Joaquín Costa es una de las calles mas céntricas y concurridas de Zaragoza, y se extiende desde el Paseo Independencia hasta la Plaza de los Sitios, atravesando Plaza Santa Engracia, Don Hernando de Aragón, Isaac Peral y Mariano Escar.
Cronistas nacionales y extranjeros de todas las épocas han descrito a la calle Joaquín Costa desde su surgimiento como «una de las calles más animadas de Zaragoza». En la calle Joaquín Costa aun hoy se mantiene esa tradición y funciona atestada de establecimientos minoristas que se recorren con la tranquilidad y naturalidad de un paseo.
El origen de la calle hay que buscarlo a principios del siglo XX. La clausura de la Exposición Hispano-Francesa de 1908 llevó aparejada la puesta en marcha de la urbanización de la la zona conocida como Huerta de Santa Engracia, que iba a dar lugar al gran ensanche burgués en torno a la Plaza de los Sitios.
También trajo consigo el derribo del Cuartel de Santa Engracia, adosado a la basílica con la misma advocación, esto trajo consigo la apertura de la Calle Joaquín Costa y adyacentes.
Aunque la urbanización de la antigua Huerta de Santa Engracia resultó más lenta y complicada de lo que se pensó en un principio, el arranque de las obras de las calles Joaquín Costa e Isaac Peral se inicia ya a comienzos de la segunda década del siglo XX.
El lugar, ahora de una centralidad absoluta y muy próximo al Paseo de la Independencia, era visto aún por muchos zaragozanos como relativamente alejado del centro urbano.
Restaurantes, hoteles, parques, galerías de arte, proyectos culturales, tiendas, bancos, farmacias, se suceden y forman parte de la vida habitual de la calle.
Instalaciones recientemente restauradas y modernas se dan la mano con el pasado. Las viviendas modernistas nos salen al paso, con sus balcones de forja que sobresalen a la construcción misma, los techos de tejas o los bellos vitrales, típicos del decorado de las viviendas burguesas de principios del siglo XX.
En el número 1 está el antiguo edificio de la Caja de Previsión Social de Aragón. Fue construido en 1931 según el diseño del arquitecto Regino Borobio. En la actualidad alberga la sede de UGT.
Abierto desde 1969, el San Siro (Joaquín Costa 3) es un clásico a la hora del aperitivo y cuando cae la tarde. Precios ajustados, generosidad con las tapas, cañas estratosféricas y un calor especial. Tienen una excelente coctelería y un amor especial hacia los gin-tonics que comprendemos a la perfección.
El ambiente es de lo que antes se llamaba de ‘jóvenes profesionales’, pero que ahora, más que una casta fruto del liberalismo, parece una especie en peligro de extinción.
Tragos frescos, originales, aromáticos y sabrosos que mitigarán vuestras fantasías homicidas con el jefe de departamento de la oficina, los albañiles llamativos, el vecino que escucha techno y otros monstruos de la cotidianidad.
En el 5 se sitúa La Ontina, un restaurante que apuesta por la cocina aragonesa, navarra y vasca de autor.
Entre las especialidades de la casa, las exquisitas pochas párrocas (papada de cerdo ibérico y piparras), la longaniza a la brasa con aromas de romero silvestre, los lomos de lubina con vinagreta templada o la paletilla de cordero lechal rellena de lechezuelas y hortalizas.
En el número 8 se encuentra el Costa 8 Gastrobar. Este bar de tapas, raciones y platillos quiere remontarse a las raíces de la tradición aragonesa con un punto juguetón y creativo.
Y realmente lo hacen muy bien. Buenas tapas, unos rotos dignos de probar, y una carta muy recomendable son sus credenciales.
Ferrero de morcilla con cebolla caramelizada, tartar de tomates con ventresca, olivas negras y piparras, tacos de solomillo al wok con foie, croquetas de chorizo y huevo frito, champiñón trufado con foie, risotto tartufada con jamón, chipirones rellenos de brandada de bacalao… Todo de primera.
En el número 9 encontramos el Saona. Cruzar las puertas de este restaurante es trasladarse a otra atmósfera, con un marcado posicionamiento lifestyle, inspirado en los paisajes del Mediterráneo, que también son la base de sus recetas. La idea es que los comensales que acudan a este restaurante se sientan de vacaciones y puedan disfrutar de un rato de desconexión y buena mesa.
Las propuestas mediterráneas son el plato estrella: arroces, cocas, panes payeses con queso y tomate confitado, canelones o platos con atún como el tataki.
En el número 16 se ubica el Ginger Fizz Bar, un sitio que lo tiene todo para atraer a la gente cool: un cuidado interiorismo en el que el verde de la vegetación y el juego de las luces y sombras de su original iluminación son los protagonistas, mesas comunitarias de madera, ladrillos a la vista, ventanales abiertos a la calle, terraza…
La carta, además, está hecha para producir ataques de priapismo entre los modernos, con una amplia variedad de cócteles (su especialidad) y tapas de estilo joven y creativo, pero sin juegos de manos.
En la intersección de la calle Joaquín Costa y la Plaza de los sitios se encuentra la antigua Casa de Tomás Castellano, uno de los ejemplos más sobresalientes de la arquitectura de casas burguesas de los años 20. Exteriormente destaca por su empaque clasicista, dentro del típico eclecticismo característico de primeros del siglo XX.
La amplitud de la superficie del solar hizo posible la realización de un jardín en la calle de Joaquín Costa nº 13, que actualmente es la entrada principal a la Fundación Ibercaja.
Eso (y muchísimo más) es Joaquín Costa: un lugar donde es fácil perderse y sentirte dentro de una aventura, una locura y un remanso de paz, todo depende de donde estés y del momento del día.
Siempre está llena de gente de todas las edades, por lo que es un gran lugar para experimentar la atmósfera incomparable del centro de Zaragoza.
Todo el conjunto arquitectónico y humano es impresionante, y el paseo por una de las principales arterias comerciales y turísticas de Zaragoza se hace totalmente ineludible, tanto para los viajeros que llegan por primera vez a la capital maña como para aquellos que la conocen como la palma de su mano.