Desde el puente sobre el río Huerva -donde se encontraba el antiguo canódromo de Zaragoza– hasta la Facultad de Veterinaria y el palacete de Torreluna, la calle Miguel Servet se extiende durante casi dos kilómetros y medio, conectando el centro de la ciudad con las afueras.
Recorrerla es viajar entre estilos arquitectónicos, escultóricos y ambientales de alto valor cultural y patrimonial. Esta vía, una auténtica galería al aire libre, nos ofrece una muestra de estilos diversos, muchos de los cuales fueron concebidos en la primera mitad del siglo XX.
Por su amplitud, la urbanización de la calle no es homogénea. Se puede decir que hay múltiples paisajes dentro de una misma calle. Recorrerla es conocer una parte de Zaragoza tan fascinante como el tradicional Casco Histórico, pero más moderna y tranquila. Es una vía amplia, bien señalizada, con varios carriles, separadores, luminarias y pocos semáforos, lo que la convierte en un trayecto cómodo y rápido.
Desde 1896, la calle lleva el nombre del científico aragonés Miguel Servet, descubridor de la circulación sanguínea pulmonar.

El paso del tiempo y la última crisis económica han dejado su huella. Numerosos locales comerciales han cerrado, y Miguel Servet es una de las avenidas con más establecimientos vacíos, un reto que comparte con otras importantes arterias de la ciudad, como la avenida San José y la avenida de Cataluña. Actualmente, más de 50 locales permanecen desocupados.
Pese a ello, la calle sigue siendo un eje fundamental en la vida de Zaragoza, y recorrerla es descubrir una mezcla de historia, cultura y comercio que la convierte en un lugar único de la ciudad.
En el 11 se encuentra la librería Olé tus libros. Comenzaron en el año 2000, vendiendo libros en internet, aunque muy pronto se dieron cuenta que mucha gente acudía a recoger los libros a su almacén en Zaragoza, por lo decidieron abrir una tienda en la que pudieran atender al público, que plantearon como un espacio dinámico, con una agenda repleta de eventos.
Olé tus libros dispone de un cuidado programa de actividades, para que tanto niños como adultos puedan disfrutar de talleres, presentaciones de libros, encuentros con autores, exposiciones de ilustradores, fotógrafos, lecturas de poesía, cuentacuentos en español, aragonés, inglés… siempre buscando el nexo con la literatura.
Tembién en el número 11 se ubica Recreo Coworking, un espacio de encuentro, colaboración e ideas en el que los emprendedores creativos tienen su punto laboral y su comunidad. Esta nueva forma de compartir local, experiencias, contactos y en definitiva, trabajo y pasión entre pequeños autónomos y empresas, está definiéndose como una alternativa muy válida al sistema tradicional de empleo.
A mitad de la calle, en el número 57, se encuentra el que fue durante casi un siglo el matadero de la ciudad. El Antiguo Matadero Municipal de Zaragoza es obra del arquitecto Ricardo Magdalena y fue construido entre los años 1880 y 1884. En origen fue usado como recinto de la Exposición Aragonesa de productos industriales de 1885-1886, y al año siguiente entró en funcionamiento como matadero. Los sacrificios de animales cesaron en 1980 y el matadero cerró definitivamente en 1981.


Tras unos años de abandono, el conjunto fue utilizado como taller de escultura de la Asociación Pablo Gargallo y en la actualidad alberga el Centro Cívico Salvador Allende y la Biblioteca Municipal Ricardo Magdalena. El antiguo matadero municipal está formado por un conjunto de pabellones industriales que se articulan en torno a la fuente del Buen Pastor (1885), obra de Dionisio Lasuén.

La Antigua Estación de Utrillas fue un enclave ferroviario clave en Zaragoza. Construida en 1865 como Estación Cappa, debe su nombre a León Cappa y Béjar, ingeniero y diputado que impulsó la línea Zaragoza-Escatrón y el desarrollo ferroviario hacia el Mediterráneo.
En 1894, funcionó provisionalmente en el trayecto Zaragoza-Barcelona, y en 1904 fue adquirida por Minas y Ferrocarriles de Utrillas, convirtiéndose en terminal carbonera del ferrocarril Utrillas-Montalbán. Conocida popularmente como «Estación de Utrillas«, abasteció de carbón a Zaragoza durante décadas.
La línea de 127 kilómetros operó hasta que el auge del tráfico por carretera la dejó obsoleta. El 15 de enero de 1966, el último tren partió desde la estación, cerrando un capítulo fundamental en la historia ferroviaria y minera de Aragón.
De todo aquel pasado ferroviario, solo han llegado hasta nuestros días dos edificios de la antigua estación y su chimenea, salvados de la demolición gracias a la perseverancia vecinal frente a la especulación urbanística.


Estas construcciones, representativas del academicismo de mediados del siglo XIX, fueron restauradas en 1998 y hoy albergan locales comerciales. La chimenea, por su parte, fue trasladada de su emplazamiento original, donde actualmente se encuentra el Centro Comercial Utrillas.
Justo enfrente, en el número 105, encontramos Teque’s Neuro, un auténtico pedacito de la cultura venezolana en Zaragoza, donde los sabores tradicionales transportan a otra latitud. El tequeño es una de las elaboraciones más populares de este país, y para los hermanos Neiro y Clodomiro Hernández, ha sido el principal atractivo para consolidar su local de comida. Ubicado en el barrio de Las Fuentes de Zaragoza, este acogedor establecimiento ha experimentado un crecimiento vertiginoso desde su apertura hace apenas dos años.
La carta de Teque’s Neuro ha crecido en estos dos años de actividad, incluyendo un amplio catálogo de arepas, cachapas, empanadillas, perritos, hamburguesas y postres como la tarta de tres leches.

En el número 123 se encuentra un monumento al amor. El Palacio Larrinaga fue diseñado en 1901 por el arquitecto Félix Navarro (autor del Mercado Central, del Monumento al Justicia, de la Escuela de Artes de la Plaza de los Sitios…) para el matrimonio formado por naviero de origen vasco y nacido en Liverpool Miguel Larrinaga y la aragonesa de Albalate del Arzobispo Asunción Clavero. Miguel y Asunción se conocieron en la Basílica del Pilar, al asistir al servicio religioso habitual de finales del siglo XIX. Ese fue el flechazo.
Félix Navarro, uno de los mejores arquitectos de la Zaragoza de finales del siglo XIX y principios del XX, creó un edificio que es pura fantasía. En él trabajaron muchos de los mejores artesanos de Zaragoza haciendo vidrieras, mosaicos, relieves, cerámica, rejas, yeserías… Por todas partes hay barcos, anclas, cuerdas, caballitos de mar… y otros elementos decorativos que aluden al mar y al comercio marítimo, ocupación de los Larrinaga.


Nuestra próxima parada es la Antigua Fábrica Giesa Schindler, construida en los años cuarenta por los arquitectos Miguel Ángel Navarro Pérez (autor de edificaciones como la Casa Solans, la Casa Palao o la antigua Fábrica de Harinas La Imperial) y José Luis Navarro Anguela.
La fábrica original de Giesa, que posteriormente se agruparía bajo Schindler en 1986, fue levantada por el empresario zaragozano Joaquín Guiral (Lascellas, Huesca, 1889), quien comenzó en el negocio de venta y reparación de material eléctrico antes de dar paso a la industria electromecánica.
El edificio se completó el 12 de junio de 1945, destacándose por su impresionante presencia, con una majestuosa puerta-catedral que se convirtió en un símbolo donde los visitantes se hacían la foto de rigor. A medida que Giesa crecía, también lo hacía su impacto, expandiendo el espacio y consolidando su relevancia. Tras la muerte de Joaquín Guiral, el 26 de septiembre de 1950, su legado quedó grabado en una obra sólida que más tarde formaría parte de Schindler.



En el número 140 se encuentra la Antigua Estación de ferrocarril de Utrillas. Fue construida en 1865 por León Cappa y Béjar, un ingeniero y diputado a Cortes que en 1857 había recibido una concesión del Estado para instalar una línea de Zaragoza a Escatrón y explotarla. Fue impulsor y pionero del ferrocarril de Zaragoza al Mediterráneo y un activo hombre de negocios de la época. Preocupado por los yacimientos de carbón de Gargallo y Utrillas, llegó a equipararlos a los mejores de Inglaterra.


Al final de la calle se encuentra la actual Facultad de Veterinaria, que abrió sus puertas el curso 1951/1952. Desde que la reina Isabel II firmó en 1847 el Real Decreto por el cual se crearon las Escuelas de Córdoba y Zaragoza solo existía la de Madrid este centro tuvo numerosos emplazamientos en la capital aragonesa.

Según se detalla en el libro Crónica de 150 años de estudios veterinarios en Aragón (1847-1997) de J. Gómez Piquer y J. M. Pérez García, su primera ubicación fue en el nº 59 de la calle Mayor, de allí pasó por otros cuatro lugares (calle Zaporta, Pabostría, San Pedro el Viejo y el exconvento del Carmen) hasta instalarse definitivamente en Miguel Servet 177.
A pocos metros de la Facultad se encuentra la casa Torreluna, un edificio historicista construido a mitad de los años 30 para Gil González Marcilla, promotor de la obra, como vivienda; aunque desde hace más de 40 años es un restaurante y discoteca.

Eso (y muchísimo más) es la Calle Miguel Servet: un lugar donde es fácil perderse y sentirte dentro de una aventura, una locura y un remanso de paz, todo depende de donde estés y del momento del día.
Miguel Servet es esa otra parte de Zaragoza de la cual no hablan generalmente las guías turísticas, pero igual llena de vida y gente.