La Avenida de América es la vía de entrada a Torrero, que abraza al paseante en el momento en que cruza el Puente de América. Se extiende a lo largo de 1.000 metros y más de 200 números, conectando el Canal Imperial con el Cementerio de Torrero.
Casi todas las edificaciones poseen más de dos plantas y predominan las viviendas. Por lo general, carecen de portales y llenan casi todo el espacio alrededor de la vía, en marcado reflejo de la arquitectura popular aragonesa, la ecléctica y la gran densidad poblacional de la zona. A ratos, algún pequeño árbol acompaña nuestro trayecto.
Algunos que la recorren a diario, e incluso muchos que viven en sus densas márgenes, desconocen cuánto tiene para contarnos sobre la ciudad y sus pobladores.
No fue considerada como avenida hasta que a principios del siglo XX comienzan a surgir núcleos de población alrededor del Puente de América, el único paso estable que existía en el Canal Imperial. La única posibilidad fija de cruzarlo era por aquí.


Los primeros vecinos de la Avenida América fueron los trabajadores de las canteras de yeso. Además, entre canteras y fábricas de yeso, discurría un pequeño ferrocarril de vía estrecha.
Alrededor de la Avenida América comenzaron a surgir almacenes y distintos servicios para atender las mercancías: agencias de transportes, traperías, talleres, cantinas, posadas…
Otro transporte que se veía eran las grandes barcazas que navegaban cargadas de productos agrícolas por el Canal Imperial, y que los fines de semana dejaban paso a hermosas góndolas que hicieron que el sector comenzara a conocerse como la pequeña Venecia.


Cronistas nacionales y extranjeros de todas las épocas han descrito a la Avenida América desde su surgimiento como “una de las calles más animadas de Zaragoza”.
En la Avenida América aún hoy se mantiene esa tradición comercial, repleta de establecimientos minoristas que se recorren con la tranquilidad y naturalidad de un paseo.
La práctica totalidad de los locales tienen vida tras un goteo de aperturas en los últimos años: tiendas de telefonía y fotografía, locales de restauración, moda, una moderna barbería y un estudio de tatuajes han sido los últimos en abrir. Junto a todos ellos, el mercado de Torrero y negocios históricos que sobreviven desde hace décadas.
A lo largo de su trazado, la avenida acoge construcciones destacadas como la Iglesia de San Francisco de Asís, diseñada en 1968 por Enrique Delso Calavia. Destaca su uso del ladrillo, la geometría reticular y el hormigón del friso escultórico de la entrada.
En su interior, el escultor Iñaki creó una escultura de hierro representando un Cristo con los brazos en cruz suspendido del techo, con una puesta en escena muy teatralizada gracias a la luz y la arquitectura.
En el número 7 están las Bodegas Lozano, último bastión de una larga tradición vinícola en el barrio desde 1942, donde Chema Lozano continúa el legado de su abuela Agustina Martínez.

Esta histórica empresa familiar se ha convertido en todo un referente en Aragón, siendo una de las distribuidoras de vinos y licores más antiguas y prestigiosas de Zaragoza.
La Plaza de las Canteras, cercana a la avenida, es un oasis de tranquilidad perfecto para pasear y disfrutar del barrio sin ruido ni tráfico.

En el número 65 estuvo El Rincón de las Flores, donde Antonio Flamenco y Conchita Lozano abrieron en 1984 la primera tienda de Frutos Secos El Rincón, hoy una gran cadena con 64 locales.


Un poco más adelante, en la Plaza de la Memoria Histórica, se encuentra un mural feminista de más de 20 metros con retratos de mujeres destacadas por sus aportaciones y su lucha igualitaria.

En el número 109 está la antigua Cárcel de Torrero, proyectada en 1926 y activa durante 79 años, hasta su cierre en 2005.

Eso (y muchísimo más) es la Avenida América: un lugar donde es fácil perderse y sentirte dentro de una aventura, una locura y un remanso de paz, todo depende de dónde estés y del momento del día.