Zaragoza acoge uno de los museos más singulares de España: el Museo Pablo Gargallo, dedicado en exclusiva al escultor aragonés Pablo Gargallo (1881–1934). Ubicado en el Palacio de Argillo, en la Plaza San Felipe, este espacio no solo alberga una importante colección de su obra, sino que también forma parte de un recorrido artístico que se extiende por el entorno de la plaza.
Antes de entrar al museo, la propia plaza ya ofrece una muestra del universo de Gargallo. Dos esculturas ecuestres reciben al visitante: «El saludo olímpico», formado por El atleta clásico y El atleta moderno, creados para el Estadio Olímpico de Montjuïc en 1929 con motivo de la Exposición Universal de Barcelona.

A escasos metros, en la calle Candalija, se encuentran otras dos esculturas monumentales: «La vendimiadora» (1928) y «El pastor del águila» (1928), también realizadas para ese mismo evento. Junto con El pastor de la flauta (1927), estas piezas formaron parte del ambicioso proyecto de ornamentación de la Plaza de Cataluña.



El museo ocupa el Palacio de Argillo, un edificio barroco de 1661, ejemplo destacado de la arquitectura civil de la nobleza aragonesa. Su transformación en museo se concretó gracias al impulso de Pierrette Gargallo de Anguera, hija del escultor, que en 1982 firmó con el Ayuntamiento de Zaragoza el contrato fundacional. El museo abrió sus puertas en 1985 y ha crecido desde entonces con donaciones particulares, adquisiciones y el compromiso constante de la familia Gargallo.
El museo permite seguir la trayectoria completa de Pablo Gargallo, desde sus primeros trabajos hasta sus últimas esculturas. Formado en la Barcelona modernista, trabajó en el taller de Eusebi Arnau y fue alumno de La Lonja. Desde allí dio el salto a París, donde amplió su lenguaje artístico y trabó amistad con figuras como Picasso o Juan Gris.
Gargallo se caracterizó por una profunda renovación del lenguaje escultórico, explorando materiales como el hierro, el cobre o el plomo. Aunque siempre fiel a la figura humana, fue un innovador radical, especialmente en el uso del vacío y la luz como elementos constructivos.
Entre las piezas más destacadas del museo se encuentra «El Gran Profeta» (1933), situada en el patio interior, una obra clave en la que se sintetizan buena parte de sus hallazgos expresivos.

También sobresale «Mujer del espejo» (1934), representativa de su última etapa, más cercana a un clasicismo depurado.

Además de esculturas, el museo cuenta con una amplia colección de dibujos, maquetas, plantillas de trabajo y documentación biográfica que permiten comprender mejor el proceso creativo de Gargallo.
Pablo Gargallo fue uno de los escultores más importantes del primer tercio del siglo XX. Su obra figura en museos como el Museo Reina Sofía, el Centre Pompidou o el MoMA de Nueva York, pero es en Zaragoza donde puede entenderse con mayor profundidad su evolución artística y su aportación a la escultura moderna.
Tras los pasos de Pablo Gargallo en Zaragoza es, más que un recorrido por sus obras, una invitación a descubrir la historia de un creador irrepetible que supo dialogar con la tradición y con la vanguardia, y que encontró en el cuerpo humano y en el vacío una forma de esculpir lo invisible.