La animada Calle Mártires se extiende por casi 50 metros, desde el Coso hasta la Calle Cuatro de Agosto. Fue y es una de las calles más importantes del Tubo, la zona de tapeo más popular de Zaragoza.
Mártires resulta ser una verdadera galería al aire libre donde se contemplan los estilos más diversos, la mayor parte de ellos concebidos en la primera mitad del siglo XX. En menor cuantía descubrirás el Art Decó y el Racionalismo, momentos que no alcanzaron su mayor esplendor en el Casco Histórico, sin embargo son muy identificables entre tanta añeja arquitectura.
Sin lugar a dudas, el Ecléctico es el predominante. Te será muy fácil reconocerlo porque en una misma edificación todos los niveles, son diferentes. En Mártires, estos inmuebles resaltan, no solo por su estado de conservación, sino también por su colorido y proliferación.
Al principio de la Calle Mártires se encontraba la Puerta Cinegia, la puerta sur de la muralla romana. Según se cree, allí eran ejecutados los cristianos que eran perseguidos por Daciano, el gobernador romano de la ciudad, y justo al lado había un foso donde eran arrojados.
En el año 1492 se construyó en el mismo sitio una puerta medieval como recuerdo del Descubrimiento de América. Esta Puerta fue destruida en los Sitios de 1808 y 1809 por los franceses.
Sus restos actuales se pueden ver en la Calle Mártires donde hay piedras de la base del arco y dentro del centro comercial Puerta Cinegia en el que hay restos de dos torreones y del paño de la muralla romana.
En la confluencia de la Calle Mártires y Plaza de España se encuentra La Taberna 1941 A Pulpería. Su especialidad, tratándose de una taberna gallega, es el pescado.
Boquerones en vinagre, chipirones, pulpitos a la plancha, mejillones, berberechos, zamburiñas, almejas, calamares, ostras, percebes, navajas y, por supuesto, su pulpo. De la cocina no paran de salir platos mastodónticos de pulpo a feira. La ración es una animalada y el pulpo está tan bien cocido que hay aplausos. Hay locos del tema que aseguran que es el mejor pulpo a feira de la ciudad.
Sus fritos –viscosos como Dios manda– os reconciliarán con el colesterol.
En el número 2 se ubica Aires del Sur, un restaurante que ofrece una amplia variedad de platos típicos de Andalucía, como la gamba blanca de Huelva, el jamón ibérico de bellota, el boquerón en adobo, la tortilla de camarones, los chocos fritos y los langostinos tigre de Sanlúcar de Barrameda.
A escasos metros, en el número 8, se sitúa El Bula Tapas. La gastada palabra “honestidad” se llena de significado en una carta que no busca marear, basada en la buena materia prima, pero que conoce sus limitaciones. Huye del sobado “para compartir” con la idea de “platos que pueden crecer”.
Aquí encontraremos un buen producto y algunas recetas imaginativas como el rulo de cabra a la plancha con confitura de tomate, la tostada de foie a la plancha o los revueltos de trigueros y boletus, pero sobre todo buen producto a precio asequible como el solomillo de cerdo ibérico en adobo sobre pan con tomate con casse o las patatas bravas gajo con espuma de nitrógeno de alioli, mayonesa de oliva negra y picante casero. Todo de primera.
Nuestra próxima parada es la Pizzería Pomodoro. Este estrecho y humilde bar-restaurante propone un menú y una carta que, por precio y calidad, sonrojarían a la bandera –napolitana– de muchos napolitanos cargados de pretensiones que doblan los precios.
La cocina está a la vista, por lo que puedes observar como tu pizza es preparada y horneada por las hábiles manos del joven chef Carmine. Ha seguido obsesivamente los requisitos de la Denominación de Origen napolitana -horno de leña, tiempo de cocción, harina y tomate italiano-y el resultado es una pizza superlativa y barata.
Los ingredientes son frescos, genuinos, próximos y de calidad. Además de las pizzas, en el menú hay una amplia variedad de ensaladas, calzones y deliciosos postres como la panna cotta y el tiramisú.
Un poco más adelante aparece Casa Lac, uno de los restaurantes más antiguos de Europa, con licencia para dedicarse a la restauración desde el año 1825, en tiempos del Rey Fernando VII.
En 2008 se hizo cargo del restaurante Ricardo Gil y aplicó la filosofía de su familia, desarrollada durante más de 30 años en su Restaurante 33 de Tudela, que es aprovechar y sublimar un producto excepcional como son las verduras de la huerta del Ebro.
Eso (y muchísimo más) es la Calle Mártires: un lugar donde es fácil perderse y sentirte dentro de una aventura, una locura y un remanso de paz, todo depende de donde estés y del momento del día.