Construida en el siglo I, la muralla romana de Zaragoza protegía un perímetro de 3.000 metros con unos 120 torreones defensivos, de 8,30 metros de diámetro y con 14 metros de separación entre ellos, custodiados por más de 2.000 hombres armados, levantados a intervalos de entre 14 y 16 metros de distancia.
Sobre la altura, el célebre geógrafo musulmán Al-Idrisi les atribuye 40 codos (entre 22,8 y 24 metros).
Hoy están desaparecidos los pisos superiores de madera que refugiaban a los vigilantes.
Tampoco se han conservado las escaleras originales empotradas en la parte interior del muro para acceder a la parte superior de este, aunque los arqueólogos creen que cada una de las 120 torres originales tenía una.
Se conservan, con carácter monumental cinco de las 120 torres con que debió contar la muralla. Tres de ellas están en el tramo de San Juan de los Panetes y dos en el Santo Sepulcro, si bien todas restauradas y recrecidas, y alguna totalmente rehecha. Las excavaciones arqueológicas han permitido identificar en torno a una veintena más.
El trazado de la muralla Cesaraugusta se ajustaba a la forma de un campamento romano, rectangular con los ángulos curvos rodeando la trama propia de una ciudad nueva que se adapta a la geografía de su emplazamiento.
Puede seguirse a lo largo de la ribera del río, desde el Monasterio del Santo Sepulcro hasta San Juan de los Panetes, siguiendo hasta el Mercado Central y continuando por el Coso hasta llegar a la Plaza de la Magdalena y bajando de nuevo hasta el Santo Sepulcro, llegando casi al Ebro.
La muralla se abría por cuatro puertas, situadas en el extremo de sus ejes principales, la de Toledo (Oeste) y la de Valencia (Este), en los extremos del Decumanus (calles Mayor, Espoz y Mina y Manifestación); y la del Ángel (Norte) y la de Puerta Cinegia o del Arco Cinegio (Sur), en los del Cardo (Calle Don Jaime I).
Las puertas fueron un instrumento muy útil para cobrar el peaje de quienes querían entrar al corazón de la ciudad y refugiarse durante la noche, cuando la villa romana se cerraba hasta el amanecer para evitar en lo posible la delincuencia.
Sus muros tenían un considerable grosor, siendo la parte exterior de sillares de alabastro y caliza, y la interior de una argamasa de gran dureza (opus caementicium u hormigón romano). Sus torres eran semicirculares o ultrasemicirculares y tenían un diámetro entre los 8 y los 13m.
Los trabajos arqueológicos realizados en los últimos años han arrojado luz sobre los distintos sistemas defensivos que se fueron levantando en Zaragoza durante la época romana.
Gracias a ellos sabemos que exisitió un muro o vallum correspondiente al campamento que levantaron aquí las legiones IV Macedonica, VI Victrix y X Gemina (las legiones fundadoras de la colonia).
A lo largo de la historia la muralla romana fue sometida a numerosas reparaciones y obras de mantenimiento. La muralla fue reaprovechada por visigodos y musulmanes, ejerciendo una importante función defensiva durante la Edad Media.
La muralla romana se mantuvo como principal defensa de la ciudad hasta la construcción de la muralla de ladrillo o “rejola”, a mediados del siglo XIV.
Una vez perdida su función defensiva la muralla fue quedando oculta en el caserío de la ciudad, a la vez que era utilizada como cantera de piedra para obras públicas, sobre todo el Puente de Piedra, pero también para edificios privados.
En 1433 se derribaron varias torres de la muralla romana y la piedra obtenida se destinó a las obras del Puente de Piedra.
Un cantero anónimo describía así la calidad de la piedra procedente del derribo de una torre conocida como «la Caracoleña», que se utilizó para la construcción del Puente de Piedra: «…ay una piedra blanquinosa la qual tiene en si unos agujeros y con algunos caracolitos a buelta; es muy buena de labrar y muy comoda a todo genero de edificio, en especial para dentro del agua es maravillosa, que después que le ha tocado el agua y humedad haze un tez por encima que le haze fortisima».
Para intentar paliar el expolio de piedra de la muralla, en 1504, el concejo de la ciudad aprobó un ‘Estatuto de la piedra de las torres y de la muralla’. Este prohibía arrancar o utilizar piedras de la muralla o de sus torres salvo para obras de interés al conjunto de la ciudad, bajo pena de multas de 500 florines de oro. Pocos años después se volvió a autorizar la extracción de piedra de la muralla.
En la segunda mitad del siglo XIX, Zaragoza, como muchas otras ciudades ochocentistas, se ahogaba dentro de las murallas; sus puertas se cerraban al anochecer. Los rezagados se veían obligados a pasar la noche a la intemperie, o bien ir a pernoctar a una posada. Zaragoza necesitaba derribar sus murallas y expansionarse.
Es así como en 1865 comenzó la demolición de las murallas de la ciudad. El derribo del viejo recinto concluyó en 1868, en tiempos de La Gloriosa, por decisión de la Junta Revolucionaria.
Y uno se cuestiona si realmente fue una desacertada decisión de la que pedir cuentas a nuestros antepasados como otras muchas que a lo largo de nuestra historia han mermado notablemente el patrimonio artístico de los zaragozanos. Y no puede más que reconocer que fue fruto de la época.
El arquitecto Francisco Íñiguez realizó una intervención entre 1946 y 1952 que permitió el estudio de la muralla romana, además de su recuperación. También intervino en la rehabilitación de La Zuda, otorgándole su aspecto actual.
Desde mediados de los años 70 del siglo XX, la práctica sistemática de excavaciones arqueológicas en el casco urbano de Zaragoza, ha sacado a la luz un buen número de restos, muchas veces mínimos y otros de una gran entidad, que han contribuido al estudio y conocimiento de la muralla de Caesaraugusta.
Desde 1981 el Ayuntamiento de Zaragoza ha desarrollado una importante labor arqueológica, plasmada en unas 400 intervenciones de todo tipo y en la que se ha llevado a cabo la investigación, custodia y conservación de los vestigios aparecidos. De forma paralela se ha realizado una labor de puesta en valor y difusión de los mismos mediante la creación de la Ruta de Caesaraugusta, formada por los museos del Foro, del Puerto Fluvial, de las Termas Públicas y del Teatro.
La muralla romana prefiguró la ciudad futura y orientó su crecimiento inicial. Diseminados aún en varios sitios de la urbe antigua, como testigos de la historia, sorprenden aún los restos de aquella imponente barrera de rocas.
La mayor parte de aquella magnífica defensa fue destruida o permanece sepultada bajo las modernas calles, pero hoy en día todavía quedan en pie algunos lienzos y torreones de la muralla (algo más del 5% del perímetro original del recinto), aprovechados en casas y otras edificaciones. Estos fragmentos que han trascendido hasta la actualidad, permiten descubrir los límites que marcaban la separación entre la ciudad intramuros y extramuros.
Os planteamos un recorrido por el trazado de la muralla romana que ha quedado reflejado en el callejero actual de Zaragoza en las actuales Avenida de César Augusto, Coso (de ahí el nombre de esta vía, el Cursum, era el foso existente delante de la muralla) y Paseo Echegaray y Caballero, unos 3.000 metros lineales que abarcan una superficie de 44 hectáreas.
Uno de los tramos de muralla mejor conservados, de unos 80 metros de longitud, se levanta justo al lado de la Plaza del Pilar y del Torreón de la Zuda.
El Torreón de la Zuda era la sede de los gobernadores musulmanes de Zaragoza y fue construido aprovechando uno de los torreones de la muralla romana. Hoy en día se utiliza como oficina de turismo y puede visitarse.
Junto a la Muralla Romana y el Torreón de la Zuda, se encuentra la estatua de César Augusto, el fundador de la ciudad. Es posible que hayáis visto otras esculturas de Augusto iguales en otras ciudades españolas (Tarragona, Mérida, Astorga…), ya que la de Zaragoza, al igual que la de las otras ciudades es una réplica en bronce de la original, que se encuentra en los Museos Vaticanos de Roma.
La escultura representa a Augusto, gobernante con el que acabó la República y comenzó el Imperio en Roma. La decisión de fundar Zaragoza vino de él, y de ahí su nombre: Caesaraugusta.
La escultura original apareció en Roma en 1863, cuando se excavaba un palacio que había pertenecido a la esposa de Augusto, en los alrededores de una zona conocida como Prima Porta. La réplica en bronce que podemos ver al lado de las murallas romanas fue un regalo de Mussolini, hecho en el año 1940 a varias ciudades fundadas por Augusto o que habían tenido una relación especial con él.
En el solar en el que se encuentra el Mercado Central existía un tramo de la muralla intacto, sin añadidos y sin obras posteriores, conservado en perfecto estado.
Formaba parte, además, de un torreón que se integraba en la antigua Puerta de Toledo (derribada en 1848).
Bajo la calzada de la calle se conserva el basamento de la torre norte de la puerta, un gran cubo semicircular de 13 metros de diámetro, y las cimentaciones de alguna de las dependencias correspondientes a la parte interior de la puerta.
En la actualidad se puede ver un fragmento del muro que cerraba la torre hacia el interior de la ciudad (está situado justo detrás de la escultura de César Augusto).
Para hacer sitio al nuevo mercado parte de estos vestigios se dinamitaron.
En los sótanos del inmueble número 66 de la Avenida César Augusto se conservan restos de un torreón hallados en 1995 durante el derribo del antiguo edificio que ocupaba el solar.
En el solar del número 52 de César Augusto aparecieron la base casi completa de un torreón y parte del lienzo posterior, que incluía tanto hormigón correspondiente a la primera fase de la muralla como la sillería exterior y su cimentación.
También se han encontrado restos de la muralla en los bajos del Palacio de los Condes de Morata (actual Audiencia Provincial) y sus casas vecinas.
En 2001, durante las obras del Centro Comercial Puerta Cinegia Gastronómica (Coso 35) aparecieron en el solar restos de dos torreones y dos lienzos, con una longitud de 53 metros.
Estos restos eran parte de la zona interior de la muralla romana, estaban realizados con mortero y sobre ellos se colocaban los sillares de piedra. Hoy en día podemos contemplarlos en las paredes y bodegas del restaurante La Lobera de Martín, en los bajos del restaurante La Brasería de Martín y en otros espacios comerciales.
Entre la Plaza de España y el Coso se ubicaba la Puerta Cinegia o del Arco Cinegio. En época romana (siglo III) fue puerta de la muralla romana dando entrada al Cardo Máximo (calle principal norte-sur de la ciudad).
Esta zona tenía gran importancia ya que también es donde se abrió el primer mercado hasta 1210, fecha en que se trasladó a la zona del Torreón de la Zuda. Esta puerta fue objeto de varias reformas, la más importante en 1492. Fue derribada en 1809 a causa de los graves daños sufridos durante los Sitios de 1808 y 1809.
A la entrada de la calle de los Mártires todavía se conservan restos de la antigua Puerta Cinegia.
Durante las obras de remodelación del Teatro Principal (Coso 57) realizadas entre 1985 y 1987 aparecieron restos de un torreón de 7 metros de arco máximo y un tramo de lienzo.
En 1995 se encontraron en una zanja de la Calle Eusebio Blasco (justo al lado del Teatro Principal) restos de la muralla y sillería. Los restos se conservan bajo el pavimento de la calle.
La excepcional anchura del conjunto, cerca de 20 metros, con una solución de continuidad entre ambos extremos, y que algunos elementos fueran poco convencionales, permite plantear que podría tratarse de dos estructuras cercanas pero diferentes.
El número 101 del Coso, frente a la Calle Espartero y la Plaza de San Miguel, era conocido antiguamente como ‘las Piedras del Coso‘. Desde principios del siglo XIX, una placa recordaba que allí se acababa Zaragoza: «Esta piedra del antiguo muro indica que aquí está el término de la ciudad«. En 2005, la placa desapareció del hueco que llevaba 200 años ocupando.
En este solar se conservan restos que configuran el cambio de dirección de la muralla entre los frentes este y sur, posiblemente siguiendo la topografía del terreno. Corresponden a un torreón ligeramente mayor que los otros conocidos.
Durante las obras de construcción del antiguo Seminario de San Carlos, se utilizaron piedras procedentes del tramo de muralla existente en ese lugar. Si bien la muralla como tal ha desaparecido, en los sótanos del Seminario se conservan algunos sillares in situ que mantienen la alineación con otros tramos de muralla cercanos.
En la actual Plaza de la Magdalena, en el extremo este del Decumano Máximo (actuales calles Manifestación, Espoz y Mina y Mayor), se encontraba la Puerta de Valencia, la puerta oriental de la muralla romana.
En principio fue la Porta Romana, la puerta más importante de la ciudad porque marcaba el camino para ir y volver a Roma, capital del Imperio.
En 1867, ante la necesidad de ampliar la plaza, se aprobó su derribo.
Durante las obras de demolición aparecieron diversos elementos arquitectónicos romanos, además de varias inscripciones depositadas en el Museo de Zaragoza. De ellas destaca una, que hace referencia a la Puerta denominándola Porta Romana, quizás por estar en el origen de la ruta desde Caesaraugusta a Roma.
En la misma plaza, todavía permanecen visibles varios sillares perfectamente labrados y adosados en el muro de una casa, además del recuerdo de la puerta desaparecida en una pintura mural de un edificio anexo.
En los sótanos de dos locales comerciales del número 147 del Coso se conserva la parte inferior de la torre sur que hacía de soporte del portal de la muralla.
El tramo fue descubierto en julio del 2017 por la ex arquitecta municipal Úrsula Heredia y consta de una extensión de 4,75 metros de largo y 2,3 de alto, en el que se encuentran seis alturas de sillares intactos de la época romana, sin añadidos y sin obras posteriores, conservados en perfecto estado.
En 1587 se construyó el primer edificio de la Universidad de Zaragoza en la Plaza de la Magdalena, de planta rectangular y alrededor de un patio central. A través de él se accedía a la capilla de Pedro Cerbuna, a la biblioteca, a las aulas o a la casa del bedel.
La construcción de la Universidad supuso el derribo del tramo de muralla romana que ocupaba este solar. Toda la piedra procedente de la demolición se reutilizó en los nuevos edificios tallando los sillares para las piezas de la columnata del claustro.
Briz Martínez describió el derribo de la muralla en la antigua Universidad: ‘…que la fábrica era muy ancha, y espaciosa, las piedras conocidamente fueron trydas de otros edificios assolados; pues vimos sacar columnas enteras, bien labradas, arcos, piedras con epitafios y sepulcros Romanos’.
En 1969 el Ministerio de Educación aprobó el derribo del edificio de la Universidad de la Magdalena, salvo la Capilla de Cerbuna, sede de la Biblioteca. En 1973 se hundió la Capilla de Cerbuna, en la que todavía quedaban fondos bibliográficos, que quedaron expuestos a la intemperie, entre las ruinas, y al saqueo, sin que nadie lo impidiera. En el solar se levantó el IES Pedro de Luna.
Una de las partes mejor conservadas de la muralla romana actualmente forma parte de los muros exteriores del Convento del Santo Sepulcro, en el Coso llegando casi al Ebro, junto al Puente de Hierro. Su fundación se remonta al siglo XIII y es el único ejemplo de arquitectura conventual Mudéjar que ha sobrevivido en la ciudad hasta nuestros días.
Este tramo está formado por dos torres, con sus correspondientes lienzos y restos de otras dos. Tras la última de ellas se puede ver el ángulo que marca el giro hacia la Puerta de Valencia del chaflán que ocupa la esquina noreste de la muralla.
En el Convento también se conservan los restos de un posible dique romano de contención del río Ebro.
El Ayuntamiento de Zaragoza firmó en el año 2022 un convenio de colaboración con las Canonesas del Santo Sepulcro, en virtud del cual la ciudad colabora en la conservación y difusión del patrimonio existente en el monasterio de la Resurrección
Para ello, los sábados a las 18,00 horas y los domingos a las 12,00 horas, se realiza un visita guiada, de una hora de duración. El acceso a la misma es a través de la pasarela metálica ubicada en Coso 175.
La visita lleva por título ‘Muralla interior. Los pasetes del monasterio y las murallas‘ porque en una antigua visita pastoral de un obispo se describían los ‘pasetes’ del monasterio, entonces ocupados por una serie de celdas individuales para las canonesas.
El recorrido arranca en la Caesaragusta romana y la construcción de la muralla, pasa por época musulmana, el medievo, la fundación del propio monasterio y la época moderna hasta la Guerra de la Independencia.
En los sótanos del inmueble número 152 del Paseo Echegaray y Caballero se conservan restos de un torreón. Este torreón conformaba la esquina septentrional del chaflán que unía los tramos de muralla oriental (Coso Bajo) y norte (Paseo Echegaray y Caballero).
El tramo norte de la muralla, que corría paralelo a la ribera del Ebro, tenía una estructura similar al resto, aunque con un grosor menor (entre 4,5 y 5 metros).
La muralla pudo faltar en algún punto concreto de este tramo, sustituida por los potentes zócalos de cimentación de algunos monumentos como el Foro.
Se desconoce el aspecto y la ubicación exacta de la puerta norte de la muralla romana, aunque posiblemente coincidía con la posterior Puerta del Ángel, al final de la Calle Don Jaime I y frente al puente que daba acceso a la ciudad desde el norte (donde actualmente se encuentra el puente de Piedra).
Actualmente, podemos ver algunos restos de dónde comenzaba esta puerta en la pared lateral de La Lonja.
En 1616 el fraile franciscano Diego Murillo describía así la Puerta del Ángel: «…en la puerta de la puente por donde se entra a la ciudad la cual es noteblemente grande, y está sobre ella una figura de mármol del Ángel Custodio, muy bien labrada, que con esto, y dos hermosas torres que tiene a los lados, de donde se continúan las dichas casas, hacen una vistosa y gallarda perspectiva».
Las obras de consolidación de la Basílica del Pilar, entre 1930 y 1935, pusieron al descubierto restos de la muralla de unos 65 metros de longitud. Estos restos aparecieron a la altura de la zona norte del coro, la cúpula central y la santa capilla, quedando sepultados por el hormigón que se inyectó en la cimentación del templo.
En la Calle Salduba aparecieron restos de los muros de sillería y hormigón. El lienzo de sillería había sido sustituido en parte por un conglomerado de cal, cantos rodados y sillares de época musulmana. Este arreglo se ha relacionado con la reconstrucción de esta parte de la muralla tras la gran riada del año 827.
También se han encontrado restos de menor entidad, conservados bajo la calzada de algunas calles (Galo Ponte, Alfonso I, Mártires, Don Jaime I, San Vicente de Paúl y San Jorge) y otros, de mayor trascendencia, que se conservan en los bajos de edificios de titularidad pública o privada, como Coso 33-39, Mártires 2, Coso 75-79 (segmentos de torreones) o en la confluencia del Coso con la calle San Jorge entre otros.
En la actualidad la muralla romana de Zaragoza cuenta con el máximo grado de protección jurídica reconocido en la legislación sobre patrimonio histórico, tanto autonómica como nacional: la declaración como Bien de Interés Cultural publicada por el Gobierno de Aragón para los tramos de San Juan de los Panetes (BOA de 18 de enero de 2002) y Convento del Santo Sepulcro (publicada el 8 de diciembre de 2003).