A la sombra de la Seo y su torre se encuentra un barrio medieval que nos encanta recorrer. Los aleros de los palacios renacentistas en las calles Pabostria o Dormer nos transportan varios siglos atrás. Y paseando por la calle Dormer, llegamos a una de las plazas más populares entre los zaragozanos: la Plaza de Santa Marta.
Escenario de todo tipo de celebraciones (combates, autos de fe, ejecuciones, representaciones teatrales, fiestas, torneos, canonizaciones y proclamaciones, etc.), la Plaza Santa Marta ha cambiado de nombre hasta en diez ocasiones, dependiendo de las diferentes etapas de la historia de la ciudad.
Si eres un amante de las tapas y raciones, la Plaza Santa Marta es visita obligada: está rodeada de locales genuinos del tapeo en Zaragoza.
Así encontramos espacios tan diversos, atractivos o demandados actualmente como el Palacio Armijo, Casas de Juan de Aragón, la Real Maestranza de Caballería, el Palacio de Huarte, la Sala de Exposiciones Juana Francés en la Casa de la Mujer, y los restaurantes Tragantúa, Marpy, Casa Dominó, El Lince, La Viña y Los Victorinos, entre otros.
Aunque básicamente la Plaza Santa Marta y sus alrededores enarbolan el estilo Renacentista, es uno de los entornos más eclécticos de la ciudad. Allí también conviven el Art Nouveau y el Modernismo. Se entrelazan las construcciones de piedra, los balcones volados, techos de alfarje, ventanas de madera torneada, pinturas murales, vitrales, fachadas y amplios portales arcados, que en buena lid serían el pretexto ideal para estudiar desde allí la historia de la arquitectura en Zaragoza.
A finales del siglo XIX y principios del XX, la plaza vio la adición de edificios de viviendas y comerciales más altos, que desafortunadamente no mantuvieron la coherencia arquitectónica original.

En el epicentro del casco antiguo zaragozano, donde la historia se entrelaza con el presente, se alza una escultura de tres cabezas, un enigma pétreo que desafía la interpretación. Muchos zaragozanos y zaragozanas pueden haber pasado por la Plaza Santa Marta sin ser conscientes de percibir su aura misteriosa. Aunque uno de sus rostros se asemeje al personaje de Voldemort, al final de la película de Harry Potter y la piedra filosofal, la realidad es que su identidad se desvanece en la ambigüedad, pues no tiene nombre.
El origen de esta escultura neoyorquina se remonta al proyecto de modernización «Zaragoza 1992«, en el que se realizaron numerosas rehabilitaciones en varias plazas de la ciudad. Los arquitectos Carmen Pemán y Gregorio Mellado, encargados de la remodelación de la Plaza Santa Marta, solicitaron una obra a la artista Lennie Bell, quien, con un tiempo limitado de tres meses y un espacio reducido, creó este triple busto de bronce sobre un pedestal de piedra arenisca de Sepúlveda. En el pedestal, Bell talló ondas en bajorrelieve y dos pies descalzos en su extremo inferior. La escultura cumple una doble función: refuerza el carácter social de la plaza y sus miradas apuntan a tres puntos clave del entorno: la Calle Mayor, La Seo y el Palacio de la Real Maestranza de Caballería, sirviendo como una suerte de GPS escultórico.
La Plaza de Santa Marta, con el Archivo Histórico Provincial a la derecha y la catedral de La Seo al fondo, sigue siendo un lugar de referencia para locales y visitantes.
El PPalacio de Huarte o de Frías fue construido entre 1551 y 1575 por Mariano Frías, el primer de Huarte. Hoy el edificio contiene el Archivo Histórico Provincial de Zaragoza, un centro cultural depositario del patrimonio documental en el ámbito de la provincia, que realiza funciones de custodia y acceso documental propias de un archivo público, prestando sus servicios a la Administración y a todos los ciudadanos. Fundado hace más de medio siglo, el Archivo conserva más de 14 kilómetros lineales de cajas con documentación, instaladas en distintas dependencias.
A pocos pasos de la Plaza Santa Marta se encuentra la Real Maestranza de Caballería, uno de los edificios renacentistas más singulares y mejor conservados de la capital aragonesa.

Muy cerca, en la Calle Jordán de Urriés, está la Taberna El Papagayo, un espacio con identidad propia: la construcción, su ubicación y su historia son el reflejo de todo aquello que expresan la ciudad y su entorno. El estilo de cocina es contemporáneo, basado en la tradición culinaria de Aragón y cercano a todo el público. El producto de proximidad fresco y de calidad es la base de su cocina, que es una mezcla de creatividad y tradición, lo cual les permite presentar una oferta gastronómica variada y dinámica.

Igualmente se halla La Viña. Su chef Adil El Fatmi ha fusionado los sabores del norte de Marruecos y del sur de España para traernos deliciosas berenjenas en tempura y salsa dulce, patatas en salsa aragonesa, pinchos morunos y algunas de las mejores croquetas de la ciudad.

La Plaza Santa Marta se mantiene como un cobijo para los vecinos y visitantes que buscan tomarse una cerveza o picar algo tranquilamente.
Es probablemente el rincón más bello de Zaragoza, y no solo para turistas: los niños de una escuela juegan al aire libre o se sientan a leer bajo los inmensos portales ajenos al trasiego de los visitantes.
Uno de esos lugares para reenamorarse de Zaragoza y del mundo en general.