El animado Paseo Fernando el Católico se extiende por casi 500 metros en Zaragoza, desde la Gran Vía hasta la plaza del Emperador Carlos V. Las primeras noticias sobre el paseo se remontan al siglo XVIII, cuando el barrio que hoy conocemos era un tupido bosque de maderas preciosas cercano al río Huerva. Por entonces se le conocía como el camino de Teruel y Alicante, y nadie podía imaginar que esta vía polvorienta se convertiría en uno de los trazados más importantes de la futura Zaragoza.
En el paseo conviven casi todos los estilos arquitectónicos de Zaragoza. Los árboles crecen en dos filas paralelas, formando una especie de capilla sixtina vegetal que crea una lengua de sombra muy apreciada en agosto. Sus ramas se entrelazan suavemente, ofreciendo frescor y cobijo a ambos lados del bulevar. La rambla central se convierte en un hervidero de vida: niñas y niños montan en patines, corren y saltan la cuerda; enamorados se citan bajo los árboles; ancianos leen o juegan a las cartas; grupos de turistas observan curiosos, y artistas exponen sus creaciones. Al recorrer Fernando el Católico, el tiempo parece detenerse y las preocupaciones se desvanecen.

A veces no se visita el paseo con un destino claro; se recorre casi por obligación o simplemente para llenarse de la vida que recorre esta vía de extremo a extremo.
Fernando el Católico es un bulevar repleto de comercios: mercados, restaurantes, bares, farmacias, tiendas de suvenires, librerías, bibliotecas y centros culturales. Es un lugar agradable y alegre para sentarse a media tarde y contemplar el bullicio de una de las mayores arterias comerciales y turísticas de Zaragoza.
Los puntos más fascinantes de este bulevar, que une el centro de la ciudad con el Parque Grande José Antonio Labordeta, se encuentran al inicio y al final.
El paseo nace en una amplia plazoleta donde confluyen la Avenida Goya y la Gran Vía, notable por la elegancia y belleza de sus edificios patrimoniales. En este punto se encuentra la manzana Barbany, la primera de las grandes promociones urbanas de la ciudad: doce bloques con 196 viviendas diseñados por Miguel Ángel Navarro en 1940, ocupando una manzana rectangular con los ángulos resueltos en chaflán curvo.
En la intersección con la Avenida Goya todavía se puede contemplar una imponente marquesina, recuerdo del Cine Gran Vía, inaugurado el 2 de octubre de 1942 como la primera sala inaugurada en Zaragoza tras la Guerra Civil. Tras su cierre en 1982, el local fue un bingo y actualmente alberga un Burger King.
En el número 17 está Pastelería Veintiuno Bakery, que luce una atractiva fachada de color verde menta. Allí los clientes pueden recoger encargos o adquirir productos artesanales: tartas, dulces caseros, pan, cinnamon rolls, croissants, brownies, bizcochos y cookies. También ofrecen café recién tostado para disfrutar en casa.

En el número 18 está Bunga Burger, una de las hamburgueserías más populares de Zaragoza. Su propuesta se centra en smash burgers jugosas con bordes crujientes, incluyendo recetas originales como la Carbonara o la Trufaina. El local destaca por su diseño moderno y ambiente animado, ideal para comidas en pareja o con amigos, además de ofrecer delivery y take away.

En el número 21 se encuentra Veintiuno Coffee, regentado por Jonathan Gorri y María Crespo. Esta cafetería, luminosa y acogedora, es parada obligatoria para los amantes del café de especialidad. Además del café tostado artesanalmente en Onawa Coffee Roasters, ofrecen dulces y tartas de Veintiuno Bakery, así como opciones saladas ideales para brunch. Entre los favoritos destacan la tostada Veintiuno, los brioches y los huevos benedictinos, su plato estrella.

En el número 24 se encuentra la Librería París, fundada en 1963. Con miles de títulos de todas las temáticas, desde literatura infantil hasta divulgación científica, ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos sin perder la esencia de la librería tradicional.

Un poco más adelante, en el número 25, se encuentra la escultura ‘Mujer Corriendo’, obra de Ricard Sala. La pieza es un homenaje a la mujer y a la belleza del cuerpo humano, donada en 2023 por la familia del escultor al Ayuntamiento de Zaragoza.

En el número 50 se encuentra Pastelería Los Mayses, famosa por sus postres XXL y turrones artesanos. Su obrador produce diariamente croissants, donuts, palmeras de chocolate y New York rolls gigantes, con rellenos como Kinder Bueno, pistacho, galleta Lotus o Nutella. Además de dulces, ofrecen opciones saladas, como tostadas de tomate, aguacate o bocadillos de jamón serrano.

Además de los clásicos dulces, Los Mayses ofrece cookies de todos los sabores y opciones saladas, como tostadas de tomate, aguacate o bocadillos de jamón serrano. Su obrador produce diariamente estas piezas, garantizando frescura y calidad en cada bocado, convirtiéndolo en un lugar perfecto para desayunos, meriendas o como colofón a comidas y cenas con amigos o familia.
Entre locales que endulzan y espacios que inspiran, el Paseo Fernando el Católico combina la vida cotidiana con el arte urbano y la historia. En pleno corazón de la Plaza San Francisco se encuentra el monumento a Fernando el Católico, encargado en 1968 a Juan de Ávalos por el alcalde Cesáreo Alierta.
El monumento, inaugurado el 15 de octubre de 1969, representa al rey con manto real y espada sobre el pecho, mide cuatro metros y medio y pesa dos mil kilos.

La plaza ha sido durante décadas un punto de encuentro gracias a sus bares y restaurantes clásicos. En los últimos años, la renovación de muchos locales ha consolidado la plaza como un destino imprescindible para foodies de la ciudad.

Al final del paseo, el monumento a las personas mayores de José Antonio Barrios (2022) y el majestuoso Puente de los Cantautores (1929) permiten divisar el apacible río Huerva y sus riberas vegetales.


Justo bajo el puente, el Parque Grande invita a disfrutar de paseos y juegos, cerrando un recorrido que combina historia, arte y vida cotidiana.
Eso (y mucho más) es el Paseo Fernando el Católico: un lugar donde es fácil perderse, sentirse dentro de una aventura, disfrutar de un remanso de paz o sumergirse en la vida que recorre esta vía de extremo a extremo, según el momento del día.