El Paseo de la Constitución es una de las arterias más conocidas de Zaragoza, y aquella en la que se concentra la atractiva dualidad que define perfectamente a la ciudad: orden y caos, bullicio y calma, modernidad y tradición.
Destaca por sus imponentes árboles, obras de arte y un quiosco concurrido.
Comienza en la plaza de Basilio Paraíso y culmina en la confluencia del Paseo de la Mina con la Avenida Ceráreo Alierta.
El Paseo de la Constitución se encuentra situado sobre el cauce del río Huerva.
En sus orígenes, entre el lecho del río Huerva y las tapias del convento de Santa Engracia discurría el denominado Paseo de Invierno, muy popular entre los zaragozanos durante el siglo XIX.
Ya en el proyecto de Ensanche de 1906 se planteaba el trazado de una gran avenida que fuera eje principal de vertebración del ensanche, superando el obstáculo del río Huerva mediante su cubrición parcial.
El principal impedimento era el río Huerva. Finalmente, dos décadas después, el arquitecto municipal Miguel Ángel Navarro ejecutó su cubrimiento y comenzó a tomar forma una de las arterias de la ciudad.
Fue en 1925 cuando comenzaron las obras de urbanización que, en unos años, concluyeron La Gran Vía, un bulevar de cuarenta metros de anchura y casi un kilómetro y medio de longitud.
Con el paso de los años, se decidió cambiar el nombre del paseo en honor a Galán y García Hernández, los capitanes que encabezaron la Sublevación de Jaca contra Alfonso XIII en 1930. A pesar de su fusilamiento, su impacto en el advenimiento de la Segunda República, apenas cuatro meses después, les confirió el estatus de mártires.
Durante la Guerra Civil, se produjo otro cambio de nombre. En 1936, se decidió renombrarlo como Paseo de Marina Moreno, en honor a una joven falangista que perdió la vida cuando el camión en el que transportaba suministros al frente de Almudévar fue atacado por tropas republicanas.
A principios de los años 70 se concluyó el cubrimiento del río Huerva y se procedió a alargar y urbanizar el Paseo, creando una amplia avenida central destinada al paseo peatonal, decorada con árboles y fuentes.
A lo largo de su historia, el Paseo de la Constitución ha sido testigo de algunos de los eventos más relevantes de la capital aragonesa, incluyendo fiestas militares, desfiles y celebraciones.
Los árboles del Paseo de la Constitución forman una capilla sixtina, crecen en dos filas paralelas convirtiendo el paseo en una lengua de sombra -que tanto se agradece en verano- un rastro custodiado por ese verde que crece a uno y otro lado extendiendo sus ramas cual brazos largos que, al encontrarse, se tocan con la punta de un dedo.
Constitución es un bulevar, repleto de comercios que van desde mercados, restaurantes y bares hasta farmacias, tiendas de suvenires, librerías, bibliotecas y centros culturales.
Posee una rambla central por donde caminan a diario miles de transeúntes; niñas, niños y adolescentes montan patines, corren y saltan la cuerda; los enamorados se dan cita; ancianos se sientan a conversar, leer el periódico o distraerse con juegos de mesa a la sombra de los laureles; grupos de turistas curiosos miran hacia todas partes; artistas y artesanos exponen y venden sus creaciones.
Mientras tanto, lado a lado la vida pasa. Y es que cuando andamos por Constitución, el tiempo parece detenerse, el aire es más fresco y desaparecen las preocupaciones.
Al comienzo de Constitución se encuentra el conjunto escultórico que da nombre al paseo. El monumento ‘Constitución Española de 1978’ es obra del artista turolense Florencio de Pedro Herrera. Consiste en 3 pirámides aguzadas que simbolizan los poderes legislativo, ejecutivo y judicial. La esfera en el centro simboliza al hombre, que procura la armonía entre los poderes.
A unos pocos metros se encuentra la escultura ‘Pareja paseando bajo un paraguas’, creada en 1974 por Manuel López. Tiene un carácter íntimo y romántico y representa a una joven pareja que pasea abrazada y protegida del agua bajo un paraguas. El artista se planteó la estatua como un autorretrato juvenil, en recuerdo de los largos paseos de noviazgo con su futura esposa Piedad.
Casi enfrente de la calle Bruil se erige ‘Mariposas‘, obra realizada en 1971 por uno de los artistas aragoneses más internacionales: el oscense Ángel Orensanz.
En la glorieta situada en la confluencia con las calles de don Hernando de Aragón, Isaac Peral y San Ignacio de Loyola, un cenotafio recuerda a los tres funcionarios municipales asesinados durante la huelga general de 1920. Los muertos fueron el ingeniero César Boente y Álvarez, el operario Joaquín Octavio de Toledo y Errazu , y el arquitecto José de Yarza y Echenique, autor de obras tan emblemáticas en el paisaje urbano como el Grupo Escolar Gascón y Marín de la Plaza de los Sitio, o una de las torres del Pilar o la hermosa Casa Juncosa del Paseo Sagasta.
Muy cerca encontramos París / 64 (número 16). Esta firma de moda española nació en 2017 y desde entonces no ha hecho más que crecer. Se dedica a los complementos, en especial a los bolsos y el calzado aunque también tienen cinturones y camisas, en piezas atemporales de gran calidad que tienen algo especial, de inspiración clásica y siempre un toque retro vintage parisino.
Sus impulsores, los zaragozanos María Alfonso (experta en marketing) y José María Pozas (arquitecto), sentían la ausencia de una marca como la suya, dedicada completamente al ‘Made in Spain’ de fabricación artesanal, con materia prima española y responsable con pieles y tejidos de máxima calidad.
Nos acercamos al final del bulevar y ahí nos aguarda otro monumento conmemorativo, en este caso recordando una tragedia más reciente, ya que homenajea a los 62 militares que murieron en el accidente aéreo que sufrió un Yakovlev-42 en 2003 en Turquía. Un accidente que aquí se vivió con especial dramatismo ya que 21 de los 62 militares fallecidos provenían de Zaragoza.
Lo diseñó el arquitecto José Manuel Pérez Latorre y se inauguró en 2007, cuatro años después del fatal accidente. Cada 26 de mayo se reúnen los familiares de los militares que perdieron la vida, y que fueron nombrados hijos adoptivos y predilectos de la ciudad.
Si necesitamos reponer fuerzas, una buena opción es Le Petit Croissant (número 16), una pequeña panadería y pastelería con una gran variedad de artículos de obrador propio: panes de diferentes semillas, con nueces, a la naranja, con formas de animales, galletas de diferentes colores y sabores, pastelitos que se comen sólo con mirarlos, bollos y magdalenas de chocolate, de frutos rojos, de naranja, etc.
Eso (y muchísimo más) es Constitución: un lugar donde es fácil perderse y sentirte dentro de una aventura, una locura y un remanso de paz, todo depende de donde estés y del momento del día.