La plaza de la Seo ha sido el centro religioso, político, económico y social de Zaragoza durante 2.000 años, desde época romana hasta comienzos del siglo XIX.
A pesar de formar parte de la zona más antigua de la ciudad, se configuró en su aspecto actual tras el proyecto de Regino Borobio de 1937.
Escenario de todo tipo de celebraciones (batallas, autos de fe, ejecuciones, representaciones teatrales, fiestas, torneos, canonizaciones y proclamaciones, etc.), ha cambiado de nombre hasta en diez ocasiones, dependiendo de las diferentes etapas de la historia de la ciudad.
La plaza de la Seo tuvo siempre un cierto carácter aislado del resto -quizá potenciado por la existencia de la calle Don Jaime-, es por esto acaso por lo que los últimos proyectos de remodelación de la misma, la han tratado de forma diferenciada.
En 1988, Julio Díaz-Palacios redactó un proyecto de remodelación de la plaza. Al realizarse las catas preceptivas, aparecieron unas estructuras arqueológicas de uso público de singular importancia. Esta circunstancia alteró la idea inicial del proyecto y obligó a la redacción de uno nuevo, el cual fue redactado por José Manuel Pérez Latorre en 1989.
En el nuevo trazado se pretendía fundamentalmente recuperar las ruinas arqueológicas y devolver la plaza al estado de dignidad que la Catedral de La Seo requería. La conservación de estas ruinas se debía hacer, según su autor, permitiendo su contemplación.
Para ello se proyectó el Museo del Foro Romano, una sala subterránea de 2.000 metros cuadrados, sustentada por unos soportes sobredimensionados realizados en hormigón blanco, los cuales contrastaban con el tono pardo general de los restos romanos existentes.
Para posibilitar una visión directa de las ruinas, se proyectaron una serie de pasarelas enlazadas que permitían igualmente el acceso a una gran sala de exposiciones situada en un nivel inferior.
Para permitir el acceso a los restos arqueológicos inferiores, se proyectó un edificio para cuya colocación se buscó un lugar que no interceptara las visuales sobre la fachada de la Catedral o del Palacio Arzobispal. Se diseñó una estructura «transparente» de ónice en la que, para Pérez Latorre, sólo los reflejos habían de ser su textura.
Su forma venía sugerida según su autor, por la torre barroca de La Seo, integrando en ella igualmente el baldaquino berniniano, esto es, el dosel sobre cuatro elementos de apoyo. Esta estructura era una respuesta moderna, al hecho simbólico de conservar las ruinas de nuestros orígenes y armonizar con la mayor dignidad posible con la arquitectura que da carácter a la plaza.
Pocos de los que recorren la plaza saben que en otro tiempo fue el siniestro escenario de los autos de fe del Santo Oficio. Los autos se celebraban casi siempre en La Seo (dentro, o a la puerta, o en la plaza) o en Nuestra Señora del Portillo; pero consta de algunos en «el patio de la casa del Arzobispo».
La Inquisición fue creada a finales del siglo XII bajo la autoridad del Papa para perseguir a los herejes de la época, especialmente los cátaros. Fernando el Católico le dió un gran impulso tres siglos después para reprimir a los judíos conversos, aunque entre las víctimas del tribunal se encontraban también acusados de homosexualidad, brujería y musulmanes no conversos, entre otros. Más tarde se persiguieron también a luteranos y masones.
La Inquisición fue abolida por Napoleón en 1808 tras invadir España. Fue reinstaurada por Fernando VII y abolida definitivamente en 1834.
La sede del Tribunal fue habitualmente la Aljafería desde 1486, y en ocasiones de paso de Fernando el Católico por Zaragoza y alojamiento suyo en ella, el palacio arzobispal: no le placía al rey el asentamiento de la Inquisición en la vieja fortaleza, y así se lo manifestó en cartas de 1511 y 1515 ordenándoles alquilaran casas de la ciudad; pero allí se quedó. Por fin, en 1708, el Tribunal hubo de trasladarse, por no poder hacer frente a ellas, a otra residencia: la hoy llamada Casa del Canal, en la Plaza de Santa Cruz.
En 2011 se inauguró el Museo Diocesano (actualmente Alma Mater Museum). A lo largo de un conjunto de espacios conocidos antiguamente como Las Casas del Obispo, residencia de santos, papas, obispos y reyes de Aragón, se plantea un doble recorrido que permite conocer los espacios históricos más importantes de la historia aragonesa, todo ello con el apoyo de una serie de innovadores video-mapping que se proyectan sobre el viejo edificio y que aportan un nuevo concepto de lo que debe ser un museo diocesano, en este caso avalado con varios premios nacionales.
El Alma Mater Museum, articulado en tres plantas y con más de 5.000 m2 muestra a sus visitantes una valiosa colección de arto sacro procedente de los fondos del Palacio Arzobispal y de las parroquias de la Diócesis.
En la esquina de la plaza La Seo y la calle Don Jaime se encuentra El Maño, un pequeño establecimiento que lleva décadas endulzando la vida de los zaragozanos a base de adoquines y otros dulces tradicionales.
Aquí también podemos hacernos con un cachirulo, el típico pañuelo a cuadros rojos y negros que identifica a los zaragozanos y sus fiestas. Además ahí es posible adquirir una de esas famosas cintas de la virgen del Pilar que se cuelgan en el espejo retrovisor de los coches.
Es probablemente el rincón más bello de Zaragoza, y no solo para turistas: los niños de una escuela juegan al aire libre o se sientan a leer bajo los inmensos portales ajenos al trasiego de los visitantes.
La Plaza de la Seo se mantiene como un cobijo para los vecinos y visitantes que buscan tomarse una cerveza o picar algo tranquilamente. A pesar de este maná de sillas y mesas, por la noche no es fácil encontrar sitio para sentarse, pero cuando se consigue, no hay quien te desenganche el culo de tu trocito de paraíso urbano.
Uno de esos lugares para reenamorarse de Zaragoza y del mundo en general.