Palacio de la Aljafería en Zaragoza
Palacio de la Aljafería

Palacio de la Aljafería

En sus más de mil años de existencia los muros del Castillo de la Aljafería han sido testigos de la historia de Aragón y por sus patios y salones todavía se susurran los cuentos y leyendas que contaban los trovadores a reyes y reinas.

La Aljafería se contruyó en el siglo XI, un tiempo en el que Saraqosta, conocida como Medina Albaida (la ciudad blanca), era la capital de uno de los reinos taifas musulmanes más poderosos de la Peninsula Ibérica, cuyas fronteras llegaban hasta el mar Mediterráneo.

Su importancia radica en que es el único testimonio conservado de un gran edificio de la arquitectura islámica hispana de la época de las taifas.

Reinaba el monarca Abu Yafar Ahmad ibn Sulayman (Al-Muqtadir), un apasionado de las matemáticas y la astronomía.

Estancias del testero norte, con el triple acceso al Salón Dorado
Estancias del testero norte, con el triple acceso al Salón Dorado

De su nombre deriva la actual denominación del palacio: de Yafar vino al-Yafariyya, después Aliafaria y por último Aljafería. Sin embargo, en origen fue conocido como “Qasr al-Surur” o “Palacio de la Alegría”, y fue construido como quinta de recreo de los reyes de Taifas fuera de la ciudad musulmana, entre huertas y acequias.

La suntuosa Aljafería fue la sede de su corte, creando en sus dependencias un centro de cultura donde acudieron intelectuales y artistas de todos los puntos de Al-Ándalus, buscando un refugio de tolerancia y mecenazgo.

Allí se dieron cita poetas, músicos, historiadores, místicos y, sobre todo, nació una de las mejores escuelas de filosofía del mundo, con la incorporación plena de Aristóteles a la filosofía árabe, labor que, iniciada en Oriente por Ibn Sina (Avicena) y fue desarrollada con un criterio independiente por el zaragozano Ibn Bayya (Avempace) de los cristianos. La labor de Avempace fue el punto de partida de la filosofía hispano-árabe, que fue continuada por Ibn Rushd (Averroes) y en la cultura hebrea por Moses ben Maimon (Maimónides).

Vista de la parte del Patio de Santa Isabel construido por los Reyes Católicos
Vista de la parte del Patio de Santa Isabel construido por los Reyes Católicos

Este palacio es considerado en la actualidad como una de las cimas del arte hispanomusulmán. Tipológicamente, el conjunto se inspiró en los palacios omeyas del desierto del siglo VIII.

Estaba rodeado por una muralla cuadrangular, en cuyos ángulos se disponían cuatro torreones circulares y en sus lados doce más de traza ultra-semicircular. De todos ellos, tan solo los que figuraron en la muralla oriental se han vuelto a reconstruir.

Torreones de la muralla oriental del Palacio de la Aljafería
Torreones de la muralla oriental del Palacio de la Aljafería

En el interior, el eje central en dirección Norte-Sur, alberga las construcciones residenciales del palacio taifal, de gran belleza ornamental.

Sin embargo, poco después, en 1118, el rey Alfonso I el Batallador conquistó la ciudad a los musulmanes y la Aljafería fue convirtiendose sucesivamente en el palacio de los monarcas de la Corona de Aragón y de los Reyes Católicos, sede de la Inquisición, cuartel general del ejército y en la actualidad Parlamento de Aragón.

Cabe destacar el Patio de Santa Isabel, el oratorio Mihrab, el Salón Dorado y la Torre del Trovador, fechada en el siglo IX y en la que Verdi sitúa la acción de su famosa opera Il Trovatore.

El Patio de Santa Isabel es un espacio abierto y ajardinado en torno al cual se reunía todo el antiguo palacio taifal de lo que hoy es el Palacio de la Aljafería. Construido a cielo abierto y con dos albercas en sus extremos, su estructura gira alrededor del patio rectangular.

Vista de la parte del Patio de Santa Isabel construido por los Reyes Católicos

Al igual que en La Alhambra, al patio se accedía caminando por un estrecho y oscuro túnel, que aumentaba la belleza y espectacularidad del jardín musulmán. La restauración intentó dar al patio su esplendor original, y para ello se dispuso una solería de placas de mármol en los pasillos que rodean al jardín de naranjos y azahar.

Su nombre honra a la infanta Isabel de Aragón y Sicilia, venerada como santa por la Iglesia Católica. Hija del rey Pedro III el Grande, se convirtió en reina de Portugal por su matrimonio con Dionisio I el Labrador y fue madre de Alfonso IV el Bravo.

El Mihrab servía de mezquita u oratorio privado del rey musulmán y su corte. Es una pequeña estancia construida en el siglo XI y orientada hacia La Meca.

A ella se accede a través de una portada que acaba en un arco de herradura inspirado en la Mezquita de Córdoba pero con salmeres en forma de S, una novedad que imitará el arte almorávide y nazarí.

La mezquita u oratorio privado del rey musulmán y su corte, es una pequeña estancia construida en el siglo XI
El Mihrab era la mezquita u oratorio privado del rey musulmán y su corte
Techo del mihrab de la Aljafería
Techo del Mihrab de la Aljafería

El frontal del Mihrab se conforma mediante un arco de herradura muy tradicional, de formas cordobesas y rosca de dovelas alternadas, unas decoradas con relieves vegetales y otras lisas (aunque en origen estuvieron adornadas con decoración pictórica). Siguiendo con el arco de la portada, un alfiz enmarca su trasdós, en cuyas albanegas aparecen rehundidas dos rosetas gallonadas, como también lo es la cúpula del interior del “Mihrab”.

Convertido en polvorín y más tarde en cocina, la decoración pictórica del siglo XI fue rescatada gracias a la labor restauradora de Francisco Íñiguez.

El Salón Dorado tenía en sus extremos este y oeste dos aposentos que fueron alcobas privadas posiblemente de uso regio. Hoy se ha perdido la alcoba del flanco occidental, que se usó como dormitorio real y utilizaron también los reyes aragoneses hasta el siglo XIV.

Los techos, alfarjes en madera, reproducían el firmamento, y todo el salón era una imagen del cosmos, cuajada de símbolos del poder que sobre el universo celeste ejercía el monarca de Zaragoza, que aparecía así como heredero de los califas.

En el Salón Dorado había un arco ciego -donde se situaba el rey- en cuya rosca se disponía una trama geométrica muy tradicional imitando la celosía de la fachada del mihrab de la Mezquita de Córdoba, edificio al que se buscaba emular.

De este modo, desde el patio, aparecía semioculto por las tramas de columnas tanto de la arquería de acceso al Salón Dorado, como de las del pórtico inmediato, que daban un aspecto de celosía, una ilusión de profundidad, que admiraba al visitante y daba esplendor a la figura del monarca.

Patio de Santa Isabel del Castillo de la Aljafería

Los suelos de las estancias regias eran de mármol y las recorría un zócalo de alabastro. Circundaba estas salas una banda de decoración epigráfica con caracteres cúficos que reproducían suras coránicas que aludían al significado simbólico de la ornamentación.

Antes de la construcción del palacio ya existía allí la que ahora conocemos como Torre del Trovador, originaria del siglo IX, y que se usaba como torre de vigilancia. Esta se integró después en el palacio islámico, construido a imagen de los castillos omeyas de Siria y Jordania.

La Torre del Trovador es la edificación más antigua de la Aljafería y recibió este nombre a partir del drama romántico de Antonio García Gutiérrez, El Trovador, de 1836. Este drama fue convertido en libreto para la ópera de Giuseppe Verdi, Il Trovatore, de 1853.

La estructura original de la torre, construida en el siglo IX con elementos de la muralla romana, se conserva junto con los restos de una estructura hidráulica tardorromana que comunica directamente con el río Ebro. Algunos autores también la han identificado como la torre de homenaje de un castillo feudal descrito en el Cantar de Roldán (siglo XI).

Primera planta de la Torre de Trovador. Se aprecian los arcos de herradura del siglo IX (Foto: Escarlati bajo lic. CC BY-SA 3.0)
Primera planta de la Torre de Trovador. Se aprecian los arcos de herradura del siglo IX (Foto: Escarlati bajo lic. CC BY-SA 3.0)

La torre es de planta cuadrangular y cinco pisos, y está edificada con alabastro, con el que los romanos construían sus murallas. Este estilo es todavía visible en la escalera de acceso y en la puerta principal de acceso. Entre los siglos IX y X, bajo la Taifa de Zaragoza, era una torre vigía y baluarte defensivo, al tiempo que se le rodeó de un pozo, que en algunos periodos llegó a estar lleno de leones y otros animales salvajes.

En 1070 Al-Muqtádir ordenó instalar en la terraza de la torre un observatorio astronómico, en el que el monarca musulmán pasaba largas horas con sus astrónomos estudiando el movimiento de los planetas, la posición de  las estrellas y los fenómenos que se producían en el cosmos.

Observatorio astrónomico en el periodo califal
Observatorio astrónomico del periodo califal

Al-Muqtádir creía que el destino de los hombres y de las naciones había sido escrito por Dios en el cielo en el momento de la creación del mundo y que todas las preguntas tenían su respuesta  en los astros y las estrellas. Sólo era preciso saber interpretar con exactitud ese mensaje cósmico.

Tras la toma de Zaragoza por Alfonso I el Batallador en 1118, la Aljafería fue habilitada como palacio de los reyes de Aragón y como iglesia, no siendo modificado sustancialmente hasta el siglo XIV con la actuación de Pedro IV el Ceremonioso. Este rey amplió ampliar las dependencias palaciegas en 1336.

A finales del siglo XIV el rey Martín I el Humano mandó construir, posiblemente sobre la vieja mezquita palatina, la iglesia de San Martín para custodiar el Santo Grial.

El Santo Cáliz se trasladó por voluntad del monarca a La Aljafería desde el cenobio de San Juan de la Peña. 100 años después, Alfonso V el Magnánimo se lo llevó a la Catedral de Valencia, donde sigue venerándose.

El patio de San Martin contiene la iglesia del mismo nombre, construida en el siglo XIV por Martín I el Humano para albergar el Santo Grial
El patio de San Martin contiene la iglesia del mismo nombre, construida a finales del siglo XIV por Martín I el Humano para albergar el Santo Grial

En los últimos años del siglo XV los Reyes Católicos ordenaron construir un fastuoso palacio para uso real sobre el ala norte del antiguo recinto islámico, configurando una segunda planta superpuesta a la del palacio existente.

Las obras están fechadas entre 1488 y 1495 y en ellas participaron un equipo de maestros mudéjares encabezados por Faraig de Gali. Este maestro concertó junto a Mahoma Palacio y Brahem Muferrich la realización del espléndido artesonado del Salón del Trono en abril de 1493.

El Salón del Trono de los Reyes Católicos en el Palacio de la Aljafería
El Salón del Trono de los Reyes Católicos
Escaleras principales del palacio de los Reyes Católicos en La Aljaferia
Escaleras principales del palacio de los Reyes Católicos en La Aljaferia

En el Salón del Trono recibían los Reyes las quejas y súplicas de las más distinguidas personalidades del Reino. Aunque no hay pruebas fehacientes de ello y casi por exclusión, se da por bueno que fue aquí donde se decidió la vuelta al mundo de Magallanes y Elcano.

El techo, grandioso, como en el resto de las dependencias palaciegas, se cubre con soberbias retículas geométricas de madera posteriormente tallada, pintada y sobredorada con pan de oro, entre cuyas molduras ostentanconocidos motivos heráldicos de los Reyes Católicos, como el yugo, las flechas y el nudo gordiano unido al clásico lema «Tanto monta», unidos a los tradicionales dragones de los monarcas aragoneses.

el nudo gordiano unido al clásico lema «Tanto monta»
El nudo gordiano unido al clásico lema de los Reyes Católicos «Tanto monta» y un dragón sobre la Corona de Aragón.

«Tanto monta», abreviación de tanto monta cortar como desatar, es el mote heráldico que utilizó Fernando II de Aragón llamado el Católico. Su divisa personal consistía en la representación del nudo gordiano atado al yugo, cortado (que remitía a la leyenda de Alejandro Magno antes de su conquista de Asia), acompañado del mote «tanto monta», que iniciaba la frase «tanto monta cortar como desatar», señalando que los medios utilizados para resolver un problema no son importantes frente a la solución de este.

Junto al Salón del Trono se sitúa la alcoba en la que nació en 1270 Isabel de Portugal, nieta de Jaime I el Conquistador, que al ser proclamada santa dio nombre al patio de los naranjos.

En 1336, el rey Pedro IV El Ceremonioso adoptó un nuevo símbolo: el dragón, palabra que sonaba de forma similar a D‘Aragón. Desde entonces, en sus principales apariciones públicas, el monarca portaba un gran casco con la corona real y un dragón con las alas desplegadas y las fauces abiertas.

Un emblema heráldico que pronto se comenzó a utilizar también en los símbolos propios de los territorios en los que ejercía su poder. De esta forma, el dragón como símbolo real, no sólo aparecía junto a la bandera cuatribarrada que definía a los reyes, sino que también lo encontramos especialmente destacado en las representaciones más antiguas del escudo de Aragón.

Paseando por el Parque de la Aljafería
Paseando por el parque frente a la fachada neogótica de La Aljafería, construida durante el reinado de Isabel II

La Seo de Zaragoza era el lugar en el que se celebraba la coronación de los nuevos Reyes de Aragón. La cabalgata real salía desde el Palacio de la Aljafería, y tras recorrer las calles Predicadores y Mayor con las fachadas engalanadas con luminarias, y entre los vítores de los habitantes de la capital al grito de ‘Aragón Aragón’, llegaba a la catedral zaragozana.

Al finalizar la ceremonia, el monarca se dirigía al palacio de la Aljafería en un caballo blanco, bajo palio, portando las insignias reales en sus manos y acompañado por los estamentos de los distintos reinos y territorios de la Corona de Aragón.

Una vez en la Aljafería, el soberano presidía un gran banquete. En el caso del rey Pedro IV, las crónicas cuentan que el banquete duró tres días, con más de 2.000 personas invitadas a la mesa real.

Sala de Pedro IV en el Palacio de la Aljafería
Sala de Pedro IV en el Palacio de la Aljafería

Cientos de turistas recorren a diario la Aljafería, pero durante siglos sus visitantes tenían un fin mucho menos lúdico. Eran los reos de una de las instituciones más macabras de la historia, la Inquisición.

Pocos de los que recorren las salas de la Aljafería para admirar el legado del Islam en Zaragoza saben que en otro tiempo fue la siniestra prisión del Santo Oficio y el lugar donde se torturaba a los herejes para que confesaran sus crímenes contra la fe cristiana.

En 1486 el inquisidor Tomás de Torquemada llegó a Zaragoza e instaló el tribunal religioso en las estancias del antiguo observatorio astronómico, donde se habilitaron 13 celdas para alojar a los reos y las temidas salas de tortura.

Escena de la Inquisición (1814-1816). "Goya presenta la escena de un autillo. Los condenados a muerte, así identificados por la corona con llamas hacia arriba que portan, escuchan la sentencia, leída por un fraile desde una tribuna o púlpito. La arquitectura de la sala evoca un edificio de siglos anteriores, tal vez la sede de un tribunal inquisitorial.
Escena de la Inquisición (1814-1816). Goya presenta la escena de un autillo. Los condenados a muerte, así identificados por la corona con llamas hacia arriba que portan, escuchan la sentencia, leída por un fraile desde una tribuna o púlpito. La arquitectura de la sala evoca un edificio de siglos anteriores, tal vez la sede de un tribunal inquisitorial.

El nombramiento de Torquemada fue recibido con unánime rechazo por las autoridades de la ciudad, que no acudieron a recibirle a su llegada, el 5 de julio de 1486, que provocó el pánico entre los judíos conversos. Se calcula que unas 500 personas huyeron de Zaragoza.

Mientras se usaba como prisión, los reos tallaron varios ejemplos de primitivos graffitis, como un ajedrez, figuras humanas y edificios, que se han conservado hasta nuestros días.

Grafritis de los presos de la Inquisición
Grafritis de los presos de la Inquisición

Por algunos viajeros de época sabemos de la salida de aquellos condenados por herejes o falsos conversos que, en triste procesión, se dirigían al lugar donde se desarrollaría el auto de fe. Según el castigo podría ser la Seo y, si iban a ser ajusticiados (quemados), en la plaza del Mercado, donde se ubicaba el “brasero”.

En el año 1591, Antonio Pérez, antiguo secretario del monarca Felipe II, fue trasladado desde la prisión del Justicia de Aragón a la de la Inquisición situada en el palacio de la Aljafería, actuando así en contra de la Justicia y de los fueros aragoneses.

Esto dio lugar a la revuelta conocida como las Alteraciones de Zaragoza, ya que el pueblo consideró estas actuaciones como una violación del derecho foral por parte de Felipe II. Estos levantamientos y la huída de Antonio Pérez de la prisión tuvieron como consecuencias inmediatas la ejecución del Justicia de Aragón, Juan de Lanuza, y de otros nobles afines a la revuelta, así como la limitación de los fueros aragoneses.

Entre 1592 y 1593 Felipe II se planteó la necesidad de fortificar el recinto de la Aljafería para evitar así en un futuro posibles levantamientos como el de 1591.

El proyecto fue diseñado por el ingeniero italiano Tiburcio Spannocchi inspirándose en los fuertes o ciudadelas configurados según sistemas defensivos ‘a la moderna’ que debían adaptarse a las nuevas tácticas militares como el uso de la artillería y de las armas de fuego.

Spanochi convirtió el palacio real de la Aljafería en una fortaleza. Se rodeó el conjunto por una barrera en talud con baluartes pentagonales en los ángulos y un amplio foso, que todavía hoy se conserva.

El italiano Tiburcio Spanochi aportó la idea definitiva de convertir el palacio real de la Aljafería en fortaleza
El italiano Tiburcio Spanochi aportó la idea definitiva de convertir el palacio real de la Aljafería en fortaleza

Durante la Guerra de Sucesión (1701-1714) La Aljafería fue utilizada como residencia de soldados franceses partidarios de la dinastía borbónica.

A partir del reinado de Fernando VI, el palacio se utilizó como cuartel permanente de tropas. En el último tercio del siglo XVIII, bajo el reinado de Carlos III, se levantaron una serie de edificaciones cuartelarias que todavía permanecen en buena parte en el tercio occidental del castillo, configurando en su interior el gran patio de armas.

El 24 de mayo de 1808 los zaragozanos se alzaron contra Napoleón y fueron a pedir armas al capitán general Jorge Juan Guillelmi, que se las negó. Lo apresaron y lo condujeron a la Aljafería donde quedó encarcelado, mientras se apoderaban del arsenal allí existente: 25.000 fusiles y 65 piezas de artillería. El Castillo tuvo durante la Guerra de la Independencia (1808-1814) usos bien diferenciados: fue fortaleza durante los combates y prisión.

Allí llevó Palafox a parte de los franceses residentes en Zaragoza para protegerlos; fue prisión de españoles durante la ocupación francesa y, posteriormente, prisión de franceses. Y en el Castillo de La Aljafería se firmó, el 22 de febrero de 1809, la capitulación de la ciudad ante los franceses, después de dos asedios. Los combatientes que aún podían sostenerse en pie, debieron entregar sus armas en la explanada de la Aljafería ante la tropa francesa formada.

Salida de los Defensores de Zaragoza Maurice Orange, pintado por Maurice Orange en 1893
“Salida de los Defensores de Zaragoza”, pintado por Maurice Orange en 1893. La guarnición de Zaragoza depuso las armas en la Puerta del Portillo el 22 de febrero de 1809

En 1862 la Aljafería dejó de ser Patrimonio Real para pasar a ser propiedad del desaparecido Ministerio de la Guerra.

Esto dió pie a la elaboración de una serie de proyectos para su transformación como cuartel que supusieron la reestructuración del interior del recinto ocasionando daños a los vestigios históricos.

La construcción del cuartel de Isabel II compartimentó la altura de la capilla en dos plantas, eliminó las crucerías, modificó sustancialmente los muros para abrir ventanas y puertas, a la par que los perforó con alojos para las ménsulas sobre las que apoyar las vigas de la segunda planta. Las reformas del siglo XIX terminaron con cualquier vestigio anterior, sin descartar los daños que pudo sufrir durante los meses de sitio a los que fue sometida la Aljafería durante la Guerra de la Independencia.
La verdadera obra de transformación para acuartelamiento se llevó a cabo con la reforma de 1772, durante el reinado de Carlos III; básicamente es la estructura que se conserva actualmente, exceptuando los cuatro torreones neogóticos, que se añadieron a en 1862, año que dejó de ser Patrimonio Real para ser propiedad del desaparecido Ministerio de la Guerra
transformación en cuartel militar que se lleva a cabo en 1772, a instancias del rey Carlos III. Se demolieron todos los torreones ultrasemicirculares de alabastro, los cuatro arcos centrales del pórtico del testero sur y la arquería de acceso al Salón Dorado, a la par que el aspecto exterior del edificio cambiaba radicalmente.
Durante la transformación de la Aljafería en cuartel militar, que se llevó a cabo en 1772, a instancias del rey Carlos III, se demolieron todos los torreones ultrasemicirculares de alabastro, los cuatro arcos centrales del pórtico del testero sur y la arquería de acceso al Salón Dorado, a la par que el aspecto exterior del edificio cambiaba radicalmente
Parte posterior y fachada oriental de la Aljafería
Parte posterior y fachada oriental de la Aljafería

Según descripciones de Mariano Nougués Secall y de Paulino Savirón, que visitaron la Aljafería en 1866, lo único que quedaba visible del palacio islámico eran tres arcos del pórtico del testero sur, la arquería de acceso a la sala meridional, el oratorio o mezquita y la alhanía o alcoba este del Salón Dorado.

En abril de 1866 se constituyó la Comisión de Monumentos de Zaragoza. Que ordenó el traslado al Museo de Zaragoza y al Museo Arqueológico Nacional de Madrid de algunos restos artísticos del palacio musulmán, como yeserías, capiteles o arcos, cuya integridad peligraba.

Acuartelamiento de La Aljafería y torre de la Iglesia castrense de San Martín, 1877. Jean Laurent y Cía
Acuartelamiento de La Aljafería y torre de la Iglesia castrense de San Martín, 1877. Jean Laurent y Cía

El 4 de junio de 1931 el Palacio de la Aljafería fue declarado Monumento Nacional de Interés Histórico-Artístico.

A lo largo del siglo XX se llevaron a cabo numerosos trabajos de restauración y recuperación del edificio. En 1947 estas labores comenzaron bajo la dirección de Francisco Íñiguez y con el impulso del Colegio de Aragón y del Consejo de la Institución Fernando el Católico.

Torreón del perímetro amurallado de La Aljafería
Torreón del perímetro amurallado de La Aljafería

En el año 1979 el ingeniero jefe de Parques y Jardines Rafael Barnola realizó el proyecto de los jardines que rodean el palacio; y en 1982, este mismo ingeniero municipal, y los arquitectos Francisco Íñiguez y Ángel Peropadre, realizaron la recuperación del antiguo foso que bordeaba el edificio y que había sido tapado en los siglos XVIII-XIX.

También reconstruyeron el muro exterior que rodea el palacio y el puente que da acceso a la entrada principal.

En 1983, se decidió ubicar en el Palacio de la Aljafería el Parlamento Autónomo Aragonés.

La Aljafería es junto con la Alhambra de Granada y la Mezquita de Córdoba, una de las principales joyas arquitectónicas del esplendor musulmán en Europa.

La Unesco declaró en el año 2001 el arte mudéjar Patrimonio de la Humanidad, destacando el palacio de la Aljafería como uno de los monumentos más representativos del Mudéjar.

Palacio de la Aljafería
Entrada:
El acceso al Palacio de Aljafería cuesta 5 euros. Se pueden consultar tarifas y horarios y reservar online aquí pero debes pasar por taquilla en persona para abonar el importe.
Dirección:
Calle de los Diputados, s/n. 50071 Zaragoza
Teléfono
: 976 289 683
Correo electrónico: aljaferia@cortesaragon.es

 

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