La animada Avenida de Madrid se extiende por más de 2,1 kilómetros, desde el Paseo María Agustín hasta la Vía Hispanidad.
Recorrerla en toda su extensión nos hace viajar entre estilos arquitectónicos, escultóricos y ambientales de alto valor cultural y patrimonial.
En la Avenida de Madrid se puede hacer de todo: comprar en alguna tienda, visitar una librería —de nuevo o de viejo—, tomar un café, poner crédito al teléfono, sacar dinero o llevar a la mascota a un corte de pelo.
La crisis económica hizo que numerosos locales bajaran la persiana, pero a pesar de ello sigue siendo una de las zonas más comerciales de Zaragoza. Siempre llena de gente de todas las edades, concurrida y agitada, aunque muchas veces pasa desapercibida.

La Avenida de Madrid es una vía amplia, bien señalizada, con varios carriles, separador, luminarias y pocos semáforos, lo que la convierte en un trayecto cómodo y rápido.
Detente un momento y contempla el entorno. No mires a la gente, ni a los autos que pasan constantemente, ni a los productos en venta. Mira hacia los costados y hacia arriba. Descubre en medio del bullicio diario la diversidad de estilos arquitectónicos y la coexistencia de construcciones de distintas épocas.
En diferentes momentos, cada construcción ha sido testigo de fragmentos diversos de la historia de Zaragoza, cumpliendo funciones distintas.
Originalmente era una carretera nacional que unía Zaragoza con Madrid, atravesada durante décadas por la vía férrea de la línea Madrid-Zaragoza-Alicante, y rodeada de actividad industrial, con fábricas como Averly, Carde y Escoriaza, Chocolates Orús y Tudor, entre otras.
La Avenida de Madrid surgió a principios del siglo XIX en una zona semirural que fue urbanizándose con el asentamiento de las primeras parcelas.
En 1930, alrededor de esta avenida ya vivían unas 10.000 personas, formando un barrio eminentemente obrero, fruto de la emigración desde zonas rurales que aumentó en las décadas de 1950 y 1960.
Con el tiempo, la avenida adquirió un marcado carácter de centralidad y se convirtió en un destacado escaparate comercial con numerosos comercios.
No es casual que sus dos cines de barrio, el Delicias (1923) y el Madrid (1955), se establecieran en esta avenida.
El Cine Madrid (Avenida Madrid 115) perdió clientela al facilitarse el acceso al centro de la ciudad y cerró como sala de proyección en 1984, para convertirse en bingo poco después.

El Cine Delicias (Avenida Madrid 147) tampoco tuvo mejor suerte y cerró en 1973.
Entre los edificios más antiguos destaca el conjunto de casas proyectado en 1888 por Pablo Lacasa y Hermenegildo Gorría, cuyos bajos albergaban el desaparecido Café Madrid.

Cerca, en el número 5, está Casa Emilio, restaurante inaugurado en 1939. Cerca de oficinas de portes, muchos clientes eran transportistas. Por las noches acudían luchadores antifranquistas, políticos y artistas. El restaurante estuvo vinculado al nacimiento de la revista Andalán y a la presentación del Partido Socialista de Aragón y otras formaciones políticas. Cantautores como José Antonio Labordeta, Joaquín Carbonell o La Bullonera presentaron varios discos allí.
Enfrente está el palacio de la Aljafería, residencia de verano que Al-Muqtádir, rey musulmán de la taifa de Saraqusta, levantó en el siglo XI. Es el único testimonio conservado de la arquitectura islámica hispana de la época de las taifas.

Al inicio de la avenida se construyó en 1911 un paso a nivel que, pese a sucesivas ampliaciones, no solucionó el problema de la vía férrea hasta que en 2002 fue soterrada.
En los años 90 se levantó el conocido ‘puente azul’, una estructura peatonal que fue retirada doce años después, dando paso a la actual plaza de la Ciudadanía.
En el número 11 se encuentra Karakura, templo de cocina asiática que mezcla gastronomía callejera china, japonesa y coreana. Todo está elaborado a mano, incluidos los fideos, como muestra la máquina en la cocina.
Entre sus especialidades destacan los takoyakis de gran tamaño, rellenos de pulpo de primera calidad y ajete, acompañados de salsa hoisin y mayonesa.
En el 220 está La Panadería. A simple vista parece una panadería-cafetería más, pero su obrador produce panes deliciosos, de aroma ácido y miga consistente, que la distinguen de cadenas industriales habituales.

Al final de la avenida, en una rotonda muy transitada, se encuentra la escultura ‘Puesta de Sol’. La obra del artista andorrano Fernando Navarro Catalán está formada por doce cilindros rectos, oblicuos y truncados que, unidos, representan la silueta de una cordillera (según algunas fuentes, el monte Moncayo al atardecer).
Eso (y mucho más) es la Avenida Madrid: un lugar donde es fácil perderse y sentirse en una aventura, una locura o un remanso de paz, dependiendo de dónde estés y del momento del día.
La Avenida Madrid es esa otra cara de Zaragoza que las guías turísticas suelen olvidar, pero que está llena de vida y gente.