Huye de los humos y ruidos del centro de Zaragoza para visitar el Parque Grande José Antonio Labordeta, con sus hermosos jardines creados a principios del siglo pasado.
El parque ocupa 409.000 metros cuadrados enmarcados por el Canal Imperial de Aragón, el tercer cinturón, el río Huerva y los hospitales Infantil y Miguel Servet.
Este exuberante oasis de verdor y aire puro, compuesto por miles de plantas y árboles, es el gran pulmón de la ciudad.
A principios del siglo XX, hombres ilustres y el Consejo Municipal sintieron que la transformación de Zaragoza, tras la celebración del Primer Centenario de los Sitios y de la Exposición Conmemorativa de 1908, requería la ejecución de un gran parque.
La construcción del parque en el Cabezo de Buena Vista comenzó en 1923. Su concepción respondía a las ideas de la época, con una zona llana surcada de avenidas al fondo de la cual se levanta una masa forestal, en terrenos dominados por las aguas del Canal Imperial y con vertiente al Huerva.
En 1924 se creó un patronato para la construcción y el cuidado del parque, así como para acometer las expropiaciones y llevar a cabo las plantaciones. En 1945 el parque estaba prácticamente acabado.
Actualmente, se trata de una de las zonas verdes más utilizadas por los ciudadanos para salir a correr, montar en barca, celebrar picnics o pasear a sus mascotas.
El tren chuchú, las fuentes, el Cabezo Buenavista, el Batallador, el Jardín Botánico, el Rincón de Goya, el Jardín de Invierno, la Rosaleda, el Quiosco de la Música, las terrazas… el Parque Grande forma parte imborrable de la memoria colectiva de los zaragozanos.
La gran mayoría de niños de Zaragoza hemos dado aquí nuestras primeras pedaladas. Casi siempre en compañía de nuestros abuelos, que pagaban con gusto el alquiler de una bici. Las escenas de nietos abusando de la bondad de los yayos siguen siendo habituales y también los quioscos de alquiler permanecen abiertos. Todavía prestan sus bicicletas, pero se han especializado en tener vehículos de lo más curiosos: tándems, triciclos, cuatriciclos con sombrilla, cochecitos a pedales…
Todo eso por no hablar de eventos que se están celebrando últimamente como la Feria del Libro o el festival de Zaragoza Florece.
La entrada principal del parque es el Puente de los Cantautores, que desde el Paseo de Fernando el Católico da paso la Avenida de San Sebastián. Fue proyectado por el arquitecto municipal Miguel Ángel Navarro (autor de edificios como la Casa Solans, la Casa Palao o la antigua Fábrica Giesa Schindler), en 1928. El puente se conserva en buen estado y mantiene su aspecto original.
Nada más pasar el puente mencionado llegamos al Paseo San Sebastián, es la principal avenida del Parque Grande y ocupa la parte central del mismo.
Sus jardines, repletos de fuentes ornamentales, parterres y rosales trepadores, están inspirados en el Palacio de Versalles.
Con una gran fuente circular y pequeños estanques donde turistas y zaragozanos se refrescan en verano, su estilo afrancesado le convierten en un espacio verde único en Zaragoza.
Caminando por el Paseo de San Sebastián encontramos el famoso Quiosco de la Música. Fue diseñado por los hermanos de origen navarro José y Manuel Martínez de Ubago y Lizarraga con motivo de la Exposición Hispano Francesa, celebrada en Zaragoza en 1908 para conmemorar el centenario de Los Sitios.
El Quiosco de la Música es uno de los mejores ejemplos del modernismo zaragozano y desde la década de los 60, después de haber pasado por la Plaza de Los Sitios y el Paseo de la Independencia, forma parte de uno de los rincones más visitados del Parque Grande.
Está concebido como una pequeña edificación abierta, a modo de templete y constituye una de las más bellas muestras de modernismo de la ciudad, debido a sus magníficas líneas ondulantes, vuelo de cristal de sus aleros, esbeltas columnas y vistosa cúpula de forma bulbosa recubierta por cerámicas de intensos colores. Si tienes suerte, podrás disfrutar de uno de los pequeños conciertos de música que suelen celebrarse en el Quiosco.
Entre las fuentes y parterres del Paseo de San Sebastián encontramos la figura de una mujer sumergida entre la vegetación. Parece mármol, pero no lo es, se trata de granito artificial y pintado de blanco. Pues bien esta mujer es una alegoría de la Agricultura y la realizó en 1962 la artista Dolores Franco.
El Paseo de San Sebastián termina al fondo con una magnífica cascada y la escalinata que sube al Cabezo Buenavista.
La cascada y escalinata fueron proyectadas en 1987 por el ingeniero, paisajista, pintor y escultor Rafael Barnola Usano. En esta escalinata, en zig-zag, vemos balaustradas blancas ornadas de bolas. La vegetación también tiene su importancia, vemos cedros, cipreses y acacias de tres espinas. El conjunto conforma una magnífica unidad.
Los mascarones de bronce que arrojan agua son obra del escultor Jesús García Gazol y fueron realizados en Fundiciones Villaguz en el año 1991. La cascada está realizada a la italiana, con saltos de agua escalonados.
En lo alto de la escalinata está el Cabezo Buenavista, donde destaca el monumento de Alfonso I el Batallador. La escultura enorme y blanca se recorta sobre el cielo azul y el verde de los pinos que la rodean. Al fin y al cabo está en uno de los extremos de los Pinares de Venecia. Un pulmón verde y la mejor escapatoria si queremos tener la ilusión de perdernos en el monte sin salir de la ciudad.
El Mirador del Cabezo permite contemplar unas magníficas vistas del parque y sus alrededores. Desde aquí sacaréis fotografías únicas, ¡así que preparad la cámara, o el móvil en su defecto!. Fue llamado Buenavista porque desde él se contemplaban las huertas regadas por el río Huerva y posteriormente por la acequia de las Abdulas. Esta parte es el primitivo parque existente en 1914.
Detrás del Monumento a Alfonso I el Batallador, en el hueco de una antigua gravera, nos encontraremos con el Jardín de Invierno, una de las zonas emblemáticas y del Parque.
Su disposición hace que se encuentre protegido del Cierzo y tenga un microclima propio.
Es un lugar romántico y señorial inspirado en la belle époque. Los jardines al estilo francés, diseñados en los años 50, son el hogar de hayas, palmitos, magnolios, cedros del Himalaya, cipreses, tuyas, pinos y palmeras. Pasear por sus senderos supone un auténtico espectáculo. Más de 150 plantas de 20 especies diferentes componen este curioso paisaje que llega a su máximo esplendor en los meses de abril y mayo.
Volvemos sobre nuestros pasos para ir hacia el Bosque de la Amistad, cerca del Paseo Mariano Renovales, donde se encuentra el monumento dedicado a Simón Bolívar, un personaje clave para la historia de un puñado de países, pero también de España: concretamente, fue el responsable de que esta perdiera la mayor parte de sus colonias en el hemisferio sur de América Latina.
Este busto de Bolívar, copia en bronce de un busto de mármol de 1836 obra del escultor italiano Pietro Tenerani que se encuentra hoy en el Ministerio de Relaciones Exteriores, en Caracas (Venezuela), fue inaugurado en Zaragoza en 1970. La obra fue donada a la ciudad por el Gobierno de Venezuela.
A mitad del Paseo San Sebastián podemos visitar el Jardín Botánico de Zaragoza, cuya fundación se remonta a 1796, obra de la Ilustración, representada en Aragón por la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País.
Uno de sus principales impulsores fue Pedro Gregorio Echeandía y Jiménez, farmacéutico afincado en Zaragoza y socio de los Jardines Botánicos de Madrid y Montpellier. El emprendió las siembras y plantaciones oportunas para la formación del Jardín Botánico, con materiales vegetales tanto aragoneses como procedentes de Sevilla, Madrid, Barcelona, París y América.
El Jardín Botánico ofrece la oportunidad de hacer un agradable recorrido en el que conocerás diferentes especies propias de la región aragonesa y también de otras zonas del mundo. Con su aire romántico, consideramos que en cualquier momento del año, el Jardín Botánico de Zaragoza es un entorno sublime para una cita.
En las cercanías del Jardín Botánico se encuentra el monumento en homenaje a las Trece Rosas. La obra fue coordinada por la artista visual Pilar Catalán e inaugurada el 26 de septiembre de 2016. Lamentablemente, desde su instalación ha sido objeto de vandalismo en alguna que otra ocasión.
La Avenida de los Bearneses es otra de las vías más importantes y amplias del Parque Grande. Su denominación homenajea a los numerosos comerciantes originarios de Bearn instalados en la capital aragonesa desde la Edad Media.
Paralela a la Avenida de los Bearneses discurre la Acequia de las Abdulas. Esta acequia antiguamente regaba las huertas que se situaban en este parque.
También en paralelo a la citada Avenida tenemos una serie de Jardines Franceses, con setos y macizos de rosas.
En su vía central, encontramos una serie de monumentos dedicados a artistas aragoneses, entre ellos el monumento al escritor Joaquín Dicenta.
Si seguimos caminando podremos contemplar el monumento al actor Paco Martínez Soria. El monumento está compuesto por dos partes, una estructura arquitectónica de Francisco Miguel Barceló con la que se quiere representar los telones de un teatro y el busto de Paco Martínez Soria esculpido por Miguel Cabré Cazcarra en que aparece representado con expresión alegre.
Paco Martínez Soria fue uno de los actores más populares de su época y sus películas siguen cosechando audiencias cada vez que se pasan en Cine de Barrio de TVE.
En el pedestal del monumento se puede leer una de las frases más inspiradoras de su repertorio: ‘Hacer reír es una bella forma de hacer el bien’.
A escasos metros de distancia, en el centro de una fuente circular, está el monumento a Miguel Fleta, uno de los tenores más famosos del mundo en los años 20, en el que se le muestra interpretando a Don José, de la ópera Carmen. Fue la última escultura que realizó en 1979 el prestigioso artista Ángel Bayod Usón.
En los alrededores, en un extremo del parque, está el monumento a Basilio Paraíso y a la Exposición Hispano Francesa de 1908. Se inauguró en enero de 1910 en el centro de la calzada del entonces Paseo de la Lealtad (hoy de Pamplona), a continuación de los edificios de la Facultad de Medicina y Ciencias y de Capitanía General, en la actual Plaza Basilio Paraíso. En 1947 fue desmontado por las exigencias del tráfico rodado y trasladado al Parque Grande. Desde entonces da la bienvenida a todos los visitantes que entran al parque desde el Canal Imperial.
Junto al tramo final de la Acequia de las Abdulas, cerca de Las Ocas, se ubica el Jardín Japonés, un nuevo rincón perfecto para pasear, descansar y disfrutar de su tranquilidad.
Su gran protagonista es el Cerezo de flor japonés (Prunus serrulata ‘Kanzan’). Se trata de un árbol que, por su explosión floral en primavera, es uno de los más conocidos y utilizados como árbol ornamental. Las flores recuerdan pequeñas rosas (la especie pertenece a la familia de las Rosáceas) y surgen agrupadas en densos ramilletes que cubren por completo las ramas.
Paseando por el lado derecho de la Avenida de los Bearneses encontramos el tranquilo sendero de Isabel Zapata. En este sendero se puede ver el Monumento a la jotera Isabel Zapata, realizado en el año 1980 por el escultor Francisco Rallo Lahoz. La escultura se encuentra en una especie de capilla semicircular que forma el muro del Jardín Botánico.
A continuación entramos en la Rosaleda, realizada en 1940 al estilo de los jardines europeos. Tiene una composición geométrica del espacio muy interesante y ofrece zonas de descanso y de paseo tranquilo con glorietas, pérgolas y elementos ornamentales de corte romántico.
Es una zona muy agradable, bucólica y tranquila. Una explosión de color y perfume.
A lo largo de los últimos años han sido varios los creadores que han fijado su mirada -y sus cámaras- en la rosaleda. Aparece entre otras escenas del parque en ‘La niñas’, de Pilar Palomero, y también caminan con las manos entrelazadas bajo las rosas la pareja formada por Michelle Jenner y Eduardo Noriega, en ‘Nuestros amantes’, que Miguel Ángel Lamata rodó en 2015.
En 2022 se realizó un profundo trabajo de remodelación. Entre los participantes en este equipo destaca la presencia de Matilde Ferrer, reconocida como una de las grandes especialistas mundiales en el mundo de las rosas, que ha colaborado en la recuperación de variedades históricas y en la creación de otras nuevas. Ferrer ha liderado la recuperación de rosaledas en parques y jardines de todo el mundo y su propuesta ha marcado el camino para la recuperación de la de Zaragoza.
No muy lejos de la Rosaleda está Niño con Estrella, un precioso homenaje a Ruben Dario obra del escultor aragonés Ángel Orensanz. El Ayuntamiento de Zaragoza encargó la obra en 1967 a un jovencísimo Ángel Orensanz para conmemorar el centenario del nacimiento del genial escritor nicaragüense.
El monumento se compone de una enorme roca sobre la que se sitúa una estatua de bronce que muestra a un niño atrapando una estrella (símbolo alegórico de la poesía). El autor buscaba la conjunción de la escultura con la vegetación, algo que logró con el follaje, que hace que la obra cambie de aspecto según la estación en la que se encuentre.
El resultado es de una hermosura innegable, tanto por la elegancia de la figura como por su perfecta integración en el entorno de árboles y flores.
A los pies del conjunto escultórico hay unos versos de la poesía de Rubén Darío “Al Rey Oscar”:
“Mientras el mundo aliente, mientras la esfera gire, mientras la onda cordial aliente un sueño, mientras haya una viva pasión, un noble empeño, un buscado imposible, una imposible hazaña, una América oculta que haya, vivirá España”.
A la derecha del monumento tenemos el Cupresal, un denso lugar lleno de cipreses comunes en el que apenas penetra la luz del sol.
Nuestra próxima parada es Catharsis. Un singular ciprés de ocho metros que se había secado en la Rosaleda fue transformado en 2014 en una obra escultórica a raíz de una intervención efectuada por el artista binefarense Mario Molins, que plasmó su particular visión de la «Catarsis» en este emblemático árbol del Parque Grande. La obra se concibe como una «purificación» o una «transformación» de aquello que había muerto en otra forma de vida, en este caso, en arte.
Al final de la Avenida de los Bearneses, hacia la izquierda comienza el Paseo Manuel Azaña, cuyo trazado sigue el curso del río Huerva.
Un poco más adelante encontramos el Rincón de Goya, uno de los mejores ejemplos arquitectónicos del movimiento moderno en España y el primer edificio racionalista que se construyó en Aragón. García Mercadal tenía sólo 32 años cuando en 1928 el Ayuntamiento de Zaragoza le encargó que levantara un edificio en memoria de Franciso de Goya.
Se concibió como centro cultural y educativo con una sala de exposiciones y una biblioteca pública y su importancia radica en el hecho de ser una de las tres primeras obras que iniciaron el movimiento moderno en España.
Nuestra próxima parada es un jardín japonés. Desde hace unos años la Asociación Cultural Aragón Japón está creando en el entorno de la terraza de Las Ocas un pequeño jardín con cerezos japoneses. Entre finales de marzo y principios de abril se puede disfrutar de la floración de esta especie que es muy apreciada en Japón y que se denomina ‘sakura‘.
A la izquierda bajando por el Paseo Manuel Azaña y casi en la ribera del Huerva, vemos el monumento de Ángel Orensanz dedicado a la madre. El conjunto ha sufrido actos vandálicos y espera pacientemente una necesaria y merecida restauración que le devuelva su pasado esplendor.
Si seguimos caminando por el Paseo Manuel Azaña veremos el busto que realizó en 1928 el escultor Enrique Anel Muniesa, representando al escritor y periodista Eusebio Blasco Soler.
A pocos metros se encuentra el banco de lectura que Ramón Acín dedicó a la memoria de su amigo, Luis López Allué, escritor, director del Diario de Huesca y alcalde de esa ciudad, fallecido en 1928.
Casi enfrente se ubica el monumento dedicado al Doctor Cerrada. Félix Cerrada Marín (Hernani 1857-Zaragoza 1928) fue un médico de origen aragonés, presidente de la Diputación y alcalde de Zaragoza. Durante su alcaldía se realizó la red de alcantarillado con el fin de prevenir la fiebre tifoidea.
El monumento fue encargado por el Colegio de Médicos de Zaragoza a Pascual Salaberri Palacio en 1929.
Se trata de un monumento sencillo, de dimensiones modestas, formado por dos pedestales de piedra de distinta altura, unidos por un murete frente al que se disponía una fuente. Corona el pedestal derecho, de mayor altura, el busto en bronce del homenajeado, plasmado en edad madura, barbado, togado.
A la izquierda del Paseo Manuel Azaña encontramos la llamada Fuente Oval. La fuente tiene planta elíptica, en ella vemos dos pequeñas fuentes, una en forma de volcán que lanza el agua pulverizada; y la otra es una fuente a base de pequeños tubos que lanzan láminas de agua.
En el último tramo del Paseo Manuel Azaña llegamos a uno de los puntos más bonitos del parque, lleno de altos pinos por los que se cuelan los rayos del sol.
Estamos en la Plaza de la Princesa, a la cual se puede acceder a través de diversos caminos radiales que conducen hacia el centro donde se sitúa la Fuente de la Princesa o de Neptuno.
La Fuente fue realizada en 1833 por el escultor Tomás Llovet. Se instaló en la Plaza de San Francisco (actual Plaza de España) en 1845 en conmemoración del juramento como princesa heredera de la futura reina Isabel II.
Este caño fue el primero que llevó el agua corriente al centro de Zaragoza.
Un poco más adelante aparece la estación del tren chuchú, el punto de partida del trenecito que recorre el parque.
Si seguimos caminando encontraremos dos casitas típicas aragonesas (Ansotana y de Albarracín), construidas hacia 1955 bajo el proyecto del arquitecto Alejandro Allanegui.
En la actualidad sirven de sede de las secciones de Etnología y Cerámica del Museo de Zaragoza. Estos edificios tienen un horario muy limitado y son de acceso gratuito, por lo que si te los encuentras abiertos merece la pena entrar.
Dirección: El Parque Grande José Antonio Labordeta se encuentra en el distrito Universidad, rodeado por el Canal Imperial de Aragón, el tercer cinturón, el río Huerva y los hospitales Infantil y Miguel Servet.