La concurrida Calle Delicias se extiende desde la Avenida Madrid hasta Duquesa Villahermosa, atravesando las calles Daroca, Borja y Jordana.
Su corto recorrido, de norte a sur, tiene aproximadamente 600 metros.
Casi todas las edificaciones poseen más de dos plantas y predominan las viviendas. Por lo general, carecen de portales y llenan casi todo el espacio alrededor de la vía, en marcado reflejo de la arquitectura popular aragonesa, la ecléctica y la gran densidad poblacional de la zona. A ratos, algún pequeño árbol acompaña nuestro trayecto.
Los balcones se asoman a la calle, como queriendo ser parte de todo cuanto ocurre y, dividiéndolos, están los guardavecinos, esas rejas con los más caprichosos diseños que tipifican los barrios y marcan los pequeños límites perimetrales entre viviendas contiguas. El ir y venir de la gente forma parte del entorno visual y acústico.
Algunos que la recorren a diario, e incluso muchos que viven en sus densas márgenes, desconocen cuánto tiene para contarnos sobre la ciudad y sus pobladores.
El nacimiento de esta vía está estrechamente ligado a la configuración del barrio de Las Delicias, de origen agrícola y marcado desde el siglo XIX por la instalación de las estaciones de ferrocarril de Cariñena, Campo Sepulcro y, ya en el siglo siguiente, la de Caminreal.
Desde comienzos del siglo XX, esta zona poblada de vaquerías, huertos y acequias adquirió un carácter urbano a partir del asentamiento de las primeras parcelas.
En 1930, alrededor de la actuales avenida de Madrid y calle de Delicias ya se contaban 10.000 habitantes, un vecindario llegado principalmente desde el medio rural a la ciudad.
A lo largo de los años 50 y 60, con la llegada de emigrantes procedentes de otras provincias españolas, especialmente Soria, al ser designada Zaragoza polo de desarrollo, la calle Delicias fue urbanizándose de modo caótico, con calles estrechas y escasos servicios, aumentando la población de modo casi exponencial.
Delicias fue durante la segunda mitad Siglo XX la calle más cosmopolita y comercial de Zaragoza y la esquina de la Calle Delicias y la Avenida Madrid era identificada por los zaragozanos como una de las zonas comerciales de referencia de la ciudad.
La reforma que a partir de la década de los 90 peatonalizó buena parte de su trazado contribuyó a que se convirtiera en una de las calles con mayor afluencia de la ciudad.
La práctica totalidad de sus locales tienen vida tras un goteo de aperturas a lo largo de los últimos años: tiendas de telefonía y de fotografía, un local de restauración, otro de moda, una moderna barbería y un estudio de tatuajes han sido los últimos en subir la persiana.
Junto a todos ellos, el Mercado Delicias, inaugurado en 1949, con todos sus puestos ocupados, y varios negocios que forman parte del paisaje de la calle desde hace décadas.
Muy cerca allí, en la Calle Jordana, está el Casa Agustín. Como un coágulo de autenticidad resistiéndose a ser disuelto por el turbulento corriente sanguíneo de Delicias, Casa Agustín engulle al recién llegado sin preliminares y lo incrusta repentinamente en una gruta tabernera atemporal donde la dimensión espacio-tiempo discurre en otra frecuencia de onda desde hace ya muchos años.
Casa Agustín es un bar castizo, 100% ‘vieja escuela’ , que anclado en el costumbrismo, nos recuerda tiempos en los que la hostelería tenía otro ritmo.
En el 18 se ubica la Cervecería Los Espumosos. El local es muy luminoso y con dos espacios bien diferenciados donde poder sentarse a comer. La zona de cafetería más ambientada y bulliciosa, y un coqueto comedor para más de 50 personas.
Los Espumosos nos propone una amplia selección de tapas y raciones con sabores tradicionales, entre los que destacamos las gambas Orly, los calamares, el taco de bonito, los pimientos rellenos, la ensaladilla rusa, la tortilla y unas bravas fenomenales.
A la altura del número 55 está situada una fuente ornamental con un diseño futurista de la Fundición Averly. La obra fue colocada tras la nueva remodelación de la calle y su conversión en peatonal.
Delicias es una de las zonas más comerciales de la ciudad y siempre está llena de gente de todas las edades, por lo que es un gran lugar para experimentar la atmósfera incomparable de este barrio.
En la intersección de las calles Delicias y Caspe se encuentra el jardín vertical de Delicias. Fue proyectado por el arquitecto Joaquín Sicilia sobre un solar que durante años estuvo ocupado por un carrusel. Se inauguró en 2008 como «el primer jardín vertical de la ciudad» y en él se invirtieron 1,3 millones de euros.
Además de los 530 metros cuadrados habilitados como plaza en la planta calle, contaba con 800 metros cuadrados de elementos de jardinería (con 84 especies vegetales diferentes) distribuidos por sus rampas. Hoy su aspecto es algo distinto, aunque desde la asociación de vecinos Manuel Viola explican que «recientemente se ha conseguido que vengan a limpiarlo, podarlo y ponerlo en orden».
En la Calle Delicias se pueden comprar refrigerios por doquier, particularmente “fast-food” en bares y cafeterías.
En el número 70 se sitúa A tu gusto y bon appétit. Sus estanterías están repletas de productos locales, de pequeños productores aragoneses y kilómetro 0. Destaca su apuesta por el producto gourmet con una variedad muy completa para todos los gustos.
También ofrece una amplia gama de alimentos sin azúcar añadido y productos sin gluten aptos para personas celiacas.
A final de la Calle Delicias se encuentra la pizzería 22.2 Gradi. No es una pizzería más. Es el colmo de la pizzería.
Cristian Georgita es el propietario de este local de pizza al corte donde las recetas van de lo más normal a lo más vanguardista. La masa fermenta 48 horas y es la plataforma, crujiente y ligera, de buen producto fresco del mercado de la esquina. Alta digestibilidad.
La pizzería cuenta con una amplia terraza, en la confluencia de las calles Delicias y Duquesa Villahermosa, donde se disfrutan de los días primaverales y las noches veraniegas.
En medio de la plaza se encuentra la escultura ‘El Esfuerzo’ de Manuel Arcón. El artista pone de manifiesto, aparte de su calidad técnica, una gran sensibilidad, además de una decidida voluntad en la búsqueda de nuevos espacios expresivos, lo cual se manifiesta mediante la figuración construida por síntesis extremas.
Y mientras paseas por el calle Delicias, también puedes aprovechar para observar los maravillosos ejemplos de patrimonio gráfico y rótulos comerciales que todavía se conservan en muchas de las fachadas de tiendas y comercios.
Cartelería y letreros que forman parte del paisaje de la ciudad y, en concreto, de la identidad de la calle Delicias, de tal modo que se se han convertido en patrimonio sentimental de los vecinos.
La calle Delicias se llena de vida (y ruido) por las tardes, cuando los niños de la escuela de primaria situada justo al lado de la iglesia terminan sus clases y se reúnen para jugar a fútbol.
Delicias se mantiene como un cobijo para los vecinos y visitantes que buscan tomarse una cerveza o picar algo tranquilamente. A pesar de este maná de sillas y mesas, por la noche no es fácil encontrar sitio para sentarse, pero cuando se consigue, no hay quien te desenganche el culo de tu trocito de paraíso urbano.
Eso (y muchísimo más) es la calle Delicias: un lugar donde es fácil perderse y sentirte dentro de una aventura, una locura y un remanso de paz, todo depende de donde estés y del momento del día.
La calle Delicias se explora mucho mejor si va caminando, para disfrutarla a su ritmo. Lo cierto es que envuelve con sus encantos. Podrás sentir los latidos de la pasión con que se vive y ver lo genuino de sus distintos rostros. En ocasiones matizada por fachadas coloridas o pálidas y demacradas. Rostros presentes en una misma ciudad donde siempre resalta lo perdurable.