La recientemente renovada Plaza de Santa Engracia acoge una de las principales iglesias de la ciudad de Zaragoza.
El origen de la Iglesia de Santa Engracia está en una pequeña capilla de la época romana, donde se rendía culto a los restos de Santa Engracia y otros mártires zaragozanos que fueron ejecutados en el año 304 en el marco de las persecuciones ordenadas por el emperador Diocleciano.
En 2008 se realizaron una serie de descubrimientos que han permitido confirmar la antigüedad del primitivo templo, datándolo en los primeros años del siglo IV, poco después del Edicto de Milán, en época del emperador Constantino. Todo hace pensar que se levantó en una necrópolis donde los cristianos eran enterrados en torno a la tumba de la joven mártir, extramuros de la ciudad.
En las excavaciones se ha hallado el pavimento de la cripta original, consistente en una nave principal en el centro y dos laterales. Como era costumbre, estaba orientada hacia Jerusalén (este), por lo que el primitivo baptisterio se encuentra a la entrada (oeste). En él fueron bautizados los neófitos de la ciudad a lo largo de los siglos IV al VII. En aquel entonces sólo había un baptisterio por urbe, esto hace pensar que el templo de Santa Engracia fue la sede episcopal de entonces.
Durante la dominación musulmana de Zaragoza fue templo mozárabe, con el nombre de Iglesia de las Santas Masas. Era el centro del arrabal mozárabe, barrio situado extramuros de la medina.
El Monasterio de Santa Engracia fue erigido entre los siglos XV y XVI sobre el solar de la antigua iglesia mozárabe.
La construcción fue promovida por el citado monarca Juan II tras su curación de una dolencia de cataratas. Los trabajos se prolongaron en el tiempo asumiendo Fernando el Católico el compromiso de su padre y a su muerte, su nieto el emperador Carlos V, continuó con tal empresa.
El monasterio era un lugar simbólico de la ciudad ya que señalaba el lugar donde se conservaban los sepulcros con los restos de Santa Engracia y de los Innumerables Mártires Cristianos perseguidos por el emperador Daciano.
El Monasterio de Santa Engracia se alzaba entre la Plaza de Santa Engracia y la orilla del río Huerva, que actualmente discurre soterrado bajo el Paseo de la Constitución. Una zona que fue objeto de sangrientos combates durante la invasión francesa en la Guerra de la Independencia.
El mismo día en que los franceses llegaron a Zaragoza el 15 de junio de 1808, la puerta de Santa Engracia fue uno de los tres puntos del ataque a la ciudad, junto con la puerta del Carmen y la del Portillo. Los gruesos muros del monasterio y su inmediata proximidad a la puerta del mismo nombre lo convirtieron en importante pieza para la defensa.
El ejercito francés levantó el primer Sitio el 13 de agosto de 1808 sin haber conseguido tomar la ciudad, pero minó toda esta zona en su retirada.
Una mina discurría paralela al río Huerva desde la puerta Quemada hasta Santa Engracia, zona que hoy lleva el nombre de paseo de la Mina. Con su explosión el monasterio quedó totalmente arruinado, salvo la portada de su iglesia.
Y con esa voladura, desapareció gran parte del que fue uno de los edificios más grandiosos de Zaragoza en esos momento, además de obras de Alonso de Berruguete, los sepulcros de figuras clave en la historia de Aragón, como Jerónimo Zurita o Jerónimo Blancas, el imponente claustro gótico-mudéjar, las pinturas de Bayeu, una increíble colección de cuadros y esculturas, o una biblioteca con más de 2.000 volúmenes.
La destrucción del monasterio fue un gran golpe para la ciudad, no olvidemos que Santa Engracia seguía siendo patrona de Zaragoza, y la basílica era una de las iglesias zaragozanas más importantes y veneradas.
El 9 de junio de 1813 las tropas francesas abandonaron la ciudad, y el 14 de noviembre, cuando buena parte del solar urbano estaba lleno de escombros, el alcalde, Vicente del Campo, pidió ayuda a los zaragozanos. ‘¿Qué cosa más agradable a vuestros ojos que el restablecimiento de los preciosos monumentos de la Cruz del Coso y el Subterráneo de los Santos Mártires en que siempre habéis hallado vuestro consuelo? No duda pues el Ayuntamiento que contribuiréis a porfía con vuestros brazos, carros, espuertas y herramientas y con vuestros intereses a tan dignos objetos, y en esta confianza dará principio a descubrir aquel precioso relicario el domingo 21 de los corrientes, y se abrirá una suscripción…’.
Al final, la ciudad estaba tan depauperada, tan barrida por el huracán de la guerra, que se renunció a volver a levantar la Cruz del Coso para centrar todos los esfuerzos en la cripta de Santa Engracia.
El propio Fernando VII aplaudió la iniciativa, y una comisión integrada por Vicente del Campo, Domingo Estrada, José de Yarza y Manuel Irañeta dirigió los trabajos. El 21 de noviembre de 1813 más de 200 personas formaron una cadena humana para desescombrar las ruinas, arrojando los cascotes al Huerva. Días después, el 14 de diciembre, apareció el sepulcro de Santa Engracia y San Lupercio.
Los trabajos fueron sacando a la luz, poco a poco, los elementos que vemos hoy en la iglesia de Santa Engracia.
El arquitecto José de Yarza hizo todo lo que estuvo en su mano para que la cripta recuperada se semejara lo más posible a la original. Y el 24 de mayo de 1819, tras la colaboración (económica y de trabajo) de cientos de zaragozanos, se bendijo la iglesia subterránea y se celebró la primera misa en ella.
La parte del convento que quedó en pie fue derribada entre 1836 y 1842 con permiso y mandato de las autoridades.
En 1891, la portada que sufrió serios daños durante los Sitios fue restaurada por el escultor Carlos Palao, quien completó o repuso enteramente algunas de las figuras originales.
En ella se aprecian motivos decorativos típicamente italianos y otros que dejan constancia del patrocinio regio de la obra, como los escudos de los Reyes Católicos o en la parte superior sus esculturas como orantes.
Su carácter martirial también está presente ya que están representados los Doctores de la Iglesia Latina además de San Prudencio, San Esteban, San Valero o San Vicente entre otros santos, todo ello presidido en la parte superior por una escultura del Calvario, símbolo de la redención.
La iglesia que actualmente se puede visitar fue construida entre 1891 y 1899 por Mariano López, y consta de una nave única con capillas entre los contrafuertes.
A la derecha, en el segundo tramo de la nave, está la entrada a la gran escalera que nos conduce a la cripta.
En la parte inferior y en el centro podemos ver la gran escultura de Santa Engracia del escultor Carlos Palao, que es la que se ubicaba en lo alto de la fachada, siendo sustituida en 1992 por una copia.
Bajo ella los hallazgos arqueológicos del baptisterio y la pila bautismal del siglo IV descubiertos en el año 2008.
En la cabecera de la cripta vemos el grupo escultórico de los mártires, la mesa de altar, bajo la que se encuentra la urna con los restos de Santa Engracia y San Lupercio; detrás del altar, el sarcófago romano de brocatel de Tortosa, y flanqueando a éste último, hoy en día podemos admirar los dos magníficos sarcófagos paleocristianos del siglo IV, verdaderas joyas que hacen de esta cripta, un lugar sagrado desde muy antiguo.
En las excavaciones llevadas a cabo en el año 2008 se descubrió el pavimento original de la cripta (formada por una nave central y dos laterales); y, en la entrada a la cripta, el baptisterio (situado en el lado occidental).
Durante las excavaciones salió a la luz un tercio de la superficie que ocupaba este baptisterio. Tenía planta hexagonal (único conocido en España con esa estructura) a la que se accedía a través de una rampa, en vez de escalones, por la que bajaban los que iban a ser bautizados por inmersión, en él fueron bautizados todos los neófitos de Caesaraugusta desde el siglo IV al VII. Una vez que eran bautizados, vestidos de blanco accedían al templo, ubicado al este, donde recibían la comunión y la confirmación, ya que en aquella época los tres sacramentos se recibían a la vez.
Actualmente el baptisterio se puede contemplar, ya que tras la restauración se cubrió con suelo transitable de cristal para poder visionar los restos del mismo antes de entrar a la cripta.
Dirección: Plaza de Santa Engracia, S/N
Teléfono: 976 225 879