La Avenida de la Almozara se extiende a lo largo de 2,4 kilómetros como un eje de alta capacidad de tráfico rodado que conecta la Plaza de Europa y el Río Ebro con las Avenidas Ranillas y Expo 2008.
El nombre de la avenida proviene de la zona denominada como ‘al-musara‘ en la época musulmana. En aquellos años la zona ya estaba rodeada de cultivos de cereal, huertas y un gran soto en la ribera del Ebro. A mediados del siglo XI fue cuando se levantó en estas tierras el Palacio de La Aljafería.
Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, estuvo al servicio del Taifa de Zaragoza durante su destierro del Reino de León y Castilla (1081-86) y solía utilizar esta zona para entrenarse junto a su contingente de tropas andalusíes y castellanas.
La Puerta de Sancho marcaba el límite de la ciudad medieval amurallada y el comienzo de la huerta de La Almozara. Era la principal salida de intramuros por el Noroeste de la ciudad. La puerta se abría dando salida por el muro de rejola al final de la calle Predicadores, en la entrada de la actual calle de Santa Lucía.
Su nombre se refería al rey de Aragón y de Navarra Sancho Ramírez. Se la menciona por primera vez en 1180 en documentos que hacían referencia a molinos cercanos a ella. También se la citará en siglos posteriores por ser por donde salían los condenados al destierro.
En su inicio, la avenida nos regala una pequeña y singular plazoleta, dedicada a la Puerta de Sancho. Resalta aquí uno de los monumentos más conceptuales de la capital, un conjunto escultórico realizado por Florencio De Pedro en 1992.
En la plaza hay un dibujo de la antigua Puerta de Sancho sobre una placa de latón.
Hoy lo adornan altos edificios y grandes rotondas, pero su origen se remonta a la época en que las fincas agrícolas comenzaron a dar paso a la incipiente industria. Nadie podía imaginar entonces que una vía polvorienta se convertiría en uno de los trazados más importante de la futura Zaragoza.
En el siglo XIX, con la expansión del ferrocarril, esta zona de Zaragoza volvió a tomar relevancia. Junto a las casas habitadas por los agricultores fueron apareciendo almacenes y fábricas como la Industrial Química de Zaragoza, Cartonajes Barco, Cauchos Miju, Piensos CIA (Compañía Industria Agrícola), refrescos Konga o la Unión Alcoholera.
Durante buena parte del siglo XX la zona era conocida como La Química. El desarrollo industrial provocó un fuerte impacto ambiental con suelos contaminados, además del impacto estético fruto de las fábricas y la división del barrio en dos con la edificación de la estación de Caminreal, frente a la de mercancías de La Almozara.
Los vecinos se unieron para pedir que las factorías se trasladaran fuera del barrio, lucharon por recuperar el histórico nombre del barrio frente al de la Química, y solicitaron la apertura de colegios públicos y centros de salud.
En 1971 se inauguró el colegio público Jerónimo Zurita y diez años después iniciaba su andadura el colegio público Puerta de Sancho.
Finalmente, en 1979 la fábrica de sulfúrico de la Industrial Química cerró sus puertas. En 1989 se eliminó el paso a nivel de entrada al barrio y se urbanizó la plaza Europa. Ese mismo año se abrió al público el centro de salud de La Almozara.
En 1992 se procedió a derribar la factoría de piensos CIA, situada en el actual parque de la Aljafería. Después de un gran despliegue por los medios de comunicación para publicitar la voladura, no consiguieron tan siquiera tirar el cartel al que se le había puesto una carga de explosivos para que fuera lo primero que cayera y dar más espectáculo a las cámaras que lo estaban grabando y a la gente que fue a mirar. Los cascotes que se desprendieron ocasionaron varios heridos entre el público.
En el número 8 está el Bar Gilda, un local de tapas de estilo creativo y joven, pero que huye del ‘gastropostureo’. Aquí encontraremos un buen producto y algunas recetas imaginativas como el arenque con guacamole o el paté de zanahoria y anacardos con mojama de atún, remolacha encurtida y pipas de calabaza tostadas, pero sobre todo buen producto a precio asequible como las bombas (aceitunas rellenas), las anchoas del cantábrico, el jamón batido o el clásico guardia civil (sardina pimiento del piquillo, pepinillo y tomate).
En el 16 se sitúa la Tasca del Ebro. Este pequeño espacio es un potente concentrado de todos los ingredientes que todavía hacen de la Almozara más abisal un enclave singular en la geografía oculta de Zaragoza. Aquí los quintos van que vuelan. Y también las copas de vino working class, a precios de calle, la especialidad de la casa.
Y acompañan la bebida con embutidos y quesos, anchoas, guardias civiles, montaditos de cecina, croquetas o algún otro plato más elaborado. Se nota que quien lo regenta es del morro fino.
En el número 39 se encuentra el restaurante La Cantera, un sitio aconsejable para una correcta comida aragonesa y rematadamente casera, dicho sea para bien.
Su concurrida barra y su menú están repletos de buenos ejemplos extraídos del recetario tradicional. Sin duda saben preparar un fantástico solomillo, aunque el entrecot de buey o el ternasco a la brasa también son excelentes.
Y todos sus platos de cuchara están magníficamente preparados. La clave de la fama de La Cantera es una parrilla de carbón y usar siempre aceite de oliva.
La Avenida de la Almozara es uno de esos sitios donde parece que el tiempo se haya detenido años atrás, cuando todo era más sencillo y la gente no tenía tanta prisa.
Sus puntos más fascinantes están al inicio y al final. La avenida nace en el río, en una amplia Plaza de Europa donde confluyen, además, el Paseo Echegaray y Caballero (hermosa vía que recorre la ribera del Ebro, bordeando la urbe) y el Paseo María Agustín (también notable por su elegancia y la belleza de sus edificios patrimoniales).
Unos kilómetros tierra adentro, donde expiran la avenida y el barrio, desde el soberbio puente del Tercer Milenio (inaugurado en 2008 y primero de su tipo construido en el mundo), es posible divisar el río ancho y apacible, con sus riberas tupidas de vegetación a pesar del feroz avance de la ciudad. Siglos de contaminación no impiden que la zona se considere como uno de los pulmones verdes de Zaragoza y, justo bajo el puente, el Parque del Agua invita a niños y adultos a las más tradicionales diversiones y los paseos en bote.