestionar su patrimonio, que todas las decisiones tomadas en la capital aragonesas tuviesen que tener el beneplácito de las Cortes en Madrid, hizo que una y otra vez apareciesen problemas burocráticos y administrativos y que la licitación de los trabajos fuese lenta en extremo.
Los nuevos edificios se concibieron dentro del racionalismo en cuanto al ordenamiento de la planta, que respondía -y responden- a los principios de funcionalidad y lógica. No obstante, lo que se pretendía era construir centros destinados a la docencia, para lo cual Regino Borobio era un experto, y que junto con José Beltrán Navarro lograron ganar el concurso de anteproyectos que dispuso el Ayuntamiento de Zaragoza en 1933.

Después de la de Filosofía y Letras (1935), y la de Derecho (1939), se encargó a ambos arquitectos la redacción del proyecto de la Facultad de Ciencias en 1950.
Por eso no es casual que las tres tengan cierta estética muy similar. Son edificios eminentemente funcionales que adoptan esquemas de desarrollo en doble crujía lineal, más o menos fragmentada, de la que emergen las piezas singulares de los accesos, escaleras y unos especiales.
Todo ello con un sistema compositivo sencillo, prismático, regular, partícipe de la imagen de la arquitectura local, donde el ladrillo de los paños generales y la piedra en ciertos tratamientos de los elementos representativos configuran un conjunto armónico, por hablado de invariantes formales.
La Casa de Gobierno que tenía que dar acceso al campus no llegó ni siquiera a licitarse, y en 1962 se construyó el actual pórtico de acceso.

En el diseño inicial del conjunto igualmente se concibieron las zonas verdes y ajardinadas que le dan un encanto especial al Campus y se dejaron espacios libres para nuevas construcciones y ampliaciones.
También entre finales de los 60 y los inicios de los 70 se hicieron varios edificios nuevos. El que era el Instituto de Ciencias de la Educación, el Rectorado, y el emblemático Interfacultades, ideado como escapatoria para cualquier necesidad de aulas para los alumnos.

No acabaron aquí las obras. Luego llegaría dos de las construcciones más modernas para la época. Eran los años 1977 y 1978 cuando la corriente arquitectónica brutalista llegó al Campus de Zaragoza. Un estilo que queda representado por el hormigón y las estructuras prefabricadas que organizan las Facultades de Matemáticas y la de Geológicas.

La primera fue diseñada por el arquitecto Gonzalo García-Marquina Culebras y presenta una estructura de hormigón armado y unas fachadas de elementos prefabricados de hormigón con grandes huecos. El edificio está organizado en dos cuerpos simétricos laterales unidos por el cuerpo central de gran verticalidad gracias al uso de las ventanas.
La segunda también fue diseñada por Gonzalo García-Marquina Culebras, en esta ocasión con la colaboración de su colega Gloria Rahola Estrada. En su diseño destaca el uso de las formas geométricas de carácter recto que se mezclan con las de carácter curvo creando una composición muy sugerente.

Casi en paralelo se construyeron otros dos edificios, ambos algo alejados del corazón del Campus. Nos referimos al Hospital Clínico Universitario y la pertinente Facultad de Medicina.
Así se mantuvo el Campus durante décadas. Sin nuevas incorporaciones, pero si con diversas ampliaciones. Ocurrió en Derecho o en Ciencias, así como se construyó una nueva y necesaria biblioteca de Humanidades.


En 2013 se construyó la nueva Facultad de Educación, una obra diseñada por el arquitecto Javier Maya.
Este edificio se conforma a través de dos volúmenes conectados y a la vez diferenciados geométricamente y funcionalmente: la zona docente, propiamente dicha, en un bloque en torno a un patio; y la zona no docente formada por unos volúmenes más orgánicos en contacto más directo con el exterior.
La Facultad de Educación supuso un soplo de aire fresco al conjunto arquitectónico del Campus poco acostumbrado a la innovación constructiva y a la combinación de formas orgánicas.


El nuevo edificio de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Zaragoza, inaugurado en 2024, representa un hito significativo en la infraestructura educativa de la institución y en la revitalización del campus universitario.
Diseñado por el arquitecto Jaime Magén, destaca por su mínimo impacto ambiental. De hecho, es el primer edificio de emisiones casi nulas en todo Aragón. Genera su propia energía térmica y fotovoltaica mediante placas solares. Su diseño moderno y funcional se integra armoniosamente con el entorno universitario.
La estructura, que combina materiales tradicionales con elementos modernos, busca armonizar con el entorno histórico del campus sin renunciar a la innovación. Grandes ventanales y áreas abiertas permiten la entrada de luz natural, creando un ambiente luminoso y acogedor.


En esta Facultad estudian más de 2.500 alumnos y trabajan más de 500 profesores, investigadores y colaboradores.
El edificio alberga 10 grados universitarios y 11 másteres oficiales. Además, dedica espacios a dos institutos de investigación: el Instituto de Patrimonio Histórico (IPH) y el Instituto Universitario de Ciencias Ambientales (IUCA).
Dirección: Ciudad Universitaria (Campus Plaza San Francisco), Plaza San Francisco