El animado Paseo de la Mina se extiende por casi 1 kilómetro, desde la Avenida Cesáreo Alierta hasta la Calle Miguel Servet.
Por su amplitud no es homogénea su urbanización. Se puede decir que hay muchos paisajes en un mismo paseo. Recorrerlo es conocer otra parte de la ciudad tan fascinante como el tradicional Centro Histórico, aunque más moderna y calmada.
Es una vía amplia, bien señalizada, de varias sendas, con separador, luminarias y pocos semáforos, lo que la convierte en un trayecto cómodo y rápido.
Al Paseo de la Mina se va a resolver cualquier cosa, a comprar en alguna tienda, o una librería -de nuevo o de viejo-, a tomar un café o poner crédito al teléfono, a sacar dinero, a hacerle un corte de cabello a la mascota.
Nota el bullicio, el claxon de los autos en estrepitosa sinfonía… Después dedica un momento a contemplar el entorno. No a la gente, no a los autos que pasan constantemente, no a los productos en la venta. Mira hacia los costados y mira hacia arriba. Descubre en medio del polvo de la vida constante, la diversidad de estilos arquitectónicos, la coexistencia de construcciones erguidas.
Durante los Sitios de Zaragoza, esta zona, entre el actual Paseo de la Mina y las calles Asalto y Heroísmo, fue testigo de intensos combates como sus nombres nos recuerdan.
El ejercito francés levantó el primer Sitio el 13 de agosto de 1808 sin haber conseguido tomar la ciudad, pero en su retirada minó toda el área que discurría paralela al río Huerva desde la puerta Quemada hasta Santa Engracia.
Con su explosión el monasterio de Santa Engracia quedó totalmente arruinado, salvo la portada de su iglesia.
Desde entonces, a esta parte de la ciudad se la conoce como Paseo de la Mina.
En el 3 se sitúa el restaurante Zebra Coja, una experiencia gastronómica que transporta a los comensales a lo más profundo de la sabana africana.
El establecimiento brinda a los comensales la oportunidad de disfrutar de una velada en una tienda colonial de mediados de 1800, recreando la experiencia de estar en un campamento en pleno safari africano. O sumergirse en la elegancia de un club británico.
La propuesta culinaria es igualmente sorprendente, presentando una parrillada exótica con delicias como carne de canguro y bisonte e incluso cebra, diseñada para despertar los sentidos de los paladares más atrevidos.
En el 23 está el antiguo Garaje Aragón. Fundado en 1950, este garaje era el punto de encuentro de los pocos que podían presumir de moverse por Zaragoza sobre cuatro ruedas. Ofrecía un tres por uno: taller, aparcamiento y lavado de coche, siempre a mano. Uno cruzaba la barrera de aquella gigantesca nave y se limitaba a dejar sus llaves a uno de los empleados, que se encargaría de sacar brillo a su vehículo y dejarlo como nuevo.
Fue un negocio muy próspero desde los 60 a los 90, sobre todo desde la llegada de la democracia y el incremento, lentamente, del poder adquisitivo de las familias.
Pero las cosas fueron cambiando y la crisis no pasó de largo por este establecimiento, que echó el cierre en febrero de 2015 tras 65 años de trabajo ininterrumpido.
Muy cerca, en la confluencia con la calle Miguel Servet, se ubica la iglesia de San Miguel de los Navarros. El nombre de la iglesia, según la tradición, se debe a que San Miguel se apareció a las tropas navarras que ayudaban a Alfonso I El Batallador en el asedio a Zaragoza.
La fábrica Mudéjar data del siglo XIV. Su estructura original constaba de una nave, cabecera poligonal, capillas laterales entre los contrafuertes y una torre de planta cuadrada en el lado Norte. La torre fue construida por Esteban y Pascual Ferriz y ya aparece documentada en el año 1396.
Eso (y muchísimo más) es el Paseo de la Mina: un lugar donde es fácil perderse y sentirte dentro de una aventura, una locura y un remanso de paz, todo depende de donde estés y del momento del día.
El Paseo de la Mina es esa otra parte de Zaragoza de la cual no hablan generalmente las guías turísticas, pero igual llena de vida y gente.