A la sombra de la Basílica del Pilar, una iglesia sorprende nuestra mirada y deshace cualquier apariencia de monotonía. Es San Juan de los Panetes. Junto a ella pasan distraídos los habitantes de esa parte de la ciudad, tan acostumbrados a sus bellezas ocultas que apenas reparan en ellas.
En el año 1118 Alfonso I el Batallador reconquistó la ciudad de Zaragoza y el palacio de La Zuda pasó a ser la residencia de los reyes aragoneses.
Años más tarde, en 1180, el rey Alfonso II de Aragón, aconsejado por su esposa Doña Sancha de Castilla, muy amante de la Orden de San Juan de Jerusalén o de los Hospitalarios les concedió el solar donde estaba situado el antiguo palacio de los reyes Taifas, llamado de La Zuda, al lado de la muralla romana.
La Orden levantó sobre uno de los bastiones romanos San Juan de los Panetes, una iglesia románica, qué según parece ser, fue la primera iglesia cristiana consagrada en Zaragoza.
Los reyes se reservaron algunas dependencias para alojarse en sus visitas a la ciudad de Zaragoza.
La iglesia que vemos en la actualidad se concluyó en 1725 y sustituyó al edificio primitivo.
Al exterior presenta una sobria fachada de ladrillo rematada en un frontón triangular. La portada barroca de piedra está dividida en dos cuerpos, la puerta, en el inferior, es en arco de medio punto entre pilastras; el cuerpo superior esta constituido por una hornacina que contiene la imagen de San Juan Bautista.
Uno de los elementos más característicos de esta iglesia es su torre octogonal de ladrillo del siglo XVI. Su influencia es principalmente Mudéjar aragonés con un toque renacentista. Está rematada por un chapitel bulboso.
Su defectuosa cimentación en un lugar tan próximo al río Ebro, hizo que desde muy pronto se manifestara una visible inclinación hacia la Plaza del Pilar. Aunque pronto se estabilizó y así se ha mantenido hasta hoy en día.
En el año 1931 el arquitecto Teodoro Ríos, y posteriormente el arquitecto Iñíguez Almech, lucharon para que no derribaran la torre como quería el Ayuntamiento de Zaragoza.
Pero por fortuna se optó porque se mantuviera en pie y no solo eso. Los arquitectos de la época empeñados en su conservación lograron que en 1933 se declarara Monumento Nacional.
De hecho, la torre ha sido capaz de resistir el paso de los siglos, de incendios, de obras y de amenazas de derribo para convertirse en uno de los iconos más característicos de la ciudad.
La planta de la iglesia es basilical, con tres naves y una cúpula de lunetos sin tambor en el crucero. La ornamentación está realizada en estuco, con temas vegetales, muy del gusto de comienzos del siglo XVIII.
Sobre el suelo se hallan dispersas varias cruces de Malta, en clara alusión al origen maltesco de esta iglesia por haber sido la Orden de San Juan de Jerusalén —filial de la de Malta— mecenas de su primitiva construcción.
En la parte superior del arco de entrada encontramos el antiguo crismón románico, resto de la antigua iglesia de la Orden Militar de San Juan de Jerusalén. Este crismón, junto con el que podemos encontrar en la fachada principal de la basílica de Nuestra Señora del Pilar, son los dos únicos crismones románicos que se conservan en la ciudad de Zaragoza.
Es uno de esos lugares del pasado en medio de la ciudad que parece mentira que hayan sobrevivido a los envites del progreso.
La iglesia presenta una fachada exterior de aspecto sólido y robusto, mientras que en su interior nos encontramos con una decoración sencilla y unas hermosas líneas horizontales. Dentro podrás disfrutar de su frescura y tranquilidad, muy alejada de la ruidosa calle.
Dirección: Calle Salduba 3, junto a las Murallas Romanas y al Torreón de la Zuda