En la calle Asalto se sitúan dos de los tres tramos conservados de la que fuera muralla medieval de Zaragoza; el otro está entre las calles Alonso V y Arcadas.
Estos restos son los conocidos como la Muralla de los Sitios, dado el protagonismo que adquirió durante las batallas contra los franceses.
Aunque su origen es de unos cuantos siglos antes: la cerca almenada musulmana de adobe y tapial con que cerrar el arrabal surgido entre la Puerta de Valencia y la Puerta Cremada o Quemada.
Tras la conquista cristiana, esta muralla fue reforzada con ladrillo en el siglo XIV.
En los siglos XVII-XVIII estos muros se convirtieron en parte del largo «paseo de las tapias» que desde el convento de San Agustín circundaba casi todo el flanco sur de la ciudad, hasta la Puerta del Portillo.
A principios del siglo XIX la muralla se reconstruyó para fortalecer la ciudad ante la llegada de las tropas francesas.
El punto comprendido entre el actual Paseo de la Mina y las calles Asalto y Heroísmo fue considerado por Napoleón como el más débil de la defensa zaragozana durante los sitios de 1808 y 1809.
Aquellos que lucharon por Zaragoza se ayudaron de esta muralla, que sufrió numerosos intentos de derribo y un sinfín de escaladas por parte de las tropas francesas para tratar de entrar en la ciudad.
A finales del siglo XIX este tramo fue convertido en las traseras del convento de las Madres Capuchinas, cuya entrada principal estaba en la calle de Manuela Sancho.
Tras vender el terreno y trasladarse a la periferia, este espacio fue convertido en el solar de una nueva urbanización residencial. El tramo de muralla, como consecuencia de las inimaginables implicaciones de 1808-1809, fue preservado, restaurado e integrado en el conjunto.
Aún quedan restos de la muralla que vio los asedios en la calle Asalto, en ocasiones integrada perfectamente con los edificios que se han ido construyendo en la zona, como es el caso de números 55-63, donde, en la parte interna, se pueden apreciar restos de lo que fueron los polvorines y el paseo de ronda.
En esta parte de la muralla se encontraba la batería Palafox, donde cayó el coronel de ingenieros Antonio Sangenís y Torres, responsable de las defensas de Zaragoza durante los Sitios; el lugar exacto está marcado por una placa conmemorativa, cuyo texto dice: «En este lugar / donde estuvo emplazada la Batería Alta de Palafox / murió gloriosamente el día 12 de enero de 1809 / El Coronel D. ANTONIO DE SANGENÍS Y TORRES/ Comandante de Ingenieros en los Asedios / de 1808 y 1809. l Loor al héroe invicto. / Su espada y su ciencia brillaron como estrellas. / La Patria y la Ciudad agradecidas / le dedican esta Memoria / En ler. Centenario de los Sitios».
A pocos pasos, otra placa rememora el heroico comportamiento de los defensores de la ciudad de Zaragoza: «A los / Gloriosos Infantes / del Ejército / que con / su incomparable / bravura / inmortalizaron / en la Historia / a la Heroica Ciudad / de los Sitios. / Sus Compañeros de Armas / de la Guarnición».
Antonio de Sangenís y Torres (Albelda, Huesca, 1767 – Zaragoza, 1809) se unió a Palafox en Zaragoza durante 1808 como Comandante de Ingenieros con el objetivo de fortificar y defender la ciudad contra los ataques franceses.
Este encargo da muestra de la improvisación de la defensa de Zaragoza en el primer sitio; Antonio Sangenís fue detenido por una patrulla de paisanos que observó como realizaba y portaba dibujos sobre diversos puntos de defensa de la ciudad, dándose a conocer logró ser llevado ante Palafox a quien expuso las necesidades de fortificación y adecuación de diversa zonas (aspilleramiento de tapias, recrecimientos etc.), en ese momento Palafox le nombró encargado de tales tareas.
Trató de convertir a Zaragoza, ciudad abierta y sin fortificaciones, en una plaza al menos con fortificación de campaña, organizó un Batallón de Gastadores o Zapadores y consiguió en poco tiempo unas obras defensivas que sirvieron para que, después de dos meses de ataques, los franceses no pudieran superar la resistencia de la plaza y el 14 de agosto levantaran el sitio.
Aprovechó Sangenís el paréntesis hasta diciembre para perfeccionar las obras de manera que el segundo sitio, que comenzó el 21 de diciembre, obligó al ejército francés, con muy experimentados zapadores y muy buen material de sitio, a atacar a la ciudad como plaza fuerte con todos los medios del sistema de ataque de Vauban.
Y ni aún así consiguieron después de dos meses de agotadores trabajos, incesantes bombardeos y dura guerra de minas conquistar la ciudad, que sólo capitularía extenuada por la epidemia y el agotamiento de sus víveres y municiones.
Antes de que ésto último sucediera, el 12 de enero de 1809, observando los trabajos del enemigo desde la batería alta de Palafox, un balazo de cañón acabó con su heroica vida, resumida con su propia frase: «Que no se me llame nunca si se trata de capitular, porque jamás seré de opinión de que no podemos defendernos».
Napoleón pidió a su jefe de estado mayor, el general Berthier, que dibujase y grabara los planos de las defensas creadas por Sangenis para que sirvieran de estudio e instrucción a los oficiales de ingenieros franceses.
En el volumen de los ‘Episodios Nacionales’ dedicado a Zaragoza, Benito Pérez Galdós escribió:
“Mientras los morteros situados al Mediodía arrojaban bombas en el centro de la ciudad, los cañones de la línea oriental dispararon con bala rasa sobre la débil tapia de las Mónicas y las fortificaciones de tierra y ladrillo del Molino de aceite y de la batería de Palafox. Bien pronto abrieron tres grandes brechas, y el asalto era inminente. Apoyábanse en el molino de Goicoechea, que tomaron el día anterior, después de ser abandonado e incendiado por los nuestros. Seguras del triunfo, las masas de infantería recorrían el campo, ordenándose para asaltarnos. Mi batallón ocupaba una casa de la calle de Pabostre (la calle del Pabostre es la actual Manuela Sancho, heroína que fue herida en la defensa de dicha calle), cuya pared había sido en toda su extensión aspillerada. Muchos paisanos y compañías de varios regimientos aguardaban en la cortina, llenos de furor y sin que les arredrara la probabilidad de una muerte segura, con tal de escarmentar al enemigo en su impetuoso avance”.
Dirección: A lo largo de la Calle Asalto, desde el Centro de Historias hasta el Paseo de la Mina