En pleno corazón de Zaragoza, una calle nos invita a adentrarnos en la parte antigua de la ciudad y a conocer muchos de sus secretos, mientras propone un sugerente diálogo con el presente. Se trata de la Calle Mayor, una de las vías más añejas de la otrora colonia de Caesaraugusta.
En los tiempos de la Zaragoza romana el Cardo Máximo -hoy Don Jaime I- era una ajetreada vía que conectaba la ciudad con la margen izquierda, no menos importante era el Decumano Máximo, cuyo trazado discurría por las actuales calles de la Manifestación, Espoz y Mina y Mayor, conectando la antigua Puerta de Toledo con la Puerta de Valencia.
Testigo de infinidad de acontecimientos, rica en secretos y anécdotas, la Calle Mayor ha latido al ritmo del corazón de los zaragozanos a través de los siglos.
Es uno de esos sitios donde parece que el tiempo se haya detenido años atrás, cuando todo era más sencillo y la gente no tenía tanta prisa.
Las edificaciones no tienen más de tres o cuatro alturas, las suficientes para resguardar de la luz del sol a casi cualquier hora del día. Distinguen por sus altos puntales y los balcones que sobresalen sobre la acera. Por lo general, carecen de portales y llenan casi todo el espacio alrededor de la vía, en marcado reflejo de la arquitectura ecléctica y la gran densidad poblacional de la zona. A ratos, algún pequeño árbol acompaña nuestro trayecto.
Los balcones se asoman a la calle, como queriendo ser parte de todo cuanto ocurre y, dividiéndolos, están los guardavecinos, esas rejas con los más caprichosos diseños que tipifican los barrios y marcan los pequeños límites perimetrales entre viviendas contiguas. El ir y venir de la gente forma parte del entorno visual y acústico.
La Calle Mayor destaca por su antigüedad, por su contenido histórico, y por ser uno de los sitios arquitectónicamente más eclécticos de Zaragoza, donde el Mudéjar confluye en armonía y complementariedad con el Modernismo y el Art Decó.
A veces uno no se dirige precisamente a la Calle Mayor, a veces uno va para otro lado, a otra plaza, a otra gestión, a veces por ahí se hace más lejos pero igual uno toma la Calle Mayor, como si fuera un recorrido obligatorio o una suerte de apremio por llenarse de la vida que recorre esa calle de un extremo a otro.
Esta calle es como una ciudad en miniatura puesto que, además de iglesia (la de la Magdalena), hay un colegio (el Pedro de Luna, en la plaza de la Magdalena), un mercado, el de San Vicente de Paúl y una discoteca (la afamada Casa del Loco).
Hasta la sede del Partido Comunista de España, con su hoz y su martillo en la fachada, convierten esta calle en un recorrido único por la historia de Zaragoza.
La apertura de nuevos negocios –restaurantes, tiendas de arte, pequeños estudios de artistas y cuidadas terrazas– ha aportado a la zona un toque cool que antes no existía. Entre ellos destacan algunos lugares imprescindibles para los visitantes: en el número 2, Hype, una de las hamburgueserías más destacadas de Zaragoza, donde la carne de vaca madurada y las combinaciones irresistibles son las protagonistas.

Un poco más adelante, en el 14, encontramos El Trujalico, un espacio multifuncional con cocina aragonesa tradicional y recetas caseras que saben a hogar.

Caminando hasta el 45 nos espera Méli Mélo, un moderno bar de tapas de autor y ambiente vintage.

En mismo número se encuentra la juguetería Kits para mayores, un negocio que vende desde maquetas de trenes y barcos, hasta casitas de muñecas y la Mariquita Pérez.
Muy cerca, en el 51, se ubica Trapalas, un pub clásico famoso por sus gin tonics desde los años 80.
En el 53 encontramos Alma Criolla, donde sus empanadas argentinas artesanales ofrecen más de 20 variedades.

En el 50 destaca Entalto, reconocido por sus croquetas caseras de múltiples sabores, mientras que el 63 guarda un pedacito de historia en Quiteria Martín, un histórico bazar fundado en 1921, especializado en fiestas, juguetes y artículos de broma.


Llegando casi al final de la Calle Mayor pasaremos frente a la Iglesia de La Magdalena. Como en tantos otros casos, y en la cercana Catedral de La Seo tenemos el mejor ejemplo, tras la ocupación cristiana de la ciudad, se consagró al culto católico la mezquita que en este lugar se levantaba, aprovechando para las funciones de campanar su alminar.


La calle del Órgano, en las traseras de la Iglesia de La Magdalena, debe su nombre al receptáculo de ese instrumento, que forma un pasadizo o arco sobre la vía.
Eso (y muchísimo más) es la Calle Mayor: un lugar donde es fácil perderse y sentirte dentro de una aventura, una locura y un remanso de paz, todo depende de donde estés y del momento del día. Siempre está llena de gente de todas las edades, por lo que es un gran lugar para experimentar la atmósfera incomparable del Casco Histórico de Zaragoza.