Francisco Vitoria es una de las calles mas céntricas y concurridas de Zaragoza, y se extiende desde San Ignacio de Loyola hasta el Camino de las Torres, atravesando León XIII y San Vicente Mártir.
Cronistas nacionales y extranjeros de todas las épocas han descrito a la calle Francisco Vitoria desde su surgimiento como «una de las calles más animadas de Zaragoza». En la calle Francisco Vitoria aun hoy se mantiene esa tradición y funciona atestada de establecimientos minoristas que se recorren con la tranquilidad y naturalidad de un paseo.
Restaurantes, hoteles, galerías de arte, proyectos culturales, tiendas, bancos y farmacias se suceden y forman parte de la vida habitual de la calle.
Hay restaurantes que de una manera u otra acaban apareciendo cuando se recomienda un buen restaurante, ya sea en un artículo como este o en una conversación entre amigos. Marengo (Francisco Vitoria 5) es un buen ejemplo: local con encanto y cierta solera, localizado en el centro y una cocina elaborada de eternos mediterráneos con algún guiño a Japón y Perú (en su carta están correctamente especificados qué platos no son aptos para alérgicos e intolerante) y postres de escándalo.
Platos entre la tradición y la modernidad que se basan en el producto fresco y de temporada, ya sean de mar o de la tierra. Cocina muy original con sabores de países lejanos, con platos como el gua bao, gyoza de pollo, el tataki de atún rojo, el wok de solomillo, la entraña argentina o la picaña brasileña.
En el número 16 está el Riskomar. Las mariscadas de alto standing de este restaurante son míticas en el subconsciente colectivo: langostas, bogavantes, gambas, cigalas… siempre todo muy fresco.
El servicio también es excelente y la carta, muy amplia. De su carta destacamos el arroz con bogavante, el bacalao rebozado en masa orly pasado por la sartén, el tronco de merluza al Orio, las kokotxas, los camarones carabineros a la plancha, las gambas cocidas… Un sinfín de manjares que no se pueden dejar escapar.
En el número 19 se ubica el Churrasco, un restaurante en el que reinterpretan las clásicas recetas de la gastronomía española con un notable éxito. Hay respeto por la tradición y la calidad de la materia prima. Es puro disfrute.
El Churrasco es un bar y restaurante con mucho encanto, con una decoración única entre urbana y vintage, que ofrece cócteles y comida original y de calidad. Es uno de esos sitios donde parece que el tiempo se haya detenido años atrás, cuando todo era más sencillo y la gente no tenía tanta prisa.
En el 14 está la Hamburguesería Grossery’s. Esta gente se han convertido en una pequeña potencia: despachan cientos de hamburguesas en fin de semana. Su fórmula secreta es que no hay secreto sino sencillez y buen producto. El concepto es simple, pero llevado a cabo con talento y personalidad.
En Grossery’s encontraréis todo lo que se supone que tiene una buena hamburguesería: salsas y acompañamientos caseros, carne de la buena y recetas muy trabajadas y meditadas. Todo sale de su cocina, y no pierden al cliente de vista. Son artesanos y se nota.
En el número 25 se encuentra el San Güich, un local en el que se practica el noble arte del bocadillo gourmet. El San Güich ofrece bocadillos fríos y calientes hechos con buena materia prima e imaginación. Los que más triunfan son delicatessen como el croque monsieur con jamón braseado, huevo frito y bechamel de gorgonzola gratinada, la baguette de 5 cereales con mortadela IGP de pistacho, tomate deshidratado, rúcula y queso camembert, el bocadillo en pan de queso con pavo a la plancha, salsa de yogurt y eneldo y queso quark o el bocata de albóndigas, un clásico italiano que se sirve con provolone dulce gratinado.
En el 28 está el Nola Gras, el único restaurante de la ciudad que explora la gastronomía de Nueva Orleans. El chef Alejandro Viñal quería que Nola Gras fuera la sede donde degustar las raíces criolla y cajún de su cocina.
Entrar allí es hacerlo al compás del jazz, en un local amplio y bien resuelto, decorado con fotografías de Nueva Orleans. La cocina de Nola Gras es sencilla, sensata y sin estridencias. Cada tapa o ración es una sorpresa.
En el 30 se sitúa Goiko Grill, una de las hamburgueserías más de moda en Zaragoza. Abrió la primera en Madrid mientras hacía de médico interno en el hospital de La Paz. Pasó de trabajar a un ritmo demencial –compaginando guardias y parrilla– a triunfar: aunque los principios fueron duros. «No entraba ni Dios, compaginaba las guardias del hospital con el trabajo en el restaurante, llegando a dormir en el párking del local, era un ritmo demencial».
Ahora bien, cuando la parrilla empezó a funcionar, Goiko se decantó por el ‘burger joint’. Marcado por la influencia vasca y venezolana de sus padres, en la carta podéis encontrar desde los tequeños -los palitos de queso venezolanos- hasta una hamburguesa de queso Ardiona y piquillos. Y si os apetece una barbaridad, probad la Threeler ¡una hamburguesa con tres niveles de carne!.
En el número 26 se encuentra La Marula. Aquí encontraremos un buen producto y algunas recetas imaginativas como la escalibada con anchoas, las papas La Marula (patatas asadas con jamón serrano frito, champiñones portobello y huevo encima), los pimientos de Padrón, las verduras en tempura con salsa romescu o el micuit de melocotón y foie al chocolate, pero sobre todo buen producto a precio asequible como lasuntillas, la longaniza a la brasa, el morro y oreja, el cazón en adobo o el pulpo brasa.
En el 31 se sitúa Babax, el lugar definitivo de bocadillos de Francisco Vitoria. Esta pequeña bocatería, abierta por los propietarios del restaurante Mas’ Torres, ofrece bocadillos fríos y calientes hechos con buena materia prima e imaginación.
Los que más triunfan son delicatessen como el de Ternasco de Aragón, su Frankfurt Especial o el clásico de beicon, queso y huevo.
En la esquina con el Camino de las Torres encontramos la Heladería Presco. Todos los helados son de preparación propia, los propietarios tienen oficio heladero aprendido en Italia, y hay especialidades que son pura glotonería: como el chocolate blanco o la stracciatella.
Sus gofres también son fiables, de producción propia, hechos con buena mantequilla. Abren todo el año.
Eso (y muchísimo más) es Francisco Vitoria: un lugar donde es fácil perderse y sentirte dentro de una aventura, una locura y un remanso de paz, todo depende de donde estés y del momento del día.
Siempre está llena de gente de todas las edades, por lo que es un gran lugar para experimentar la atmósfera incomparable del centro de Zaragoza.
Todo el conjunto arquitectónico y humano es impresionante, y el paseo por una de las principales arterias comerciales y turísticas de Zaragoza se hace totalmente ineludible, tanto para los viajeros que llegan por primera vez a la capital maña como para aquellos que la conocen como la palma de su mano.