Cinco de Marzo es una de las calles más concurridas de Zaragoza, soló superada por Alfonso y Don Jaime. Son apenas 166 metros pero glosan gran parte de la historia reciente de nuestra ciudad. Adoquinada y libre de coches, Cinco de Marzo discurre en paralelo a la calle Cádiz, uniendo el Paseo de Independencia con la Plaza Salamero.
Recientemente restaurada por el Ayuntamiento de Zaragoza, Cinco de Marzo lleva siendo una de las principales calles de compras de Zaragoza desde el siglo XVIII. Testigo de infinidad de acontecimientos, rica en secretos y anécdotas, Cinco de Marzo ha latido al ritmo del corazón de los zaragozanos a través de los siglos.
Casi todas las edificaciones poseen más de dos plantas y predominan las viviendas. Distinguen por sus altos puntales y los balcones que sobresalen sobre la acera. Por lo general, carecen de portales y llenan casi todo el espacio alrededor de la vía, en marcado reflejo de la arquitectura ecléctica y la gran densidad poblacional de la zona.
Los balcones se asoman a la calle, como queriendo ser parte de todo cuanto ocurre y, dividiéndolos, están los guardavecinos, esas rejas con los más caprichosos diseños que tipifican los barrios y marcan los pequeños límites perimetrales entre viviendas contiguas. El ir y venir de la gente y los autos, forma parte del entorno visual y acústico.
Al igual que muchas otras calles de la ciudad, a través de los años esta recibió diversos apelativos, al vaivén de los gobernantes, la imaginación y la voluntad populares o las circunstancias. La calle de Cinco de Marzo, cuyo nombre conmemora la victoria de los zaragozanos, el 5 de marzo de 1838, sobre las tropas carlistas que intentaron ocupar la ciudad, se llamó Requeté Aragonés entre 1936 y 1977.
A partir de 2001 se peatonalizó -igual que algunas vías del centro, entre ellas Alfonso I-, y pasó a ser la tercera calle de la capital aragonesa en cerrarse al tráfico tras el tramo inicial de San Miguel, en 1982; y la calle de Delicias, entre 1987 y 1988. Esta actuación significó un nuevo impulso para la actividad comercial que desde un principio ha marcado su historia.
Vía de transición y tránsito entre la Zaragoza antigua y la nueva, Cinco de Marzo vivió a finales del siglo XIX su momento de gran esplendor, convirtiéndose uno de los lugares preferidos por los zaragozanos y visitantes para hacer sus compras y disfrutar de sus horas de ocio.
En la calle Cinco de Marzo se encontraba el Frontón Jai-Alai, dedicado a la práctica de la pelota vasca y conocido por los zaragozanos como el Palacio de los Gritos, por la alta intensidad de las voces durante los partidos.
Fue construido por un grupo de vascos aficionados a la pelota en 1932.
Dos años después se transformó en cine (Frontón Cinema), más tarde fue sala de fiestas Río Club, pista de hielo Ibón y finalmente, y hasta la fecha, supermercado (el edificio lo ocupa hoy La Plaza de Día).
El frontón también albergó, en diferentes épocas, veladas de lucha libre y boxeo, además de partidos de cesta punta y proyecciones de cine.
También era muy conocida su cafetería, la Formigal Huelo, donde se ofrecían platos combinados y cenas. Hoy ya nada se conserva de aquellas instalaciones, salvo la amplitud de espacios de lo que luego fue galería comercial, el original Galerías Primero.
El séptimo arte también ha estado muy representado en esta calle.
En 1954 se inauguró el cine Rex con la proyección de ‘La túnica sagrada’, la primera película en Cinemascope que pudo verse en la capital aragonesa. El Rex, integrado hoy entre las salas de Palafox Independencia, formaba parte del complejo inmobiliario de la empresa Zaragoza Urbana.
Junto con este nuevo espacio, el proyecto incluía un pasaje comercial, viviendas, el hotel Goya (inaugurado en marzo de 1952), y el cine Palafox (actual sala 4) que abriría sus puertas el 5 de octubre de 1954 con la proyección del filme ’El Príncipe Valiente’.
Los comercios con más solera se sitúan en ambos extremos de la vía: Calzados Salazar, en la esquina con la plaza Salamero; y la farmacia Castejón, con la de Independencia, conviven con otros establecimientos relacionados con el mundo de la gastronomía, como The Bronson Bar, La Mejillonera, Continental, El Calamar Bravo o Los Espumosos, entre otros.
En el número 10 de Cinco de Marzo estuvo un local histórico: el emblemático Café Niké, que operó desde 1940 hasta 1969. Era un punto de encuentro para la vanguardia cultural aragonesa de la época. aquí se daban cita escritores, periodistas, pintores, cineastas… Incluso el rey emérito, en ese entonces el príncipe Juan Carlos de Borbón, frecuentaba el Niké durante su formación en la Academia General Militar.
La calle Cinco de Marzo alberga siete edificios catalogados, aunque algunos se han convertido en meras fachadas fantasma, un fenómeno cada vez más común en la ciudad. Las reformas más recientes han servido para mejorar las instalaciones de la Diputación Provincial, que cuenta aquí con una entrada alternativa al Palacio de Sástago.
Eso (y muchísimo más) es Cinco de Marzo: un lugar donde es fácil perderse y sentirte dentro de una aventura, una locura y un remanso de paz, todo depende de donde estés y del momento del día.
Siempre está llena de gente de todas las edades, por lo que es un gran lugar para experimentar la atmósfera incomparable del centro de Zaragoza.
Todo el conjunto arquitectónico y humano es impresionante, y el paseo por una de las principales arterias comerciales y turísticas de Zaragoza se hace totalmente ineludible, tanto para los viajeros que llegan por primera vez a la capital maña como para aquellos que la conocen como la palma de su mano.