Zaragoza es una capital con alma de pueblo, estirada en orgullo pero escueta en dimensiones, que se puede recorrer apaciblemente en 24 horas, gozando de su cultivada historia y gastronomía.
Un día en Zaragoza te permitirá viajar desde la Caesaraugusta romana hasta la Zaragoza Mudéjar. Podrás visitar la Saraqusta taifal de la Alfajería, admirar los majestuosos palacios Renacentistas y explorar la ciudad donde creció el joven Francisco de Goya. Tapas por El Tubo redondearán el plan.
Zaragoza no se comprende en un día… Pero 24 horas son un buen comienzo para empezar a caer bajo su hechizo. ¡Déjate seducir!.
Nuestra visita a Zaragoza arranca en su muralla, en concreto en su tramo mejor conservado, de unos 80 metros de longitud, situado justo al lado de la Plaza del Pilar y del Torreón de la Zuda.
Construida en el siglo I, la Muralla Romana de Zaragoza protegía un perímetro de 3.000 metros con unos 120 torreones defensivos custodiados por más de 2.000 hombres armados, levantados a intervalos de entre 14 y 16 metros de distancia, y recorría la Avenida César Augusto, el Coso y la Calle Echegaray y Caballero.
Junto a la Muralla Romana se encuentra la estatua del emperador César Augusto, el fundador de la ciudad. Es posible que hayáis visto otras esculturas de Augusto iguales en otras ciudades españolas (Tarragona, Mérida, Astorga…), ya que la de Zaragoza, al igual que la de las otras ciudades es una réplica en bronce de la original, que se encuentra en los Museos Vaticanos de Roma.
Justo al lado se encuentra el Torreón de la Zuda, sede de los gobernadores musulmanes de Zaragoza. Su nombre tiene el origen en la denominación del alcázar o conjunto de fortificaciones, residencia del gobernador musulmán y casa de gobierno.
Tiene cimientos romanos, ya que fue construido aprovechando uno de los torreones de la antigua muralla defensiva. Cuando el rey Alfonso I de Aragón conquistó la ciudad convirtió el antiguo alcázar musulmán en el palacio residencial de los reyes de Aragón. También sirvió varias veces de cárcel real. Jaime I el Conquistador y su esposa Leonor estuvieron presos en La Zuda durante 1224, tras el levantamiento de la nobleza aragonesa.
Hoy en día se utiliza como oficina de turismo y puede visitarse gratuitamente (de lunes a sábado de 10 a 14 horas y de 16.30 a 20 horas y domingos de 10 a 14 horas).
A unos pasos se encuentra el Mercado Central de Zaragoza o de Lanuza, un edificio de 1903 completamente actualizado para el siglo XXI. Pasead por fuera del edificio viendo sus relieves y su arquitectura modernista o bien entrad para apreciar su cubierta férrea y productos emblemáticos de las cocinas locales, como la borraja en invierno o el ternasco, presente en sus puestos de carnicería durante todo el año.
En esta misma zona de Zaragoza, entre las murallas y la Plaza del Pilar, se encuentra la Iglesia de San Juan de los Panetes, con un campanario de ladrillo inconfundible, entre lo Mudéjar y lo Renacentista, y también a medio camino del cielo y el suelo. Inclinada y amenazante desde hace siglos. Pero ahí sigue.
Desde allí seguiremos caminando hasta llegar a la Plaza del Pilar, el epicentro de la mayor parte de las festividades que se celebran en Zaragoza.
La Plaza del Pilar es un gran teatro al aire libre donde miles de vecinos acuden a diario a saludarse, debatir o tomar algo y una oportunidad única para contemplar la vida de la ciudad desarrollarse ante tus ojos.
Los más de 24.000 metros cuadrados de superficie peatonal que tiene la plaza de Pilar, la convierten en la segunda más grande de Europa (por detrás de la Plaza Roja de Moscú).
A un paso está la Fuente de la Hispanidad, ideada por el escultor Paco Rallo en 1991 para recordar el patronazgo de la hispanidad que ostenta la Virgen del Pilar. Representa un mapa de Latinoamérica: en la parte superior izquierda se observa una estría o canal, es la Península del Yucatán y América Central. La cascada representa el norte de Sudamérica y el estanque es el resto del continente hasta Tierra de Fuego.La Basílica de Nuestra Señora del Pilar es uno de los santuarios marianos más importantes del mundo católico y un centro artístico de primer orden que reune obras de gran valor de diferentes épocas, especialmente los frescos pintados por Francisco de Goya.
Durante su primera etapa, Goya se convirtió en un destacado pintor religioso, género que practicó con gran maestría el resto de su vida. En Zaragoza trabajó principalmente en la Basílica del Pilar, donde dejó magníficas obras que ejemplifican el carácter, capacidad técnica y originalidad de su pintura.
En 1772, mientras Ventura Rodríguez, el arquitecto del Pilar, edificaba la Santa Capilla, el joven Goya recibió el encargo de decorar con un fresco la bóveda del coreto, el pequeño coro que hay frente de la Santa Capilla, donde representó “La adoración del Nombre de Dios”.
Lograr este encargo no le resultó fácil a Goya. Durante años intentó acceder a una beca para la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, y al no lograrla se fué a Italia por su cuenta para aprender todo lo que pudiera.
De regreso a Zaragoza, con tan solo 25 años y envuelto del prestigio que le daba su formación en Italia, consiguió el encargo de la bóveda del coreto tras demostrar al Cabildo que sabía pintar al fresco (además de ofrecerles un presupuesto mucho más económico que su competencia, al pintor académico González Velásquez).
El fresco que pintó “La adoración del Nombre de Dios”, con un modelado suave y cuidadas formas de clara influencia italiana, encajó perfectamente con la idea conceptual del Pilar.
En 1780, el Cabildo encargó a Francisco Bayeu, por entonces pintor del Rey de España, el resto de las cúpulas y bóvedas que rodeaban a la Santa Capilla y el pintor, contó con su hermano Ramón y con su cuñado Francisco de Goya.
Goya se encargó de la cúpula situada frente a la capilla de San Joaquín, con la letanía “Regina Martyrum”. En ella, Goya rompió con todos los moldes y empleó una innovadora técnica de pintura suelta y un dibujo poco académico que no agradó al Cabildo.
Tras pintar con mayor adecuación clasicista las pechinas, después de haberle sido rechazados varios borradores para estas, Goya dejó el proyecto muy dolido con el Cabildo y enemistado con Bayeu.
A pesar de las duras críticas que recibió nada más acabar el proyecto, con el paso del tiempo la transgresora “Regina Martyrum” se convirtió es una de las obras religiosas más importantes de Goya y la que lo consagró como gran pintor.
Mucha gente lo sabe, pero por tan solo 3 euros se puede disfrutar de las mejores vistas de Zaragoza desde el mirador de la torre San Francisco de Borja (una de las cuatro torres de la Basílica de Pilar). Abre todos los días de 10 a 14 horas y de 16 a 18 horas; excepto en los meses de verano que se prolonga su apertura en dos horas más. Se accede desde fuera de la basílica, por la Ribera del Ebro en la esquina con la Calle Florencio Jardiel.
Desde ahí divisamos, además de las impresionantes cúpulas de la catedral, los 14 puentes que sirven para cruzar el río, los más característicos, el de Piedra o el Puente de Hierro, pero también otros más modernos como el del Tercer Milenio del recinto de la Exposición Internacional de 2008.
Recomendamos subir en los últimos minutos de su horario. Es la mejor opción si se quiere disfrutar de un bonito atardecer con el Ebro a tus pies y es entonces cuando una mezcla de colores inunda toda Zaragoza.
Volvemos a la luz, a la plaza abierta, y nos encaminamos hacia el Monumento a Goya. Fue concebido por el arquitecto José Beltrán Navarro y el escultor Federico Marés, quien dirigió las obras del monumento, originalmente como estatua pintoresca con dos hombres y dos mujeres ataviados como majos y majas del siglo XVIII, que inmortalizara Goya en los cartones para tapices. Fue inaugurado el 8 de octubre de 1960.
Justo enfrente encontramos el Palacio de la Lonja, un edificio construido en la época de mayor esplendor de la ciudad para acoger las transacciones comerciales de los mercadores zaragozanos.
La Lonja representa uno de los mejores ejemplos de la arquitectura renacentista y está considerado el edificio civil más importante del siglo XVI en Aragón. Se trata del edificio plenamente renacentista más importante de Aragón.
También fue el primero en adoptar este estilo, con influencia del palacio florentino del quattrocento italiano, aunque con los matices del Mudéjar aragonés que podemos observar en la decoración de retratos de yeso policromado.
Mirad qué exposición anuncia, ya que su interior acoge muestras artísticas cargadas de contemporaneidad. ¡Y suelen ser gratis!.
¿Paseas con niños? Perfecto. Tras la Lonja puedes hacerles una foto de lo más vintage. «Retrátalos» cabalgando sobre el caballito de bronce que hay en esa replaceta, idéntico al que usó mil veces un antiguo fotógrafo local.
En perpendicular a la Plaza del Pilar discurre la siempre concurrida Calle Don Jaime I. Al final de esta vía es posible cruzar al otro lado del Ebro por el Puente de Piedra.
Tiene, aproximadamente, 500 metros de largo que, con buen tiempo, son un placer para la vista, pero si sopla el cierzo… Si ruge el viento desde el Moncayo, hay que ser valientes y cruzar. Si hay un lugar para descubrir el carácter del cierzo, es este.
El Puente de Piedra es el más antiguo que cruza el río Ebro y cuyos orígenes se remontan a la fundación de la ciudad, hace 2000 años.En el lugar donde se encuentra el Puente de Piedra, ya existía uno de madera en la época romana. Coincidía con la prolongación de Cardo Maximus (actual Calle Jaime I), frente a una de las puertas principales de la ciudad y servía tanto de puente como de acueducto.
Saborea el paseo, sin prisas, disfrutando de todas la panorámicas para hacerte una idea de cómo se construye Zaragoza.
No puedes irte de Zaragoza sin esta fotografía, hecha desde el Balcón de San Lázaro tras cruzar el Puente de Piedra.
El pintor Juan Bautista Martínez del Mazo realizó, desde este lugar, su famosa Vista de la ciudad de Zaragoza en 1647.
Cruzando de vuelta el río Ebro llegarás en apenas unos minutos hasta la La Seo.
Como la Basílica del Pilar es tan grande y famosa, hay forasteros que la visitan y que se marchan de Zaragoza sin sospechar que en la misma plaza hay otra catedral, la de San Salvador. La Seo, como la llaman los zaragozanos, es la segunda catedral en importancia, pero la primera en el tiempo. Se asienta sobre lo que fue el foro romano y más tarde la mezquita mayor, de cuyo minarete todavía perdura la impronta en la torre.
Empezó a construirse en el siglo XII en estilo románico y fue objeto de numerosas reformas y ampliaciones hasta 1704, cuando se colocó el chapitel barroco rematando la torre. En ella hay elementos de todas las épocas y estilos intermedios, pero los que tienen una especial relevancia son los Mudéjares del ábside, la capilla de la Parroquieta y el cimborrio, que forman parte, junto con la Aljafería y la Iglesia de San Pablo, del conjunto del Mudéjar aragonés declarado Patrimonio de la Humanidad.
Se edificó a finales del siglo XII, siguiendo las pautas artísticas del románico tardío, con elementos desarrollados en la catedral de Jaca.
La Seo se amplió en el siglo XIV, levantándose los ábsides superiores y la parroquieta para albergar el sepulcro de Don Lope de Luna. El muro de la parroquieta, visible desde el exterior, está considerado una de las obras cumbre del Mudéjar.
La Seo alberga en su segunda planta el Museo de Tapices: 65 telas de los siglos XV a XVII, aunque solo se muestran 23. Presume de ser la segunda colección de tapices más importante de España.
Un cubo de placas de ónice frente a La Seo marca la entrada al Museo del Foro Romano. El foro era el centro económico, social, religioso y político de la ciudad romana. Y en la colonia de Caesar Augusta (ciudad romana que da a Zaragoza su nombre) también había uno.
Este museo nos ofrece una visión de la vida cotidiana de Caesar Augusta. El foro de Zaragoza era muy especial, ya que no se encontraba en el cruce de las dos vías principales de la ciudad (el cardo y el decumano), como era característico urbanismo romano, sino muy cerca del río Ebro.
Los restos arqueológicos que se han conservado, pertenecen al mercado de la época del emperador Augusto y al Foro de la ciudad, construido en la época de Tiberio. Fueron descubiertos por casualidad en 1988 durante la remodelación de la Plaza de La Seo.
Detrás de La Seo se esconde el Arco del Deán, uno de los rincones con más encanto de la ciudad, donde al pasar los relojes se atrasan hasta el siglo XIII, que fue cuando se construyó este pasadizo elevado para comunicar directamente la catedral con la nueva Casa del Deán. Su precioso mirador, con ventanales de tracería gótico-mudéjar, data del siglo XIV.
Con la catedral como referencia, seguimos por el Casco Histórico hacia el Teatro Romano de Caesaraugusta.
El teatro de Zaragoza fue uno de los mayores de toda la Hispania romana. Sus 7.000 metros cuadrados y su capacidad para 6.000 espectadores en una urbe de unos 20.000 habitantes nos indican la importancia que los espectáculos teatrales tenían en el mundo romano. Si bien, todos los vecinos de Caesar Augusta entraban gratis a su teatro, símbolo de prosperidad de la urbe.
El teatro fue edificado en época de Tiberio (14-37 d.C.) y finalizado en época de Claudio (41-54 d.C.), siguiendo el modelo del Teatro Marcelo de Roma. Es el monumento mejor conservado de la antigua Caesaraugusta.
Durante sus más de 200 años de funcionamiento, fue lugar de encuentro y esparcimiento de la sociedad zaragozana, ejerciendo un papel muy importante como transmisor de los valores culturales, políticos y religiosos del Imperio Romano.
Durante siglos, los restos del teatro romano de Caesaraugusta permanecieron ocultos bajo el urbanismo de la ciudad. Fueron descubiertos de manera fortuita en 1972, cuando un vecino alertó a la prensa de la existencia de restos arqueológicos en una obra en construcción. En el año 2003 se inauguró el Museo del Teatro Romano de Caesaraugusta.
Otro museo imprescindible es el Museo Goya, un referente de la figura y de la obra de Francisco de Goya en Aragón y en el resto de España.
La antigua Casa Palacio del infanzón Jerónimo Cósida y su esposa Violante de Albión, del siglo XVI, es hoy la sede del Museo Goya.
La exposición se reparte en 3 plantas. La primera está dedicada a artistas predecesores de Goya, de los siglos XV a XVII. La segunda es la principal, con pinturas y dibujos de Goya y algunas de otros artistas contemporáneos suyos. Pero sobre todo con una amplísima colección de sus grabados: los Caprichos, los Desastres de la Guerra, la Tauromaquia, los Disparates y los Toros de Burdeos. La experiencia en esta sala es totalmente inmersiva: casi a oscuras, iluminando únicamente los grabados.
La tercera planta recoge el legado de Goya a través de otros artistas de los siglos XIX y XX a los que sirvió de inspiración. Por último en el sótano se realizan proyecciones audiovisuales sobre su vida y trayectoria.
El itinerario por Zaragoza en un día continua en la Plaza de San Felipe, un animado espacio rodeado de varios palacios renacentistas que además es perfecto para tomar algo en alguna de sus terrazas.
En la Plaza San Felipe se encuentra el palacio de Argillo, del siglo XVII, que alberga el Museo Pablo Gargallo, con más de 150 obras del gran escultor zaragozano (de la localidad de Maella): bronces, dibujos, plantillas de cartón recortado (singular paso previo para algunas de sus piezas), grabados, joyas y documentación de uno de los artistas esenciales del siglo XX español.
En su patio y salas se descubre la figura de este escultor que compartió aventuras creativas con Picasso, Greta Garbo o Kiki de Montparnasse. Es el museo más visitado de la ciudad.
Si el hambre ya aprieta a estas horas, nada mejor que dirigirnos hacia El Tubo, la zona más famosa de tapeo de la ciudad.
Entre las calles Alfonso I y Don Jaime I está el meollo de Zaragoza, su corazón y también su estómago. El Tubo es un denso entramado de callejuelas (Cuatro de Agosto, Mártires, Libertad, Ossau, Cinegio, Estébanes, Blasón Aragonés, El Pino y Plaza Santiago Sas) plagadas de tascas y bares.
Hay mil posibilidades, pero deben probarse los champiñones con aceite, ajo y perejil de El Champi, las croquetas de Doña Casta, las migas de diseño de La Miguería, las anchoas en salmuera de Bodegas Almau, el espectacular Cave Ovum de El Méli del Tubo, la tostada de solomillo del Bula del Tubo, las pochas de Tudela de Casa Lac y cualquiera de las tapas de inspiración taurina de Los Victorinos.
La arquitectura Mudéjar zaragozana es Patrimonio de la Humanidad. ¿Por qué? Solo hace falta mirar la Iglesia de San Pablo. Especialmente de noche, cuando su torre recibe una sugerente iluminación para dar brillo a sus cerámicas de colores y sus ladrillos jugando a crear geometrías.
Tras contemplarla, cerrad los ojos. Imaginad que estáis rodeados de huertas y campos, como en sus orígenes. Entonces solo era una ermita y los fieles llegaban armados con una hoz afilada y en forma de gancho para desbrozar la maleza del camino. Hoy el barrio se llama Parroquia del Gancho.
Continuamos la ruta yendo por el Paseo María Agustín hasta la Aljafería, el Palacio de la Alegría que soñó para su recreo el monarca Al-Muqtadir. Este palacio fortificado fue construido en el siglo XI como máximo exponente del esplendor que alcanzó la taifa de Saraqusta.
La Aljafería es una de las tres grandes joyas artísticas de la presencia musulmana en el sur de Europa, junto con la Alhambra de Granada y la Mezquita de Córdoba, y uno de los monumentos más representativos del Mudéjar aragonés, declarado por la Unesco Patrimonio de la Humanidad.
Tras la conquista cristiana, la Aljafería fue residencia de Pedro IV de Aragón y palacio de los Reyes Católicos.
Luego tuvo varios usos poco edificantes (Inquisición, cárcel Real y cuartel), hasta que se instalaron las Cortes de Aragón en 1987.
El Patio de Santa Isabel, con su jardincillo y sus pórticos de arcos afiligranados, es tan hermoso, tan plácido, que dan ganas de quedarse en él y no ver nada más, pero hay que visitar también el Salón Dorado y el Oratorio para hacerse una idea del esplendor de Zaragoza en la época taifal.
Por último, se puede visitar la Torre del Homenaje o del Trovador, que es en realidad la parte más antigua de todo el Palacio. ¿Sabías que la ópera Il Trovatore, de Verdi, se inspira en la leyenda de la Torre del Trovador de la Aljafería?.
Tras admirar los principales tesoros de la ciudad, nos dirigimos hacia el centro.
En apenas diez minutos llegaremos hasta el Paseo de la Independencia, la avenida más importante de Zaragoza.
Antes de la Guerra de la Independencia este lugar estaba lleno de viviendas, conventos e iglesias. Los Sitios de 1808 y 1809 hicieron estragos en la ciudad, y la mayor parte de los edificios mencionados terminaron destruidos por la artillería francesa.
Con la permanencia de los franceses en la ciudad en 1811 se planeó la construcción de una gran vía triunfal aprovechando el espacio creado. El arquitecto municipal Joaquín Asensio, guiado por las ideas ilustradas y siguiendo el modelo de la Rue de Rivoli de París, diseñó el denominado Paseo Imperial.
Con tan solo algunos bancos y árboles levantados, las obras se paralizaron en el año 1813, al abandonar los franceses la ciudad.
A finales del siglo XIX el paseo ya era el centro de buena parte de la actividad de la ciudad, lleno de cafés, quioscos de prensa y multitud de personas paseando por el bulevar central o por las arcadas.
El siguiente punto de destino es Santa Engracia, una iglesia que se erigió sobre las ruinas del antiguo convento de Santa Engracia, destruido en durante los sitios de los ejercitos napoleónicos en 1808 y 1809 y del que solo se conserva la fachada, una extraordinaria portada de alabastro en forma de retablo que data de la época de los Reyes Católicos.
En el interior recomendamos visitar la magnífica cripta, que guarda 2 sarcófagos paleocristianos de mármol del siglo IV, así como otro pequeño sarcófago, bajo el altar, con los restos de Santa Engracia.
A pocos metros, siguiendo la Calle Joaquín Costa, se encuentra la Plaza de los Sitios. Aclaremos su nombre: plaza de los Sitios, ¿qué sitios? Unos hechos que nos trasladan a la Guerra de la Independencia, cuando las tropas de Napoleón asediaron la ciudad durante meses, entre 1808 y 1809. Entonces surgieron personajes como Agustina de Aragón y otros héroes de los Sitios, a los que se homenajea con el Monumento escultórico de Agustín Querol que domina el centro de la plaza.
La Plaza de los Sitios es un lugar muy frecuentado por los zaragozanos dadas sus atractivas zonas ajardinadas y exuberante arbolado. La plaza además, suele estar animada por la celebración de diversas ferias y exposiciones.
La construcción de los principales edificios que la rodean así como la urbanización de esta zona se produjo con motivo de la celebración de la Exposición Hispano Francesa en 1908. Algunos de los que se conservan albergan hoy en día el Museo de Zaragoza, la Escuela de Bellas Artes o el Colegio Gascón y Marín.
En el Museo de Zaragoza se exhibe desde el hacha de Cauvaca (Caspe), el objeto más antiguo fabricado por el hombre (100.000 años), hasta pintura contemporánea. Pero lo que todo el mundo viene a ver son los cuadros de Goya y, en particular, sus retratos: Carlos IV, María Luisa de Parma, Fernando VII, el duque de San Carlos, el infante Luis María de Borbón…
Desde el museo tomamos la calle Mefisto y apareceremos en el Paseo de la Constitución, y mejor si cruzamos a su bulevar central para caminar entre los parterres y las estatuas que adornan el recorrido.
Pronto distinguiremos la geometría acristalada de una famosa entidad bancaria. En su interior se encuentra una de las obras maestras del Renacimiento aragonés, el antiguo Patio de la Casa Zaporta, más conocido como el Patio de la Infanta.
Es una de esas joyas que podrían haberse perdido varias veces a lo largo de la historia, pero que milagrosamente consiguieron subsistir al paso de los siglos.
Gabriel Zaporta fue un comerciante y banquero judeoconverso, originario de Monzón, que se estableció en Zaragoza hacia 1535. Fue el primer banquero de la Corona de Aragón y mantuvo prósperas relaciones comerciales con Valencia, Francia, Flandes e Italia, a donde exportaba productos como lana, trigo, azafrán y ganado.
En 1550, con motivo de la celebración de su boda con Sabina de Santángel, de quien estaba profundamente enamorado, inauguró un espléndido patio en el palacio que tenía entre las calles San Jorge y San Andrés, en el límite de la antigua judería.
La noche del 11 de septiembre de 1894 la casa sufrió un terrible incendio del que sólo se salvaron el patio y la escalera. El 4 de febrero de 1903 se decidió demoler el inmueble.
El patio fue vendido al rico anticuario francés Ferdinand Schultz, quien lo desmontó, lo traslado y lo volvió a montar en su tienda de antigüedades, en el número 25 de la Rue Voltaire de París.
En 1957 la Caja de Ahorros de Zaragoza, Aragón y Rioja (hoy Ibercaja) compró el patio y en 1980 lo decidió instalarlo dentro de su nueva sede central de la plaza Basilio Paraíso (aunque para visitarlo, hay que entrar por San Ignacio de Loyola), donde todavía hoy podemos visitarlo y admirar algunos de los secretos que todavía esconde.
Para cenar, te proponemos el entorno de la Plaza de los Sitios, la milla de oro gastronómica de la capital aragonesa.
Restaurantes de moda para ver y ser vistos, con una cuidada decoración, una amplia oferta gastronómica que nos permite dar la vuelta al mundo sin salir del centro. Además, la mayoría de ellos tienen un horario amplio que va desde la mañana hasta la noche, lo que los hace ideales para desayunar, tomar el vermú, comer, cenar o tomarse una copa.
Te aconsejamos seguir esta lista de restaurantes donde comer bien en la Plaza de los Sitios.
Si dispones de dos días en la ciudad de Zaragoza puedes incluir a esta ruta el precioso Parque Grande José Antonio Labordeta, un largo paseo por las riberas del Ebro hasta la zona de la Expo o una divertida mañana en el Parque del Agua Luis Buñuel.