Visitar Zaragoza y no pasear por El Coso sería como visitar París y no ver la Torre Eiffel. Es una calle que nos invita a adentrarnos en la parte antigua de la ciudad y a descubrir muchos de sus secretos, mientras propone un sugerente diálogo con el presente.
El Coso es una de las calles más antiguas y populares de Zaragoza. Tiene más de 2.000 años de historia, ya que su trazado corresponde al antiguo ‘Cursus’, el recorrido que rodeaba la muralla en época romana, del cual deriva su nombre.

El Coso transcurre por los aledaños de lo que fue la antigua muralla romana de Caesaraugusta
A veces uno no se dirige precisamente al Coso, a veces va a otra plaza, a otra gestión, a veces se hace más lejos, pero igual toma el Coso, como si fuera un recorrido obligatorio o una suerte de apremio por llenarse de la vida que recorre esa calle de un extremo a otro.
Cronistas nacionales y extranjeros de todas las épocas han descrito el Coso como «una de las calles más animadas de Zaragoza». El constante ir y venir bullicioso de la gente ha estado justificado por su cercanía al centro y la presencia de farmacias, casas de modas, sastrerías, pastelerías, cafés, bares, bazares, billares, librerías, joyerías y tiendas de toda índole.

El Coso en 1910. Foto: Archivo Municipal de Zaragoza
Su posicionamiento como corredor comercial le llevó a ser pionera en el alumbrado público de la ciudad y albergó el primer estudio fotográfico de Zaragoza.
La calle está repleta de casas que en su momento sirvieron como residencia a las principales familias de la burguesía zaragozana.

Obelisco efímero de estilo árabe erigido en el Coso con motivo de la visita de la Reina Isabel II en 1860. Charles Clifford. Foto: Biblioteca Nacional de España bajo licencia CC-BY-NC-SA
Las fachadas y soportales arcados que la circundan son, gracias al poderío de estas familias, un gran muestrario de los estilos constructivos de cada época.
Los balcones se asoman a la calle, como queriendo ser parte de todo cuanto ocurre y, dividiéndolos, están los guardavecinos, esas rejas con los más caprichosos diseños que tipifican los barrios y marcan los pequeños límites perimetrales entre viviendas contiguas. El ir y venir de la gente y los autos forma parte del entorno visual y acústico.
Es uno de los sitios arquitectónicamente más eclécticos de Zaragoza, donde el Barroco convive en armonía y complementariedad al lado del Modernismo inspirado en Antoni Gaudí.
En el siglo XVI, la nobleza aragonesa eligió esta vía para levantar sus espectaculares palacios y mostrar su poderío en la capital del reino.
Varios siglos después, apenas quedan restos de aquellos palacios esplendorosos que mostraban la riqueza de la capital aragonesa. Pero el Coso todavía conserva parte de esa riqueza, especialmente en el tramo del Coso Alto.

Vista del Teatro Principal desde el Coso (foto hacia 1900)
A finales del siglo XIX y principios del XX la calle vio la adición de edificios de viviendas y comerciales más altos, que desafortunadamente no mantuvieron la coherencia arquitectónica original.
Esta calle bimilenaria reúne un buen número de edificios y otros elementos catalogados, 47 nada menos. A nadie sorprende entonces que encierre infinidad de historias y secretos.
Comienza en el cruce de las avenidas César Augusto y Conde de Aranda, a la altura del Palacio de los Luna (actual sede del Tribunal Superior de Justicia de Aragón). En ella desembocan la calle Alfonso I y la calle Don Jaime I tras pasar la plaza de España.

El Palacio de la Audiencia y el Coso. Fotografía de J. Laurent, hacia el año 1876
El extremo noroeste del ‘Cursus’ no se ha considerado incluido tradicionalmente en esta vía por su uso comercial (mercado) y por el crecimiento urbano de la zona que desdibujó pronto su recorrido (calle Cerdán).
A lo largo de sus 1.200 metros de longitud encontramos edificios destacados como el palacio de los Condes de Sástago (hoy sala de exposiciones), el palacio de la Diputación de Zaragoza, el mercado gastronómico Puerta Cinegia y el Real Seminario de San Carlos (antigua Sinagoga Mayor).
En diferentes épocas, ha sido calle de periódicos –aquí tuvieron su sede el ‘Diario de Zaragoza’, ‘Diario de Avisos’, ‘El Noticiero’ y ‘Heraldo de Aragón’–, bancos (de Aragón, Zaragozano, de España, Santander, Bilbao…), hoteles (Oriente, Alfonso I…), cafeterías y restaurantes como el París, Habana, Las Vegas 2 o el Savoy, comercios (Bazar X, librería Universal, pastelería Zorraquino, la droguería José Alfonso o la mercería Larraz), casinos – de Zaragoza y Mercantil –, cines y teatros -el cine Coso, el Ena Victoria y el Principal–.
Subirla o bajarla, recorrerla en toda su extensión nos hace viajar entre estilos arquitectónicos, escultóricos y ambientales de alto valor cultural y patrimonial.
Al principio de la calle, en el número 1, se sitúa el Palacio de los Luna. Lo mandó construir entre 1551 y 1553 don Pedro Martínez de Luna, por entonces Virrey de Aragón. Para su construcción, se utilizaron sillares de la muralla romana, y en su fachada destacan dos grandes esculturas de Hércules y Gerión, a los que popularmente se les conoce como los gigantes del Coso.

Las esculturas de Hércules y Gerión en la fachada del Palacio de los Luna (actual sede del Tribunal Superior de Justicia de Aragón)
En el número 5, se encuentra José Alfonso, una tienda familiar con más de 140 años de historia a sus espaldas, especializada en artículos de ferretería, jardinería, hierros y metales, artículos de limpieza, de cocina y regalo. Ocupa los bajos de un precioso edificio de aires modernistas proyectado a principios del siglo XX por el arquitecto Julio Bravo.

Droguería José Alfonso
Muy cerca, en el número 34, se levanta uno de los edificios más espectaculares de la ciudad: La Adriática. Fue proyectado en 1948 por los arquitectos Joaquín Muro Antón y Trinidad Solesio González para la italiana Compañía Adriática de Seguros, y está considerado el primer «rascacielos» de la ciudad.

El edificio de La Adriática está considerado el primer rascacielos de Zaragoza
Nuestra próxima parada es la Iglesia de Mantería, lo único que se conserva del antiguo Convento de Santo Tomás de Villanueva. La fachada de la iglesia, flanqueada por dos torreoncillos, forma uno de los lados de la Plaza de San Roque, antiguamente llamada Plaza de la Mantería.
Su exterior es austero y pasa desapercibido al viandante, que no puede imaginar el tesoro que se esconde en su interior: una de las obras maestras de Claudio Coello, pintor del rey Carlos II y uno de los máximos exponentes del barroco español.
La cúpula y las paredes de la iglesia están cubiertas de frescos que representan personajes y arquitecturas fingidas, realizados por Claudio Coello y su discípulo Sebastián Muñoz, quienes se trasladaron a Zaragoza entre 1683 y 1685 para finalizar el encargo.

En el interior de la Iglesia de Mantería se encuentra una de las obras maestras de Claudio Coello, pintor del rey Carlos II y uno de los máximos exponentes del barroco final español (Imagen: Archivo del Ayuntamiento de Zaragoza)
Un poco más adelante aparece el edificio del antiguo Banco de Aragón, proyectado en 1913 por el arquitecto cubano de origen asturiano Manuel del Busto Delgado.
Ocupa una parcela privilegiada del Coso zaragozano al situarse en el eje visual de la calle Alfonso I, la mayor arteria comercial y turística de la ciudad.
Inaugurado en 1917, destaca por su elegancia y por los dos atlantes que guardan la puerta principal.

Atlantes en la puerta principal del antiguo Banco de Aragón
En la intersección con la calle Alfonso I se halla la Casa Molins, una joya del Art Nouveau local construida a principios del siglo XX.

Más adelante se encuentra el FNAC Plaza España (Coso 25), una librería de referencia para literatos y lectores en busca de novedades nacionales e internacionales. Su fondo incluye filosofía, historia, ciencias sociales, arte y arquitectura, además de secciones para cinéfilos y melómanos.

Nuestra próxima parada es el antiguo Casino Mercantil (Coso 29), obra de Francisco Albiñana, uno de los máximos exponentes del modernismo aragonés a principios del siglo XX.
Este edificio simboliza el poder y el estatus social de la burguesía, y su fachada modernista tardía, construida entre 1912 y 1914, refleja la prosperidad de sus promotores.

Justo enfrente, la Bombonera Oro (Coso 48) es una de las pastelerías con más tradición y reputación de Zaragoza. Sus productos artesanales se presentan en múltiples formatos: láminas, tabletas de diversos sabores y bombones clásicos.
Un poco más adelante aparece la Plaza de España, la entrada al centro histórico de Zaragoza y a la emblemática zona del Tubo.

Esta plaza conecta el Coso con el Paseo Independencia, ofreciendo una ruta agradable por las grandes arterias de la ciudad. A su alrededor se encuentran edificios emblemáticos: el Palacio de la Diputación, el antiguo Banco Zaragozano, el Banco de España y el mercado gourmet Puerta Cinegia.

En el límite entre la plaza y la calle Cinegio se encontraba la Puerta Cinegia, la puerta sur de la Caesaraugusta romana.

En 1904, la Real Sociedad Económica de Amigos del País levantó por suscripción pública el monumento “a los mártires de la religión y de la patria”, ubicado en la venerada Cruz del Coso. La obra fue diseñada por el arquitecto Ricardo Magdalena y el escultor Agustín Querol. Para los zaragozanos de entonces, también simbolizaba a los caídos en las guerras de Cuba y Filipinas (1898).
Con el número 57 se encuentra el Teatro Principal, construido por el arquitecto Agustín Sanz (autor de la Puerta del Carmen) e inaugurado el 25 de agosto de 1799.

Un poco más adelante, nos encontramos con la antigua sede del Banco Aragonés de Crédito, un edificio construido por Teodoro Ríos Balaguer en 1940. De estilo historicista, destaca por sus balaustradas, hornacinas, jarrones y el chaflán curvo rematado con el escudo de Aragón.

Justo enfrente, en el número 66, se sitúa la Cafetería La Bendita, uno de los cafés más concurridos (y ‘instagramizados’) de la ciudad. Con amplios ventanales que inundan de luz el espacio, todo su mobiliario es restaurado.
Es un café de espíritu vintage que atrae a gente joven y no tan joven para charlar a media tarde o para tomar la primera copa alrededor de una mesa, con ambiente relajado y camareros atentos.

En el mismo número se ubica Larraz, una de las mercerías más antiguas de España y la mayor tienda de Aragón de manualidades textiles, mercería y manualidades creativas.
Se desconoce la fecha exacta de su fundación, pero entre 1866 y 1883, Miguel García Lito y Vicente Larraz Gil solicitaron al Ayuntamiento de Zaragoza permiso para reformar el escaparate de su mercería en el antiguo Coso 34, donde hoy está la calle Valenzuela.

A finales de los años 90, Larraz fue la primera empresa española en crear una tienda online para banderas, mástiles y bordados. En el siglo XXI se especializó en ocio y manualidades, con productos como Decoupage, Goma Eva y papelería creativa, entre otros.
A pocos metros se encuentra Re-Read (Coso 97), un paraíso para los cazadores de gangas. Esta librería lowcost vende libros de segunda mano a precios sorprendentes: un libro por 3 €, dos por 5 €, y cinco por 10 €. Todo en un local funcional y moderno.

En la acera de enfrente destacan dos hoteles. El primero, el Hotel Silken Reino de Aragón, ubicado en el Coso 80, proyectado por José Manuel Pérez Latorre en 1998.
En el número 86 se encuentra el Hotel Vincci Zaragoza Zentro. El edificio fue construido en 1927 por Francisco Albiñana y es conocido como la ‘Casa del Labrador’, ya que fue encargado por la Asociación de Labradores. El edificio iba a ser rematado con la escultura de un labrador, que finalmente nunca se instaló.

En el número 100 del Coso se encontraba la redacción y los talleres del Diario de Avisos de Zaragoza. Fundado por Calixto Ariño en 1870, era uno de los dos periódicos más importantes de Zaragoza a finales del siglo XIX, el otro era el conservador Diario de Zaragoza que dirigió Mariano Peiró y luego su hijo, el escritor costumbrista Agustín Peiró.
Fueron redactores y colaboradores del Diario Calixto Ariño, su director, y otras relevantes figuras aragonesas como Mariano de Cavia, Luis Montestruc Rubio, Antonio Motos y Gregorio García-Arista. Muchos de sus periodistas y colaboradores pasaron a formar parte del Heraldo de Aragón tras su fundación en 1895, aunque siguieron publicando en el Diario de Avisos al ser adquirido por aquél en 1911.


En el número 97 hay otro edificio que llama la atención: un edificio de viviendas proyectado por Teodoro Ríos Balaguer en 1915 en el que destaca la fachada de ladrillo rojo, la rejería o los preciosos motivos cerámicos que lo adornan.

Al llegar a la calle Espartero y la plaza de San Miguel, el Coso da un giro de 90 grados, pasa junto a la plaza de la Magdalena y desciende hasta el río Ebro y el puente del Pilar (puente de Hierro).

El solar del número 101, donde tuerce la vía, era conocido antiguamente como ‘las Piedras del Coso‘. Desde principios del siglo XIX, una placa recordaba que allí se acababa Zaragoza: «Esta piedra del antiguo muro indica que aquí está el término de la ciudad». En 2005, la placa desapareció del hueco que llevaba 200 años ocupando.

Este punto de la vía contiene antiguos vestigios de la muralla que rodeaba la Zaragoza romana y sirvió como cantera para la construcción de nuevos edificios aprovechando restos de la vieja muralla, junto a la antigua judería. La judería zaragozana se situaba dentro del recinto de la antigua ciudad romana y se extendía entre la iglesia de San Gil, calle de San Jorge, plaza Magdalena y junto al Coso, frente a la plaza de San Miguel.
En el siglo XV, el barrio judío creció fuera del recinto amurallado, abriendo nuevas calles entre el Coso y la calle de San Miguel. De él aún se conservan algunos restos, como los baños judíos, en el sótano de los número 126-132.

Camino del Coso bajo encontramos huellas del pasado como el Real Seminario de San Carlos Borromeo, cuya iglesia fue construida sobre el solar de la antigua sinagoga mayor de Zaragoza.
El jesuita aragonés Baltasar Gracián, figura de especial significación en el panorama de las letras barrocas, dio clases en sus aulas, desde su cátedra de Sagradas Escrituras, y escribió aquí algunas de sus principales obras.

En la esquina con la Calle Heroísmo está Sin huella, una tienda que apuesta por el movimiento ‘Cero Waste’ (cero residuos). Si queréis sacar el plástico de vuestras vidas (en la medida que se pueda), Sin huella es el primer paso para desintoxicarte de la plástico-adicción.
La localizaréis deprisa por su ‘extraña’ apariencia, llena de botes redondos con cientos de referencias de productos de alimentación. Destaca la gran variedad de semillas, cereales, frutos secos, especias y hierbas aromáticas y las pastas. También tienen otros productos de proximidad y kilómetro 0, como vinos, zumos, mermeladas artesanales y miel.

La familia Goya vivió entre 1763 y 1766 en una casa situada en el número 132 del Coso, una de sus estancias más prolongadas en un mismo edificio. Francisco de Goya pudo verla años después en ruinas. Voló en la explosión de un almacén de pólvora en junio de 1808.

Mientras fue vecino de Zaragoza, la última casa en la que habitó Goya, en 1774, estaba de nuevo en el Coso, en concreto en el número 128. De allí salió hacia Madrid con su mujer y su hijo, que había nacido en ella.

A escasas manzanas de distancia está la plaza de la Magdalena, dónde se encontraba la Puerta de Valencia, la puerta este de la muralla romana.
En principio fue la Porta Romana, la puerta más importante de la ciudad porque marcaba el camino para ir y volver a Roma, capital del Imperio.
La Puerta estaba situada en el extremo este del Decumano Máximo (actuales calles Manifestación, Espoz y Mina y Mayor), a 886 metros de distancia de la occidental o Puerta de Toledo. En 1867, ante la necesidad de ampliar la plaza, se aprobó su derribo.

En el centro de la plaza se encuentra una de las iglesias más hermosas de Zaragoza: la de la Magdalena.
El perfil de la torre mudéjar de la Magdalena se recorta sobre la calle Mayor, en uno de los ángulos más fotografiados de Zaragoza desde el Casco Histórico.

En 1587 se construyó el primer edificio de la Universidad de Zaragoza en la Plaza de la Magdalena, de planta rectangular y alrededor de un patio central. A través de él se accedía a la capilla de Pedro Cerbuna, a la biblioteca, a las aulas, al ‘Teatro de la Escuela’ o a la casa del bedel.
Los Sitios de Zaragoza dejaron su huella en el inmueble. El general Palafox ordenó la militarización del edificio de la Universidad, así se convirtió en maestranza del arma de ingenieros. Las voladuras de los franceses destruyeron sus dos fachadas principales y el edificio quedó casi en ruinas.
Con la construcción de la Facultad de Medicina y Ciencias en la actual Plaza Basilio Paraíso en 1893, la Universidad de la Plaza de la Magdalena se convirtió en la Universidad Literaria, alojando los estudios de Humanidades.


Se decidió intervenir a mediados del siglo XIX, llevando a cabo la reforma más importante. Por ejemplo, se cambió la distribución de las fachadas del edificio. En un principio la entrada principal se encontraba en el Coso Bajo y después en la plaza de la Magdalena.
Ricardo Magdalena diseñó la última actuación. Caracterizó al edificio de un estilo clasicista, con arcos de medio punto y rematado con motivos vegetales. Magdalena no pudo culminar sus trabajos, así que Luis de la Figuera cogió el relevo. El resultado final, en 1912, fue un complejo de ladrillo con revestimientos de estuco, como marcan las tradiciones aragonesas del Renacimiento y del Mudéjar.
En 1956 se trasladaron los principales fondos de la biblioteca universitaria a la nueva Facultad de Filosofía y Letras del Campus de San Francisco. Eran tiempos de dictadura pero el Heraldo de Aragón ya hablaba de pérdidas importantes de libros, que en el traslado nunca llegaban a la nueva Filosofía y Letras.
En 1968 el Ministerio de Educación aprobó el derribo del edificio de la Universidad de la Magdalena, salvo la Capilla de Cerbuna, sede de la Biblioteca.


En 1973 se hundió la Capilla de Cerbuna, en la que todavía quedaban fondos bibliográficos, que quedaron expuestos a la intemperie, entre las ruinas, y al saqueo, sin que nadie lo impidiera.
En el año 2013 todavía algunas personas de buena fe entregaban ejemplares de aquella biblioteca a las autoridades. Los restos del edificio fueron piqueteados. En el solar se levantó el anodino Instituto Pedro de Luna.

A la altura del número 182, nos encontramos con uno de los murales que el artista urbano ROA creó para el Festival Asalto de 2010. Tan importantes se han convertido sus pinturas en Zaragoza que han modificado el nombre natural de los espacios. En este caso, el solar que alberga este mural, en el barrio de la Magdalena, ha pasado a denominarse popularmente “el Solar del Conejo”.

En la parte más cercana a la ribera del Ebro, junto a la plaza Tenerías, se encontraba la puerta del Sol, una de las doce puertas que tuvo Zaragoza.

Eso (y muchísimo más) es El Coso: un lugar donde es fácil perderse y sentirte dentro de una aventura, una locura y un remanso de paz, todo depende de donde estés y del momento del día.
Todo el conjunto arquitectónico y humano es impresionante, y el paseo por la principal arteria comercial y turística de Zaragoza se hace totalmente ineludible, tanto para los viajeros que llegan por primera vez a la capital maña como para aquellos que la conocen como la palma de su mano.