La Calle Sobrarbe es la vía de entrada al Arrabal, que abraza al paseante en el momento en que cruza el Puente de Piedra en dirección a la margen izquierda. Su corto recorrido, de norte a sur, tiene aproximadamente 600 metros.
Casi todas las edificaciones poseen más de dos plantas y predominan las viviendas. Por lo general, carecen de portales y llenan casi todo el espacio alrededor de la vía, en marcado reflejo de la arquitectura popular aragonesa, la ecléctica y la gran densidad poblacional de la zona. A ratos, algún pequeño árbol acompaña nuestro trayecto.
Algunos que la recorren a diario, e incluso muchos que viven en sus márgenes, desconocen cuánto tiene para contarnos sobre la ciudad y sus pobladores.
La Calle Sobrarbe tiene sus orígenes en el siglo XVI, aunque se sabe que desde el siglo XII ya existía población en este entorno, cuando en la época musulmana surgieron los arrabales, extramuros de la ciudad.
En 1224 se fundó el convento de San Lázaro, centro religioso del Arrabal y hospital de leprosos, junto al Puente de Piedra. Este paso del río dio origen a la calle de Sobrarbe. Era el único puente estable que existía entre Tudela y Tortosa, la única posibilidad fija de cruzarlo.

Este lugar formaba una encrucijada de caminos, de la que partían tres carreteras: la de Logroño (actual Calle Sixto Celorrio), la de Barcelona (hoy Avenida de Cataluña) y la de Huesca y Francia (Calle Sobrarbe).
Cuando se realizaron excavaciones durante las obras de la Expo 2008, aparecieron restos de calzada romana, ya que era la antigua vía de comunicación entre Osca y Caesaraugusta.
Durante los Sitios de Zaragoza, la Calle Sobrarbe fue un punto neurálgico en la defensa de la ciudad porque era la entrada natural de víveres y munición que venían del norte. La ciudad capituló en 1809, tres días después de que el Arrabal cayera.
No fue considerada calle hasta los siglos XVI-XVII, cuando comenzaron a surgir núcleos de población alrededor de los conventos de San Lázaro, Altabás y Madres Concepcionistas.
Posteriormente, la inauguración de la Estación del Norte (1861) impulsó la apertura de almacenes y servicios para mercancías, convirtiendo a Sobrarbe en una de las calles más animadas de Zaragoza según cronistas de la época.
Hoy, la calle mantiene su tradición comercial, con establecimientos minoristas, un mercado, negocios históricos y construcciones destacadas como la Iglesia de Altabás, proyectada en 1858.


La práctica totalidad de sus locales tienen vida tras un goteo de aperturas a lo largo de los últimos años: tiendas de telefonía y fotografía, locales de restauración, moda, una moderna barbería y un estudio de tatuajes han sido los últimos en abrir sus puertas.
Junto a todos ellos, el mercado de Altabás, con todos sus puestos ocupados, y varios negocios que forman parte del paisanaje arrabalero desde hace décadas y que sobrevivieron a la crisis.
En las inmediaciones, varias paradas de autobús en todas direcciones reúnen a decenas de personas impacientes.

A partir de ese punto la calle se acerca a su final. Nos acoge el Ebro, el Puente de Piedra, el monumento a la antigua iglesia de Altabás y el paisaje del otro lado del río, con la gigantesca Basílica del Pilar, la Lonja y la Catedral de La Seo.
Desde la Calle Sobrarbe también podemos acceder al interior del Casco Histórico del Arrabal a través de las calles Horno, Ibort y Villacampa y descubrir que en unos pocos pasos hemos retrocedido varios siglos en la historia.

Esta zona presenta numerosos edificios tradicionales de la arquitectura popular aragonesa del siglo XVIII de tres plantas con granero, muchos esperando su merecida restauración.
La Calle Sobrarbe es una arteria histórica, comercial y turística imprescindible para quienes visitan Zaragoza o la recorren a diario, un paseo lleno de vida y memoria.