El 31 de marzo de 1578 era lunes de Pascua, día festivo, y un personaje elegantemente ataviado, montado en su caballo y rodeado de varios criados, se dirigía a su casa, en el centro de Madrid, cuando tres espadachines se acercaron a la cabalgadura y, sin mediar palabra, propinaron al jinete una estocada mortal.
Se trataba de Juan de Escobedo, secretario y hombre de confianza de don Juan de Austria, el joven hermano de Felipe II nombrado gobernador de los Países Bajos el año anterior.
Inmediatamente después del asesinato de Escobedo corrió el rumor en Madrid de que el autor material era Antonio Pérez, secretario del Rey Felipe II, o unos sicarios enviados por él.
Las sospechas recaídas de inmediato sobre Antonio Pérez, obligaron a Felipe II a actuar.
Sin embargo, no le imputó directamente el crimen, sino otros hechos graves que bastaban para apartarlo algún tiempo de la vista del público y para distraer la atención de este. Pérez fue acusado de divulgar o vender secretos de Estado y de otras fechorías económicas.
Antonio Pérez, estuvo cautivo un tiempo en la fortaleza de Turégano. Luego, aun desposeído de sus cargos oficiales y pese a haber sido procesado, siguió actuando al servicio directo del rey en determinados asuntos públicos. Contó casi siempre con la regia confianza, al menos aparente, y sostuvo con el monarca una relación que parecía cordial.
La confesión de uno de los sicarios contratados por Antonio Pérez para realizar aquel asesinato complicó su vida.
En 1590, agotada su paciencia, Felipe II exigió a Antonio Pérez que declarara, sometido a tormento, todo lo que supiera al respecto. De esta forma, las declaraciones de Pérez y de los otros testigos pusieron fin a la causa criminal. El acusado huyó a Aragón, patria de su familia paterna y se acogió a los fueros del reino.
Según estos, se le garantizaba un juicio justo para los parámetros de la época, se le evitaba sufrir tortura e incluso no se le podía juzgar por delitos cometidos en otro reino, como era el de Castilla.
Su exsecretario sabía mucho y no podía permitir que escapara, de modo que el rey exigió a las instituciones aragonesas que le devolvieran al preso.
Juan de Lanuza el Joven era el Justicia Mayor de Aragón cuando se produjo un conflicto entre Felipe II y Antonio Pérez. Ocupaba un cargo que había ya sido ejercido previamente por varios miembros de su familia; entre ellos, su propio padre, Juan de Lanuza el Viejo.
El Justicia Mayor era de una de las instituciones históricas del Reino de Aragón, encargado de velar por el cumplimiento de los fueros aragoneses. Durante el mandato del Justicia
El 24 de mayo de 1591, a petición de Felipe II, se trasladó a Antonio Pérez al Palacio de la Aljafería, donde estaba la cárcel de la Inquisición. Este tribunal sí que tenía jurisdicción en Aragón, y al acusarlo de herejía, el monarca esquivaba las limitaciones que los fueros imponían al poder real.
Pérez escapó de su cautiverio gracias a la acción de muchos aragoneses amigos suyos. Sus seguidores incluso atacaron e hirieron de muerte al Marqués de Almenara, representante del rey en Aragón.
El Reino de Aragón se levantó en armas liderado por Juan de Lanuza, quien declaró contrafuero las acciones del rey.
Cuando Felipe II recibió noticia del motín y de la muerte de Almenara, ordenó que las fuerzas que se estaban preparando para apoyar a la Liga Católica en la Guerra de los tres Enriques en Francia -un ejército de 10.000 soldados castellanos comandados por Alonso de Vargas- se concentraran en la plaza fuerte de Ágreda, cerca de la frontera con Aragón.
La entrada del ejército real en Aragón conmocionó a todo el reino. Las indisciplinadas tropas fieles al Justicia y a las instituciones aragonesas, acampadas en Utebo, se dispersaron en todas las direcciones.
Alonso de Vargas y el ejército real entraron sin oposición en Zaragoza el 12 de noviembre de 1591. El Justicia fue detenido, y condenado a muerte sin juicio por orden del rey.
Entre redobles de tambores del ejército castellano y con una Zaragoza vacía y en silencio, el 20 de diciembre de 1591 el Justicia Mayor de Aragón, Juan de Lanuza, era ajusticiado en la plaza del mercado (justo al lado del actual Mercado Central) por orden de Felipe II.
Estos eventos, conocidos como Alteraciones de Aragón, también provocaron la erosión de los Fueros de Aragón. No se suprimió ninguna institución aragonesa, pero fueron reformadas: el rey tenía ahora el derecho a nombrar a un virrey no aragonés; la Diputación del Reyno (comité de las Cortes) perdió parte del control sobre los ingresos aragoneses y vigilancia regional, quitándole además el poder de llamar a representantes de las ciudades; la Corona podía retirar de su puesto al Justicia de Aragón y la Corte de Justicia se puso bajo control del rey; y finalmente se modificaron aspectos del sistema legal aragonés.
Antonio Pérez huyó a Francia. De allí pasó a Inglaterra, donde se relacionó con círculos nobles y aún con la mismísima Reina Isabel I a la que ayudó en sus acciones bélicas contra España. La más sonada fue la que, codirigiendo la flota de corsarios ingleses acabó con el incendio, en Puerto Real, de la Flota de Indias, lo cual provocó la quiebra de la Hacienda Española.
Sus intrigas con reyes, reinas y corsarios hacen de él un personaje de novela. Hasta tal punto es así que el personaje de don Adriano Armado, en ‘Penas por amor perdidas’ (una de las primeras obras teatrales de William Shakespeare), se supone basado en su persona.
En la actualidad, en Zaragoza hay varios lugares que recuerdan la figura de Juan de Lanuza.
Una placa en una de las fachadas del Mercado Central recuerda el lugar donde fue ejecutado: «1591 – 1991. In memoriam Jvan de Lanvza V. Por defender los fueros y observancias. Por reclamar las libertades y derechos. Por enfrentarse con la inquisición. Por estar con el pueblo de Aragón a los gritos de contrafuero y viva libertad. Por oponerse a la invasión del Reino Aragonés por el ejército extranjero de Felipe II. Por una reacción desaforada… Murió decapitado en esta plaza el día 20 de diciembre de 1591 el Justicia Mayor de Aragón D. Juan de Lanuza el Mozo. Los aragoneses evocan su memoria en el IV centenario de aquella trágica jornada y reafirman su tradición de defensores de sus fueros y de las libertades y derechos. 20 de diciembre de 1991″.
En la céntrica Plaza de Aragón se encuentra el Monumento al Justiciazgo, que representa la figura de Juan de Lanuza. El proyecto de Félix Navarro se aprobó en 1887 y el conjunto escultórico fue inaugurado oficialmente en 1904.
Además, desde 1914 los restos óseos de Juan de Lanuza descasan en la iglesia de Santa Isabel, situada en la Plaza del Justicia.
En 1978, con la aprobación del Estatuto de Autonomía de Aragón, se buscó la restauración de la figura del Justicia aunque evidentemente con unas funciones algo diferentes.
En 1982 quedó aprobada la restauración del Justiciazgo aragonés siguiendo el espíritu que tenía esta figura histórica como ‘defensor de los fueros y observancias; centinela de las libertades de Aragón y vigía de la constitución organizadora del Estado’.
Cada 20 de diciembre, representantes políticos y de la sociedad civil aragonesa rinden homenaje a Juan de Lanuza por medio de una ofrenda floral ante su monumento en la Plaza Aragón.